lunes, 20 de septiembre de 2010

Saldos del Bicentenario

Estrictamente Personal September 20, 2010
— 12:00 am
Felipe Calderón dejó pasar la oportunidad histórica de ser el Presidente del Bicentenario. Tuvo tres años para preparar la conmemoración del Bicentenario y lo echó a perder. Hizo del 15 de septiembre una celebración ordinaria, onerosa, clasista, despojada de contenido histórico y con errores inexplicables como el que se hubiera tomado a un traidor de la patria como modelo del coloso que se erigió sobre la plancha del Zócalo. La culpa directa de una conmemoración anticlimática y carente de ambición no es de él, pero sí la responsabilidad de haber puesto a cargo de ella a una sola persona, su ex jefa de Oficina, Patricia Flores, quien quiso timar a todos, incluido al Presidente, y a defraudar a la nación.

Los entretelones de la preparación y organización del Bicentenario hablan mucho del poder que delegó Calderón a Flores, y la manera como operó en Los Pinos. Flores excluyó de toda la planeación al resto del equipo presidencial, guardándola como un secreto de Estado. Por eso no se enteraron –y no se sabe si tienen aún el conocimiento-, que los diseños originales del festejo, como se llegaron a plantear, están muy lejos de los resultados vistos la noche de El Grito. Originalmente se pensó, como se ha dado en otras naciones con celebraciones similares, en verbenas populares donde la población es incluida y participa. Se propuso que la conmemoración federal se llevara a cada capital del país. Ni lo uno, ni lo otro.

Por ejemplo, el Quetzalcóatl formado con globos, no era un espectáculo como el que se vio. Era una serpiente que corría por diversas calles y avenidas de la ciudad y que confluía en una para convertirse en la gran Serpiente Emplumada. El desfile debía tener una historia, una narrativa de los 200 años, que terminó convertido en una amalgama de momentos, sin una secuencia lógica ni un contenido aglutinador.

El desfile fue uno lucidor, alegre y ruidoso, pero que se pudo haber desarrollado en cualquier momento. Los carros alegóricos, algunos muy techno y con luces de neón, podrían haber desfilado cualquier primero de enero en el Tazón de las Rosas. Si el objetivo era llegar a una demografía más joven, que creció con la televisión en color, para la cual la historia no es algo relevante y con la cual el gobierno federal no ha podido conectar, es altamente probable que lo hayan conseguido. Pero la nación, que será de estos jóvenes, no la componen hoy en día sólo los jóvenes. Más aún, a ellos tendría que habérseles inyectado, a través de los vínculos con su pasado, lo que sus mayores aprendieron en la escuela: el valor de la gesta independentista.

La inclusión no fue la racional. Los invitados VIP frente al balcón presidencial, que sirvieron a la vez de escudo de seguridad, fueron una muestra de ello, al eliminar espacio para la gente de a pie que cada año acude al mismo sitio a celebrar. Fue una conmemoración caracterizada por el miedo del gobierno federal. Sellaron el Zócalo y Paseo de la Reforma, en una burbuja de seguridad sin precedente. El país no estuvo en sus preparativos y se le marginó. La imagen más dramática fue en Ciudad Juárez, donde el alcalde José Reyes Ferriz dio el Grito ante una plaza sólo ocupada por soldados.

Flores hizo de lado todas las propuestas para que la conmemoración fuera nacional, y no un evento no sólo local –el Distrito Federal, donde prácticamente no hubo acontecimientos de la Independencia-, sino microscópicamente delimitado. Si en algún momento pensó la ex jefa de Oficina de Calderón preparar un acontecimiento, “un espectáculo sin precedente” como se promovió, lo único que mostró –porque cuando se le entregó la organización al secretario de Educación, Alonso Lujambio, ya todo estaba hecho o desecho- fue su ligereza histórica. Al Presidente habrá que reclamarle el habérselo permitido. Sólo con él veía los avances de su planeación, en papeles y en modelos. Mucho de ello le autorizó.

Uno de esos permisos fue la contratación de Richard P. Birch, que organizó los Juegos Olímpicos de Sydney y participó en la organización de los de Beijing, para que hiciera la conmemoración del Bicentenario. Flores le pagó 60 millones de dólares para que hiciera eso, un desfile y una ceremonia deportiva con una mera apelación a lo estético. Pero también hubo timos. No hubo novedades ni innovaciones. Los globos que conformaron a Quetzalcóatl, que tanto gustaron, no son originales; los hace una empresa italiana que sólo cambió la forma de los globos. La poesía corporal en el segmento de “Vuela México”, con acróbatas que formaron al final la palabra “Mexico” (sin acento), fue un remedo de las acrobacias de “Ka”, que interpreta el Cirque du Solei todas las noches en Las Vegas.

Durante semanas previas a la conmemoración, funcionarios de Los Pinos buscaron justificar el gasto al explicar que no todo se lo embolsaría Rich, sino que era para pagar a muchos directores artísticos que participarían en el desfile y el espectáculo del 15 de septiembre. Incluso, agregaban, para mostrar la fortaleza con la que se había preparado todo, se organizaría una conferencia de prensa donde presentarían a los artistas mexicanos que estaban involucrados en el evento. Eso no sucedió.

Tampoco hubo una explicación del porqué no se mostró a los artistas, pero en las semanas previas al 15 de septiembre, comenzaron a salir algunas informaciones sin detalle sobre presuntos fraudes en la organización del Bicentenario, que apuntaban a Flores, y que podrían haber quedado muy expuestas si comenzaban a aparecer los artistas incluidos y aquellos a quienes, como se presume en cuando menos un caso, le robaron sus diseños y se contrató a empresas extranjeras para que los realizaran.

De acuerdo con funcionarios de la Secretaría de Hacienda, una de las razones de la remoción de la ex jefa de Oficina, fue que se le encontraron a su familia cuentas en el extranjero con depósitos que parecían irregulares. Se abrió una investigación que aún no termina, y que determinará si esas sumas de dinero tienen una explicación o si el Bicentenario fue una fuente de ingresos irregulares para algunos.

Entre los saldos del Bicentenario, el destino de los dineros, el porqué se contrataron a empresas específicas para que sirvieran de intermediarios, y comisiones oscuras presuntamente pagadas a funcionarios federales, tienen que ser investigados y aclarados por el gobierno federal, en forma expedita, para evitar que además de haber dejado escapar la oportunidad de ser el Presidente del Bicentenario, Calderón no quede con la mancha impregnada de algunos de sus cercanos funcionarios que, de corroborarse al fraude, traicionaron su confianza y se quisieron burlar del país.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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