La cruz de sus pecados y de... ¡ sus delitos ! |
Ricardo Andrade Jardí
“Estas leyes son dictatoriales, son contradictorias a la democracia, denigran la representatividad de los gobernantes y de los legisladores, quienes no tienen poder absoluto, y no pueden legislar en contra de la voluntad del pueblo”, afirma el cardenal Juan Sandoval Íñiguez. Pero no nos equivoquemos. El cardenal no se refiere al IVA, no se refiere al aumento semanal de la gasolina, ni al FOBAPROA, del que posiblemente muchas empresas ligadas a la Iglesia Católica son parte, no se refiere al decreto ilegal con el que el desgobierno federal ha extinguido a Luz y Fuerza para poner en manos de Televisa la fibra óptica, hasta entonces patrimonio de los mexicanos todos, ya no más. El cardenal no hace referencia a las “nuevas leyes” fiscales y financieras que han generado los niveles más altos de pobreza en México, aunque los secretarios del desgobierno rebuznen que sólo hay seis millones de mexicanos en la pobreza. Ni se refiere el cardenal a las leyes que sirven para otorgar IMPUNIDAD a los grandes explotadores o a la omisión de aplicar la ley cuando los jerarcas del clero católico violan el Estado laico, que es sin duda algo de lo más significativo que nos hemos otorgado los mexicanos en nuestro lento y penoso tránsito a la construcción de una nación realmente plural e incluyente. No. El prelado de Guadalajara, Jalisco, afirma que el derecho a la diversidad es contra la democracia, aunque no sabemos a qué democracia se refiere o si se refiere, como los seudoperiodistas de Televisa a “su democracia”, la de ellos y de nadie más, pues en la práctica no puede haber democracia real ahí donde unos son menos iguales que los otros.
La jerarquía de la Iglesia Católica no destaca, ni por una moral congruente con lo que pregona, ni por ser una organización democrática, así que no hay porqué esperar de ella más que su oscurantismo sumado a la doble moral con la que pretende crear cortinas de humo para encubrir sus escándalos sexuales, con los que se afecta la vida de cientos de niños y de muchos adultos feligreses por las perversidades que se solapan en el seno de una iglesia que cada día es más decadente y que cada día está más lejos del pueblo, del sentir de la sociedad en general y del sentir de sus propios fieles en particular.
Pero efectivamente no le falta razón al cardenal cuando dice: “estas leyes son dictatoriales, son contradictorias a la democracia, denigran la representatividad de los gobernantes y de los legisladores, quienes no tienen poder absoluto y no pueden legislar en contra de la voluntad del pueblo”. Sólo que es un asunto de matiz. Las leyes que son dictatoriales, por ejemplo, el aumento al IVA, el FOBAPROA o la dichosa Iniciativa Mérida, son dictatoriales y contrarias a la voluntad popular, son reformas constitucionales que han puesto la soberanía alimentaria en riesgo en el marco de una democracia que no es democracia y de una libertad que sólo es discurso, las que otorgan IMPUNIDAD a ladrones banqueros o autores de la devastación ambiental, a los dueños de comida chatarra o a los concesionarios de bienes públicos que se comportan como dueños de lo que no es suyo; son denigrantes, efectivamente, las leyes que se busca aprobar sobre la flexibilidad laboral o las que les niegan prestaciones laborales al pueblo trabajador, y en algunos casos también católico, aunque el cardenal esté ocupado de ensalzar la doble moral de su decadente iglesia con el afán de dividir aún más a la sociedad mexicana, de la que, por cierto, la jerarquía católica sólo se acuerda cuando necesita escándalos, que a su vez oculten sus perversos, dictatoriales y denigrantes escándalos.
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