Cada septiembre que pasa perdemos más autonomía, libertades, derechos, autosuficiencia, población, vidas… pero para continuar en la lógica del “aquí no pasa nada” hay que seguir el guión, fingir demencia como Calderón y en general toda la clase política-empresarial-
Casi resulta ocioso estar enumerando la cantidad de calamidades por las cuales pasamos si no fuera porque nos estamos acostumbrando a la mala vida, a que decidan por nosotros(as), a la desconfianza en todo y todos; a vivir sin esperanza y a tanta muerte violenta. El orgullo mexicano por los suelos; sólo quienes tienen intereses en la continuación de la violencia, la corrupción y el desmadre apuestan a celebrar sus ganancias, mientras el resto vemos sin emoción cómo el país lejos de progresar a favor de su gente, se hace más parecido al México porfirista, al México colonial, al México de los esclavistas, los conservadores, de los persignados, los avariciosos.
Lo que realmente me sorprende es esa cultura del sufrimiento a la mexicana; el “aguante” del pueblo a todas sus desgracias, o como diría el buen Julián Contreras cuando veía los promocionales de ocupación del ejército en Juárez, del “síndrome de la mujer golpeada”: entre más golpes, mayor la querencia. Pareciera que disfrutamos con el malestar, que nos gusta vivir en el caos. Cierto es que como nación, tenemos muchas heridas por curar y cicatrizar desde la Colonia; pero cierto es también a lo largo de nuestra historia que hemos hecho grandes esfuerzos para salir de la enajenación y hacer de este país una verdadera nación.
Enfiestarse y celebrar por acontecimientos que ya no te dicen mucho, es como festejar por festejar: no importa el motivo, importa celebrar. De hecho así es: si algún periódico o centro de investigación hace una encuesta sobre qué celebramos los mexicanos(as) en septiembre, seguramente encontrarían (como de hecho ha sucedido en otras encuestas) un enorme analfabetismo al respecto. El daño de nuestra ignorancia hacia nosotros mismos es grande; la nación que desconoce su pasado difícilmente entenderá su presente y tal vez no querrá cambiar su futuro. Vivimos un continuo capítulo de desenlace triste e injusto.
Sin duda la historia mexicana está llena de contradicciones, traiciones, estafas, corruptelas; de hombres que llamamos “héroes” y no lo fueron; de historias inventadas para unificar una nación sin idea de sí misma. Y así es la historia de México: un Iturbide oportunista que cambia de mando y termina de emperador de la nueva “república”; un Santa Anna que nos libera de Iturbide, pero gobierna como un déspota y así. Este país es un constante estira y afloja entre el progreso de la gente y los intereses poderosos de unos cuantos con altísimos costes de sangre, destrucción y atraso que nos tienen ciertamente ubicados como un país subdesarrollado y últimamente, sin prestigio internacional por la cercanía con el imperio.
Hoy en México para variar vivimos la calamidad de un gobierno despótico, dirigido por una persona irresponsable e incapacitada para gobernar; con partidos enemigos de la nación, que sólo velan por sus propios intereses y los de sus socios auspiciadores; con empresas de “clase mundial” explotadoras y que son las primeras en sacar sus capitales en caso de crisis económicas; con un catolicismo retrógrada dirigido por una jerarquía insensible que no sabe callarse la boca; y con una sociedad confundida, mal alimentada, mal educada, mal pagada y poco saludable que percibe el mundo a través de Televisa y Hollywood, la realidad a través del alcohol, el machismo y el fútbol, sin consciencia de clase y probablemente, cansada por tantas esperanzas frustradas.
¿Qué nos hace sentirnos orgullosos de ser mexicanos(as), de ser los que somos? Me atrevo a pensar que es nuestra riqueza cultural y artística, nuestra relación con el medio ambiente o la forma en que entendemos y celebramos la muerte; espero no sea el tener al ejército en las calles, la “guerra” contra el narcotráfico o la práctica del “chingar” al prójimo. Pero siendo realista, la cosa va más por la selección mexicana de fútbol, por la terrible competencia de “a ver quién come más picante” y de las anécdotas de las “grandes borracheras” que tanto se gusta contar.
Septiembre, septiembre de los Niños Héroes forzados, de los curas rebeldes, de los indios insumisos, de las mujeres con agallas; de los guerrilleros de la sierra de Chihuahua, de la solidaridad en tiempos de terremotos; septiembre de los informes de gobierno que desinforman, del Grito de Dolores con juegos pirotécnicos y sabor a atole; del verde, blanco y rojo con el águila bien puesta sobre el nopal devorando la serpiente. ¡Viva México, cabron@s!
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