A pesar de las costosas incitaciones (miles de millones gastados en propaganda y en eventos) el pueblo ve con indiferencia los macroaniversarios. ¿Y por qué podría tener júbilo? Cualquier ciudadano más o menos avispado se da cuenta de que todos los días el gobierno hace una nueva renuncia a nuestra soberanía, al grado de que nos estamos convirtiendo en un protectorado. ¿Por qué celebrar entonces la Independencia? ¿Y la Revolución? No sólo se han incumplido sus propósitos, sino se han traicionado. Una oligarquía, si cabe, más voraz y poderosa que la porfirista está determinando el manejo del gobierno. ¿Y la democracia que provocó el estallido original? La actual es un esperpento de elecciones irregulares y manipulación mediática. La desigualdad que provocó la revolución más profunda entre 1912 y 1915 es hoy tan monstruosa como antaño.
En 1910 la gente celebró con genuina alegría el primer centenario de la Independencia. Tenían razón. Se estaba viviendo una etapa de paz y prosperidad de más de 30 años sin precedente y se había consolidado el Estado. Hasta lo profundo de las sierras la gente se sentía que formaba parte de algo que iba saliendo bien.
Pero yo veo hoy algunos motivos para sentirnos reconfortados. Para empezar no tenemos el candor de nuestros bisabuelos y abuelos. Ellos tenían un optimismo trágico por irreal. Celebraban la República cuando estaba a punto de estallar. Hoy estamos mal, muy mal, pero estamos concientes de ello. Bulnes en 1906 decía que había paz en todas partes menos en las conciencias, y hoy las conciencias están mucho más despejadas y alertas que entonces. Empezamos a darnos cuenta de que en 1910 perdimos la oportunidad de modernizarnos por la ceguera y voracidad de una oligarquía. Y hoy empezamos a entender que la oligarquía vigente es el único obstáculo para el cambio y la modernización.
México se ha levantado de su lecho de enfermo agónico varias veces. Tiene energías creadoras que se han utilizado en una pequeña escala. Existe un impulso para cambiar y mejorar que percibimos quienes trabajamos en la base popular y que ni sospechan aquellos que desde el poder y los poderes contemplan las cosas con amargura. Algo profundo se está moviendo en México desde abajo. Una revolución cultural silenciosa e ignorada ha venido trabajando en las últimas décadas. Es algo insólito y digno de celebrar.
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