sábado, 12 de junio de 2010
"Si México hubiera ganado, hubiera sido otro pedo"
Gustavo Sánchez/SDP
11 de Junio, 2010
Mientras los medios presumían una afición mexicana eufórica por el empate 1-1 de la selección mexicana contra Sudáfrica, la realidad en la calle era otra.
Ciudad de México - A las 9 de la mañana, de este viernes 11 de junio, hay esperanza. Y televisiones por todos lados. El sonido de los cronistas se escucha hasta en la calles. Hay, incluso, basureros que traen en su camión una pequeña televisión con antena. O taqueros que, por primera vez, colocaron monitores en sus puestos para ver el juego de la Selección Mexicana contra Sudáfrica.
En tanto, el Zócalo es un estadio. Se escuchan chiflidos, porras, cornetas, matracas, cánticos. La emoción está a flor de piel. Y dos colores abundan: verde y negro, los de las playeras oficiales del tricolor.
Dos pantallas gigantes, patrocinadas por el FIFA FAN FEST, atrapan la atención de miles. Mientras que una más, está dedicada a los que llegan tarde, pues se transmite apenas la repetición del partido que transcurre sin goles.
Los jugadores prenden al público. Y también provocan corajes. Aunque las decisiones del árbitro son las más odiadas, ya que un gol de México es anulado.
La gente levanta las manos. Las mueven todas juntas. "Es buena vibra", dicen.
Siguen viendo el partido. Y llega el medio tiempo.
No cabe ni un alma más en la Plancha del Zócalo, por lo que la gente se esparce por las calles, que desde la madrugada están cerradas a la circulación vial.
Continúa el partido. Se vuelven a levantar las manos al Cielo. A escuchar más gritos de apoyo. Hay gente que hasta a su perro se trajo. Ya pocos lucen adormilados. Todos están pendientes. Y llega un gol... en contra, que cae pesado en el ánimo. La fiesta se pierde. En el lapso de las repeticiones del gol de la Selección Sudafricana, las porras se alejan de la Plaza.
Hay gritos, pero son descontinuados. La efervescencia futbolera ya no es la misma que en un principio. Entonces, miembros del SME observan a lo lejos, desde su campamento.
A unos minutos de que termine el partido, el gol tan ansiado llega. La gente brinca, grita. Y regresa la fiesta... un breve lapso. En la celebración, se disparan papelitos tricolores. Se vuelven a escuchar las cornetas y también los aplausos.
El comentarista asegura que "aún se puede ganar", cuando faltan menos de 10 minutos del final. El público se paraliza. Sólo observa las pantallas gigantes. Pasan los minutos y no pasa nada. Termina todo en un empate.
En cuanto el árbitro pita, se observan caras largas. Hay quienes toman decisiones: "Ya mejor no vamos al Ángel". Hay quienes extrañan su casa: "Vámonos de regreso". Realmente nadie festeja nada, hasta que alguien con una cámara de televisión se los pide.
En el camino sobre la calle Francisco I. Madero, un niño le explica a quien al parecer es su hermano: "Hubieran sido 3 goles (de México". El hermano mayor mejor no responde y sigue caminando.
En el Metro, abierto sólo hasta la estación Allende, van varios con su cara pintada de verde, blanco y rojo.
Un señor, antes de bajar en la estación Hidalgo, le dice a su esposa: "Si México hubiera ganado, hubiera sido otro pedo". La señora sólo asienta con la cabeza. Y se bajan rápido del vagón.
Pasadas las 12 del día, hay aproximadamente cien personas en el Ángel. Algunos alcoholizados pero todos festejando el empate de la Selección.
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