sábado, 12 de junio de 2010
La domesticación llega al DF
Bernardo Bátiz V.
Espero que aún siga vigente el texto del artículo 16 constitucional en los términos en que aparece en la edición de 2009, que tengo como la más reciente en mi librero; la colección de ejemplares de la llamada Carta Magna cubre un largo entrepaño, las reformas son tantas, tan diversas y dispersas, que no es fácil estar al día
Pero bueno, en mi ejemplar aún puedo leer: “Artículo 16. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, (ojo: domicilio), papeles o posesiones si no en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento”.
Más adelante, otro párrafo del mismo precepto dice: “En toda orden de cateo, que sólo la autoridad judicial podrá expedir y que será escrita, se expresará el lugar que ha de inspeccionarse, la persona o personas que hayan de aprehenderse y los objetos que se buscan, a lo que únicamente debe de limitarse la diligencia, levantándose al concluir un acta circunstanciada ante dos testigos…”
Son estos límites o barreras a las facultades de la autoridad parte de las garantías individuales, cuya protección puede exigirse por vía de amparo y mediante las comisiones de derechos humanos, pero, ¿se respetan esas garantías en nuestros agitados días? Sin duda no, en cada vez más casos lamentables.
Sabemos de cierto por los medios de casos de atropellos a garantías, se conocen otros por versiones que corren de boca en boca, siempre se trata de incidentes en los que el Ejército, la Marina o la Policía Federal, obedecen ordenes o se exceden en ellas y sin cumplir con los requisitos constitucionales, detienen vehículos, los revisan, y molestan a sus ocupantes. En comunidades alejadas, rancherías o ejidos, llegan como si se tratara de territorio enemigo, cierran las calles, se introducen a las casas, apresan a los que buscan y si no los encuentran, a otros en sustitución.
Lo sabíamos de lejos, hoy ese ablandamiento de la población, ese repetir, so pretexto del combate a la delincuencia organizada, violaciones diversas a garantías individuales, tocó al Distrito Federal en un barrio popular y tradicional, la colonia Roma, por el rumbo del pueblo de Romita, antiquísima villa extramuros de la ciudad todavía semilacustre en el siglo XIX.
Los marinos mexicanos, a manera de los marines gringos, tomaron por la fuerza, con armas largas, enmascarados y a la medianoche, una modesta casa de huéspedes para detener a los indefensos y semidesnudos inquilinos, los mantuvieron esposados varias horas, rompieron puertas, según las víctimas, robaron celulares, dinero y otras pertenencias y todo para llevarse una bolsa con parafina para fabricar velas, glicerina y alguna otra sustancia inofensiva.
Las garantías individuales. Bien gracias. Estamos en otra realidad, en un estado de sitio no declarado, vivimos un proceso de domesticación lenta pero constante, pareciera que no hay marcha atrás, la autoridad pretende dos cosas, aparecer a ocho columnas y salir en el mejor horario de la televisión, pero también convencernos de que en el combate a la delincuencia organizada todo se vale y no tienen límites. Se restringen así y vulneran las garantías individuales todos los días, policías y militares en carreteras en aeropuertos, detienen y revisan, implementan operativos a partir de denuncias anónimas o con motivo de acusaciones dudosas de testigos protegidos y ahora en pleno Distrito Federal se llegó al extremo de allanar un domicilio con toda la fuerza de las armas, sin orden judicial y por una vaga sospecha que inicialmente se atribuyó a información de la DEA.
Antes de que sea tarde, los ciudadanos debemos señalar estas acciones atropelladas e inútiles, que las comisiones de derechos humanos investiguen, que las autoridades del Distrito Federal, llevadas al poder por votos informados y libres, de izquierda, actúen y exijan cuentas a las autoridades federales. Si no protestamos, cuando menos, es que ya nos estamos acostumbrando a la domesticación.
jusbbv@hotmail.com
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