Jacobo Zabludovsky
Bucareli
19 de abril de 2010
Unir era el verbo. La primera mitad del sexenio se dedicó a la conjugación del verbo unir. En las históricas reuniones del salón de la Tesorería, en discursos de sobremesa, en mensajes a hombres de negocios, en declaraciones de guerra contra los narcotraficantes, en llamados para combatir la crisis económica, en convocatorias contra la epidemia de gripe, en todas las ocasiones posibles el verbo unir venía a llenar los vacíos frecuentes en el discurso presidencial. Con llamados a la unión se rellenaban huecos que la distancia y la realidad hacen más notorios.
Los mexicanos unidos saldremos adelante. En la unión está la fuerza. Nuestros enemigos quieren vernos desunidos. No les daremos el gusto, unámonos. En algún Bucareli documenté la frecuencia de tan insistentes llamados a la unidad y quizás a eso se deba un repentino cambio de verbo favorito que coincide, el cambio, con la iniciación del segundo y último tramo de este periodo de gobierno. Ahora está de moda percibir cosas, riesgos, peligros, agresiones, conjuras y campañas. Es una percepción, se dice, y a ese fenómeno mental colectivo se atribuyen los problemas no resueltos. No sabemos, no nos enteramos, no nos damos cuenta de los hechos que ocurren ante nuestros ojos. Percibimos.
Los primeros síntomas de percepción se manifestaron en el presidente Felipe Calderón cuando declaró que no debemos hablar mal de México en el extranjero porque generamos una pésima percepción de nuestro país.
La epidemia de percepción se contagia más aprisa que la del sarampión y ha enfermado a personas cercanas a don Felipe. Víctima temprana, la señora Gloria Guevara Manzo dio señales de percepción al estrenarse como burócrata ante la prensa. Un periodista malvado, que los hay, le preguntó si el desplome del turismo es sólo una percepción y si el gobierno federal trabaja un plan concreto para detener la fuga de turistas provocada por la violencia. “Sobre inseguridad no voy a hablar”, dijo doña Gloria. ¿Entonces sobre qué? se preguntaron los colegas guardando los avisos de las agencias Yesawich y Partnership sobre 67% de cancelaciones de viajeros de Estados Unidos y 87% de los de Canadá, por los crímenes y la inseguridad”. Los periodistas percibieron que la secretaria de Turismo, ex ejecutiva de una agencia de viajes, probaba que no es lo mismo ser cantinera que borracha. Al pasar de un lado al otro del mostrador su percepción de las cosas cambió radicalmente.
Mientras la secretaria enmudecía estallaba una bomba en un mercado de Cuernavaca, la ciudad de la eterna balacera, y en la Costera de Acapulco a las dos de la tarde se libraba una batalla entre policías federales y miembros del cártel de los Beltrán Leyva, con un saldo de siete muertos. El señor Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, víctima de la epidemia, percibe que “la violencia no la genera una autoridad… la generan la hipocresía… el silencio”. Las fiebres propias de la percepción le impiden recordar la miseria, la corrupción, la impunidad, la ineptitud y la declaración de guerra al narco sin más armas que la carabina de Ambrosio como causas de las 23 mil muertes violentas en tres años.
El dinero puede ser vehículo de contagio de la percepción, según la conducta errática del señor Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, cuando dijo a los diputados “sin duda hemos hecho bien la tarea, hemos ganado credibilidad y tenemos la mitad de pobres que hace 20 años”. Más tardó en decirlo que los diputados en correr a vacunarse, apanicados por la enfermedad.
Visitante frecuente de Los Pinos el señor Javier Lozano, secretario del Trabajo, percibe que el desempleo ha bajado en México. El mismo día el especialista Enrique Quintana demostró con cifras que tenemos un déficit de más de un millón de empleos formales por año, déficit que crecerá al ritmo del crecimiento de la población activa de México que promedia un millón 400 mil anuales.
Alarmados los médicos ante la pandemia descubren que tal vez lo que padecía don Quijote era una percepción aguda que lo llevó a confundir molinos de viento con gigantes, prueba de que es padecimiento antiguo y en el caso del manchego había llegado a una etapa tan avanzada que le fue secando el seso, locura que Cervantes atribuyó al mucho leer y al poco dormir. Asombra el hecho de que el hombre haya llegado a la luna y sin embargo la percepción siga siendo un padecimiento incontrolable que puede lesionar algunas células cerebrales. No se han registrado oficialmente casos tan extremos en México.
Dicen que en Canadá están probando una vacuna mejorada.
lunes, 19 de abril de 2010
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