Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
30 de marzo de 2010
Ya no sé que me provoca más náuseas, la larga y maloliente lista de perversiones y abusos de Marcial Maciel o la cínica dizque petición de perdón que en defensa de su fundador acaban de hacer los Legionarios de Cristo.
El texto es una suma de mentiras, sofismas, interpretaciones y manipulaciones tan torcidas como la mente criminal del que siguen llamando padre. Dicen que les llevó tiempo “asimilar esos hechos de su vida” porque esperaban que las acusaciones “fueran falsas e infundadas, pues no correspondían a la experiencia que teníamos de su persona y de su obra”; acusaciones en las que “se incluían actos de abuso sexual a seminaristas menores”.
Por supuesto que se tardaron, más de medio siglo, porque desde entonces datan las primeras denuncias contra las trapacerías de Maciel. Luego insisten en justificar esas aberraciones, una vez más por “la obra” ¿Cuál obra? Dónde están la caridad, el bien común, el consuelo a los pobres y los enfermos, la defensa de los más débiles. Hay que decirlo con todas sus letras: “la obra” de Marcial Maciel es una gran empresa comercial que ha sido muy productiva para El Vaticano que, por la misma razón, ha encubierto el pudrimiento interno de los Legionarios de Cristo. No hay, pues, en “la obra” nada inspirado en los principios cristianos de entrega a los semejantes. Por el contrario, los semejantes le eran entregados a Maciel para que abusara de ellos; no sólo de los seminaristas menores sino aun de niños, incluso los que procreó con ese propósito. El se fabricó sus coartadas perfectas: seminarios, universidades, escuelas y sus propias familias —porque fueron varias— para disponer de un hato permanente de víctimas que satisficieran los instintos perversos que lo marcaron toda su vida ¿Exagerado hablar de un hato? Qué va. El se hacía acompañar por alumnos e hijos para cruzar medio mundo en viajes exclusivísimos y carísimos para practicar la zoofilia en destinos exóticos. Le excitaban igual hombres que animales. Y eso era un secreto a voces al interior del llamado Regnum Christi. Por eso irrita que el actual director, Álvaro Corcuera y la plana mayor de los Legionarios hablen de “acciones reprobables” en contra de varias personas. No. Un acto reprobable es pasarse un alto; o equivocarse en un programa escolar. Lo que Marcial Maciel perpetraba no era reprobable, era abominable.
Casi tanto como expresar “nuestro dolor y pesar a todas y cada una de las personas que hayan sido dañadas por las acciones de nuestro fundador… y del sufrimiento que este escándalo ha causado a la Iglesia”. Así que, ahora resulta que es el escándalo —causado por los medios, obvio— el mal mayor y no los actos deleznables de Maciel los motivos de vergüenza y contrición.
Hay, además, en el comunicado una falaz visión de distancia temporal y aislamiento. Como si estos crímenes hubieran ocurrido hace demasiado tiempo y como si se hubiesen limitado a un ámbito cerrado y aislado intramuros. No es así. Hay muchos legionarios pederastas de tercera generación que —como en el Instituto Cumbres— también asimilaron esas enseñanzas infames de su padre. Tampoco pueden invocar a Cristo para que repare el daño. A Cristo lo han traicionado. Por eso, la justicia tiene que ser terrenal y la PGR —tan buena para perseguir mujeres indígenas— tendría que estar indagando sobre la integridad de los niños y jóvenes a cargo de estos impostores llamados Legionarios de Cristo. Y los que resulten responsables ser juzgados y sentenciados como debió haberlo sido Marcial Maciel. Como un delincuente. Como un criminal.
Sí, tiene razón Virgilio Caballero, el comunicado es todo un monumento a la hipocresía. Y es que, como dice la irreverente cantante Sinead O’Connor, los curas pederastas actúan como si Dios no
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