El despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti
Mi artículo Oteando un horizonte sombrío”, publicado la semana pasada, provocó una reacción muy viva entre mis lectores. No me propuse provocar preguntándoles qué van a hacer por México en esta hora sombría, pero estuvo bien. La mayoría critican el movimiento de AMLO, al que pertenezco, tachándolo de tibio. Dicen estar hartos de la vida pacífica y de confiar en las urnas para tomar el poder. Quieren que paralicemos el país y exijamos la renuncia de Felipe Calderón.
Esta respuesta insólita que se va extendiendo es producto de la exasperación. Asesinatos, violencia, impunidad, carestía, impuestos. Y algo que los políticos y muchos analistas no perciben: la conciencia popular ha crecido y la inconformidad sube de nivel. La semana pasada en una manifestación en Ciudad Juárez, Chihuahua, se pidió la renuncia de Calderón. Un grupo de jóvenes intenta conseguir un millón de firmas pidiendo que dimita. En peseras del estado de México he visto pegotes que proclaman el hartazgo. Parece que la manipulación perversa de la opinión pública que hace la televisión pierde poder.
Nuestro movimiento es una vía para canalizar el descontento y que éste no desborde. Si un movimiento de cientos de miles paraliza el país o produce estallidos de violencia, la represión sería salvaje. La resistencia civil sin organización está destinada al desastre. ¿Quién respondería por la destrucción y la muerte? Nuestra convocatoria a ganar el poder a través de elecciones es pacífica, pero no tibia. Es una forma de patriotismo eficaz.
Tres años creando en todos los municipios, en todos los distritos electorales, una red de activistas. Una verdadera maquinaria política al servicio de un nuevo proyecto alternativo. Tenemos una propuesta, 10 puntos claros. Queremos que el Estado sirva a la nación. Que los monopolios y los privilegios declinen, que volvamos a crecer y empecemos a redistribuir. Queremos una revolución de las conciencias.
Nuestra propuesta no es retórica. Sin prisa ni pausa nos organizamos. Sin eso de nada servirían los movimientos multitudinarios. Nuestros adversarios están bien articulados, porque los unen intereses concretos, son egoístas y miopes, apátridas, pero su poder aún es temible.
No queremos imponer un proyecto. Creemos en la democracia. En 2012 la gente tendrá que decidir si quiere seguir en lo que hoy les ofrece la oligarquía o la partidocracia o prefiere un cambio a fondo. Hasta hoy todas las revoluciones violentas han desembocado en nuevas oligarquías.
jaorpin@yahoo.com.mx
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