Legitimar a Salinas inició el proceso de derechización: académicos
Periódico La Jornada
Lunes 25 de enero de 2010, p. 7
Lo que en 1988 empezó como una “alianza estratégica” con el Partido Acción Nacional (PAN) para convalidar la cuestionada elección de Carlos Salinas se convirtió para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el primer paso en un proceso de derechización que, a 22 años de distancia, prácticamente eliminó las fronteras ideológicas y de principios.
Esta “identificación” entre ambos partidos no es nueva ni fortuita, coinciden en entrevista con La Jornada investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de El Colegio de México.
Se basa en la “necesidad” del gobierno salinista, que continuó Ernesto Zedillo, de impulsar reformas neoliberales que terminaron por entregar los bienes nacionales a la iniciativa privada y por abrir, con todas las desventajas imaginables, el comercio y la economía nacional al extranjero.
“Más allá del discurso, a dirigentes, legisladores y gobernadores del PRI hay que juzgarlos por su colaboracionismo total con el PAN. Ahí están las reformas constitucionales a los artículos 130 y 27, o el reciente intento de privatizar el petróleo y el incremento a IVA e ISR. Por sus hechos los conoceréis”, secunda a su vez Manuel Bartlett, ex secretario de Gobernación y de Educación Pública.
Para Álvaro Arreola Ayala, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, con especialidad en partidos políticos, sistema electoral y élites políticas regionales, “panistas y priístas se sienten cómodos” con esta “alianza estratégica”, aun cuando los últimos hayan perdido en el camino “sus maneras y mecanismos de origen”.
Reynaldo Ortega Ortiz, doctor en ciencia política por la Universidad Columbia y docente del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, sostiene a su vez que esta “empatía” entre partidos originalmente distintos es resultado de un vaivén de debilidades y falta de legitimidad en sus respectivos gobiernos.
Si en su momento el PAN jugó el papel de partido “bisagra”, cuando Salinas necesitó legitimar “una elección fraudulenta”, el PRI hizo lo propio en 2006, cuando Felipe Calderón requirió del apoyo tricolor para asumir la Presidencia.
“A finales de los 80 se da una empatía clara, y la sigue habiendo. Hay una convergencia en el proyecto de liberalización económica de Salinas con los panistas del norte y centro-occidente del país, tanto como con el ala (más) católica del Partido Acción Nacional en la reactivación de las relaciones con el Vaticano y el reconocimiento de las iglesias”, afirma Ortega Ortiz.
Arreola Ayala, en tanto, puntualiza que uno de los elementos que pueden aclarar la razón de esta “alianza estratégica” que emparenta al PRI y al PAN es la falta de consolidación del sistema de partidos en México. En ese acuerdo, la corriente histórica del blanquiazul se ve rebasada por el llamado “neopanismo de Diego Fernández, de El Yunque y los dhiacos, entre otros”, mientras que en el tricolor se sobrepone el grupo neoliberal.
“Lo grave es que ese grupo de panistas, al capturar la toma de decisiones para imponer candidatos, vuelven a su partido en un vehículo para ganar el poder y hacer grandes negocios, todo esto avalado por el silencio del PRI”, asegura el investigador de la UNAM.
Tesis que, agrega Bartlett, se reproduce en el Revolucionario Institucional. “Hoy el control del partido se da a partir del manejo de grandes recursos económicos, de los cuales la dirigencia no da cuenta y que para este año es cercano a los mil millones de pesos, así como del palomeo de las listas de candidatos. Se da la paradoja de que, con este control, un personaje como Emilio Gamboa se convierte en el gran destapador de aspirantes, o de que Manlio Fabio Beltrones se erija como un poderoso senador, cuando como coordinador de campaña de Roberto Madrazo fue responsable de la peor catástrofe electoral del PRI”.
Temas más recientes, como el matrimonio entre homosexuales, la adopción de niños por estas parejas, el aborto o la injerencia de la jerarquía católica en cuestiones políticas, confirman esta cercanía ideológica entre ambos partidos.
“Si uno ve cómo se han aprobado en las legislaturas locales estas leyes en contra de la posibilidad de interrupción del embarazo vemos una coalición muy clara entre panistas y priístas. No es sólo una posición a nivel de dirigencias nacionales, sino en los estados. En el caso del PRI, siendo su dirigente –Beatriz Paredes– alguien que en principio tenía convicciones liberales, hoy vemos que se mantiene al margen”, señala Reynaldo Ortega.
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