miércoles, 27 de enero de 2010
Los enfermos de alianzas...Desaparecer a la izquierda, trasfondo
Ciudad Perdida
Miguel Ángel Velázquez
La nueva enfermedad se llama alianzas. Contra ella no hay cura ni vacuna. Cuando pega, es que la promiscuidad política alcanzó su fase más elevada, y todas las defensas ideológicas se han perdido. El infectado muere irremisiblemente repudiado por todos, aunque su salud financiera sea inmejorable.
Lo peor es que parece que nadie se salva del mal, aunque, a decir verdad, hay diferencias. Para nadie sería extraño un matrimonio PAN-PRI, nadie podría llamarse a engaño si estos dos corrieran por el mismo carril, a fin de cuentas desde hace más de un cuarto de siglo persiguen lo mismo, casi con los mismos métodos, y casi con los mismos hombres.
Grave resulta que la izquierda, o parte de ella, busque conjugar el interés de aquellos a quienes se supone representa, con lo más opuesto a su filosofía, para tratar de trepar al poder, conscientes de que el resultado de su mezcolanza será el mismo: gobiernos ricos y pueblos paupérrimos.
La gente lo dice a su modo: “Esa película ya la vimos”, acierta el parroquiano que de inmediato obtiene la aprobación de los amigos que lo rodean en la mesa banquetera de un cafetín de la Condesa. “Dijeron que cambiarían al país. Sacaron la marrullería, el robo y la intransigencia priísta de Los Pinos, y pusieron al panismo marrullero y ladrón, blindado de la ignorancia y la estupidez panista, y ya ven cómo nos ha ido”.
“Pero entonces no hubo alianzas”, interrumpe el del capuchino en taza grande. “No entiendes”, tercia otro, el último en llegar a la tertulia. “Entonces no había tanto descaro y cinismo, que no es lo mismo. ¿Quién si no el PRI fue el que le entregó el poder al panismo? Por eso pasó todo lo que pasó. Si aquella elección hubiera sido ahora, Cárdenas no hubiera sido candidato, se la habrían dado al mismo Fox, y sin chistar.”
La plática se desvió porque en el ánimo de aquellos parroquianos había otras cosas de mayor interés que discutir, pero se inició cuando uno de ellos comentó las declaraciones de Alejandro Encinas, líder perredista en la Cámara de Diputados, en apoyo a la señora Xóchitl Gálvez como candidata a la gubernatura de Hidalgo por el PRD y el PAN, en alianza.
Y es que lo que pasa en entidades como el estado de México o Hidalgo ahora tiene importancia para la gente del DF, y el maridaje, inimaginable hasta algunos años, entre esas dos expresiones políticas absolutamente contrarias, sólo puede tener un destino: la desaparición de la izquierda.
La señora X (Gálvez) es, se quiera o no, la alumna más distinguida de Vicente Fox. Su admiradora y, también por ello, la más descerebrada de todos los panistas, lo que asegura que se habrá de convertir, como mandataria de Hidalgo, en la más acérrima enemiga de las causas que proclama la izquierda, y también en más de lo mismo para el pueblo hidalguense.
Esto, que más que adivinarse se puede adelantar, hará que la gente culpe al PRD de cuando menos servir de cómplice a una forma de gobierno: la panista, que durante los últimos nueve años ha mostrado cómo no se debe gobernar. Más pobreza, más endeudamiento, más angustia para quienes no tienen nada. Eso es el signo de los panistas.
En una entidad como Hidalgo, agobiada por la pobreza, un gobierno azul sería un suicidio, pero eso, hasta donde se puede observar, no le importa a la dirigencia del PRD, que a fin de cuentas lo que busca es cómo tener presencia en ese estado, es decir, cómo obtener parte del botín en que se ha convertido cada uno de los gobiernos de la República.
Y es por eso, también, que el PRI y el PAN andan de la greña. No es que vayan a marcar diferencias por sus formas de gobierno, a fin de cuentas son lo mismo, sino que uno y otro tratan de quedarse con los negocios que les significa un gobierno estatal. Así que no hay que confundirse. Basta con la confusión que cargan los líderes perredistas.
De pasadita
El próximo jueves está marcado en la agenda del jefe de Gobierno del Distrito Federal con letras rojas. Se reunirá con tres personajes que jugarán un importante papel en el arranque formal de su carrera por Los Pinos: Fernando Zurita, gente ligada a Marcelo desde hace mucho tiempo; Manuel Solares, quien responde a los intereses de su tocayo Manuel Camacho, y Jesús Valencia, quien ya presentó su propuesta de campaña en estados como Nuevo León. Dicen que sin que Ebrard lo supiera, sin que estuviera terminado, asegura el propio Valencia. ¿De qué se trata?
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