Raymundo Rivapalacio
November 4, 2009
— 12:00 am
Por alguna razón inexplicable, al presidente Felipe Calderón le gusta abrirse flancos de batalla en forma simultánea, donde pelea incluso con quienes podrían ser sus aliados tácticos. El nuevo escenario de lucha, brevemente aplazado por el fuego del presupuesto y el conflicto con el Sindicato Mexicano de Electricistas, es el PAN. Calderón ha decidido, en estos momentos de turbulencia externa, abrir el fuego interno contra enemigos conocidos, la extrema derecha en su partido y quienes no se han alineado ideológicamente con su proyecto. Dentro del gabinete y en la Cámara de Diputados, ya comenzó la persecución.
El primero caído de esa ala fue un aliado estratégico en la campaña por la candidatura presidencial, el senador Alberto Cárdenas, quien decidió declinar en la contienda para sumarse al esfuerzo de Calderón. El papel de Cárdenas había sido importante, porque al estar vinculado a los grupos de extrema derecha, ocasionó una fisura, particularmente en Jalisco, donde el gobernador Juan Manuel Oliva también responde a esos intereses. Cárdenas fue premiado con la Secretaría de Agricultura, que pareció eterna hasta que se acabó: veinte minutos antes de anunciarse que habría un nuevo titular en Agricultura, le informaron que estaba cesado. Cárdenas estaba furioso, pero no hizo ningún escándalo; actuó institucionalmente.
El siguiente en caer fue el procurador Eduardo Medina Mora. Aunque hubo razones objetivas para despedirlo desde octubre pasado por su ineficiencia en el cargo, y más adelante por haberse negado a utilizar políticamente la procuración de justicia, su remoción se inscribió en la parte final de su caída, según personas que conocieron el proceso de toma de decisiones en Los Pinos, a sus “traiciones” políticas. Pese a la oposición de miembros de su familia y varios de su círculo más cercano, el presidente Calderón le perdonó que durante la contienda por la candidatura se hubiera aliado con Santiago Creel, que era el candidato del presidente Vicente Fox. En este sexenio, Medina Mora jugó dos cartas: la del gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y la de la coordinadora de la bancada panista en el Congreso, Josefina Vázquez Mota.
Vázquez Mota, que no da la apariencia de vulnerabilidad, ya está en la mira de los fusiles del calderonismo. En las semanas previas a la discusión sobre la Ley de Ingreso, Rogelio Carbajal, ex secretario general del PAN y actual asesor del secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, ha estado reclutando diputados para construir una corriente que remueva a Vázquez Mota del cargo. No está claro del todo que Cordero sepa de lo que está haciendo Carbajal –que bien podría tener una instrucción directa de Los Pinos-, como tampoco se ha dado cuenta Vázquez Mota que están tras ella. Al contrario, como sucedió desde que fue secretaria de Estado con Fox, su equipo ya empezó a promoverla como la candidata más fuerte del PAN a la Presidencia.
La diputada sí representa los intereses de la extrema derecha, y existe un plan para que pueda construirse desde el Congreso su candidatura presidencial, con el respaldo de otros grupos radicales. Vázquez Mota se siente con posibilidades, toda vez que tiene un respaldo financiero en el momento que sea necesario, el de Roberto González Barrera, presidente del Grupo Maseca y principal accionista de Banorte. González Barrera, quien siempre ha tenido fuertes lazos con el PRI, fue un contribuyente importante a la campaña de Calderón por la vía de Vázquez Mota.
La debilidad de Vázquez Mota se agravó aumentó durante las comparecencias de los secretarios de Estado. Fue muy criticada la manera como dejó que la oposición quemara en leña verde al secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que es uno de los miembros del gabinete más cercanos al Presidente. Tampoco ayudó que el fin de semana pasada, cuando necesitaba el PAN mostrar homogeneidad en la ratificación del rechazo de los senadores de ese partido a la exención de derechos a los nuevos concesionarios de telefonía celular, la coordinadora haya trabajado para que 45 de ellos rechazaran lo que hicieron sus correligionarios en la Cámara Alta. Carbajal no es su único enemigo. Otro es Francisco Ramírez Acuña, el presidente del Congreso, quien decía que una de sus misiones en San Lázaro sería contener a la extrema derecha del PAN: Vázquez Mota es hoy la cara visible.
El fuego amigo es amplio. El siguiente al que le ajustarán cuentas adicionales a las que ya tiene pendientes, es Agustín Carstens, a quien llaman “el presidente de la hermana república de Hacienda”. Aunque sacó el paquete fiscal que le pidió el Presidente, no le perdonan que haya soltado recursos a los gobernadores del PRI antes de la elección, y que en la Ley de Egresos se encuentren varios de ellos, como el del estado de México, Enrique Peña Nieto, entre los más favorecidos. Los panistas aseguran que Carstens tiene trabajando con él a priistas y que ha protegido a su coordinador de asesores, José Antonio González, pese a ser concuño del ex presidente Carlos Salinas.
El proyecto calderonista no acepta fisuras, sólo incondicionales. El apriete de tuercas a quienes no contribuyeron en el acoso a los priistas y a la extrema derecha que quiere arrebatarle la candidatura presidencial, ya empezó, y la persecución está en marcha. El 2012 ya arrancó, en efecto, y de una manera tan tortuosa que el camino, de no corregirse, puede tornarse aún más violento.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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