Desesperación
Autosabotaje de F. C.
Libreto de represión
Soldados en leva laboral
Julio Hernández López
La batalla argumental del calderonismo contra el SME no pasó la primera prueba, la de la confrontación con las respuestas dadas por los dirigentes de ese sindicato, y por ello se dio ayer el banderazo de salida a otra etapa del libreto represivo que las “autoridades” federales necesitan, el del “sabotaje” que permita establecer las condiciones para transitar hacia la etapa judicial, la de las averiguaciones previas, las órdenes de aprehensión y la persecución de los presuntos responsables, tanto los que supuestamente hubieran realizado esos actos de oposición y obstrucción como los “autores intelectuales” (¡ah, este par de palabras finales restituye aires del diazordacismo nunca suficientemente repudiado!).
Satanización y criminalización de los movimientos sociales, de la oposición, de la resistencia. Primero fue el linchamiento mediático para que la sociedad encontrara justificada la guerra santa del felipismo de los muchos pantalones (Fox encomiaba las faldas de Marta en su guerra contra Proceso) contra los malvados trabajadores electricistas del centro del país que ganaban muchísimo más que un ministro de la Corte, un secretario empresario o un cuñado hildebrándico y por cuya causa el país está en las miserables condiciones que hoy se le puede ver. Luego vino el sabadazo clásico, con la traición de Luis Felipe Bravo Mena que hizo como que atendía con gran disposición política a los dirigentes de un gremio al que horas después se les daría el golpe militar preparatorio de la instantánea liquidación (la jurídica, apenas).
Y ahora (cuando F. Luzifuer no ha podido sostener la veracidad de sus dichos en televisión nacional, los que han sido refutados claramente por los dirigentes del SME, específicamente Martín Esparza, que ha retado al creador del calderón nacional a debatir públicamente) se pasa a la etapa ruin de la contrainformación, la acusación insidiosa, la siembra del miedo y la acción directa de las militarizadas fuerzas policiales y el Ejército en leva laboral para restablecer la viabilidad del suministro eléctrico gravemente dañado por el sabadazo demencial que en los hechos constituyó un autosabotaje del calderonismo, un atentado a sí mismo, una demostración palmaria de los niveles a que se ha llegado en las copas de Los Pinos.
Es un libreto históricamente sabido (recuérdese el caso de la represión a los trabajadores ferrocarrileros encabezados por Demetrio Vallejo, bajo la presidencia de Adolfo López Mateos). Ayer en el portal de Internet de El Universal se publicó que “Autoridades federales confirmaron sabotaje en la falla de energía eléctrica que afecta a unos 4 mil habitantes de los fraccionamientos Arboledas, Valle Dorado y Mayorazgos, situación que se repite en otras localidades del estado de México”. Según la nota, “funcionarios de la Secretaría de Gobernación relataron” la historia del oportunísimo acto de presunta lucha desesperada de los trabajadores del SME.
Felipe Sabadazo se acogía mientras tanto a los beneficios de la santificación de sí mismo, convertido por decreto en Madre Teresa de Calcuta, defensor heroico de los pobres que él mismo ha producido en abundancia, declarante junto al significativo Mario Marín de que él, el autor de la frase “Por el bien de los robos, primero los pobres”, prefiere destinar los dineros públicos, que maneja como propios, a los 25 millones de mexicanos en miseria que a los 44 mil privilegiados cuya adscripción sindical no mencionó, por prudencia (Lipe ya no debe insistir en autodenominarse el presidente del empleo, por obvias y militarizadas razones, pero sí puede cambiar su nick para quedar como el presidente –es un decir suyo– de los pobres. Léase una breve parte del apasionado discurso pobretónico generado ayer: “Los pobres de México no tienen voz, los pobres de México que no tienen manera de ir y presionar, los pobres de México que no tienen grupos de poder, esos pobres son la prioridad del gobierno”).
Otro ejemplo de moderación era dado vespertinamente por JaVerdugo Lozano, el secretario del patíbulo laboral que ha declarado su opción preferencial por los patrones. Probablemente no hay energía eléctrica en su casa y oficina (ni tenían pila cargada sus alternativas portátiles), pues nunca se enteró, ni siquiera por los medios de comunicación, de que lo esperaban en una comisión de la Cámara de Diputados para que hablara sobre algunos asuntillos pendientes. Así es que no fue, pero comentó que no le había llegado el citatorio y algo se habló sobre confusiones y demás circunstancias tan benévolas que le evitaron presentarse a donde ya lo esperaban diputados opositores y ánimos electrizados. Más vale que digan aquí no se le notificó, que aquí (políticamente) murió, fue la prudente consideración del poblano ajusticiador.
Por la noche, el vocero del SME, Fernando Amezcua, informó lo que ya circulaba en las redes sociales de Internet, que militares llegaban a domicilios de trabajadores miembros del SME para obligarlos a que retomaran responsabilidades y ayudaran a evitar los continuos problemas que han sucedido en varios lugares. Helguera había puesto en su cartón del lunes, en La Jornada, titulado Algunos cambios, el emblema de LFC convertido en SS, con un hombre pequeño vestido a la usanza de los oficiales nazis.
Los asuntos eléctricos no han permitido darle la suficiente atención al caso Oaxaca que en la Suprema Corta de Justicia está por “resolverse”. Ayer apareció el apellido Fox, junto a sus subordinados Carlos Abascal y Eduardo Medina Mora, en las consideraciones críticas de algunos ministros (también se aludió a una persona llamada Ulises, que al parecer iba pasando por el lugar de los hechos). Pero todo apunta a que, en estos momentos de extrema gravedad, se habrá de exculpar a los altos mandos, para que a todo mundo quede claro que los movimientos sociales pueden ser reprimidos sin que a nadie luego se castigue; si acaso, verbalmente, a algunos operadores de piso. ¡Hasta mañana, en esta columna que está lista para marchar este jueves!
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