martes, 15 de septiembre de 2009

Astillero


Los gritos
Camposanto legislativo
Luchar de otras maneras
Julio Hernández López

Más bien parece un adelantado Día de Muertos. En las cámaras, el espantajo del 2 por ciento (impuesto antipobres, más que antipobreza) es declarado plenamente difunto por el muy vivo presidente de la mesa directiva del Senado, el saludador Navarrete, mientras su jefe real, Manlio Fabio Beltrones, en un clásico juego de legislador malo y legislador bueno, extiende certificado de plena salud combatiente a las pretensiones fiscales de la dupla Carstens-Calderón. En el camposanto institucional asoma la apuesta de cancelación de acta de bautizo que hace el opositor viajero, López Obrador, quien promete dejarse de llamar Andrés Manuel si no es cierto que el PRI y el PAN ya tienen un acuerdo hecho para aprobar medidas fiscales terribles contra el pueblo de México, aunque jueguen a aparentar forcejeos y disensos que a la hora de la verdad quedarán en la nada. El propio secretario de hacienda, muy Agustín, aporta fantasmas al escenario al advertir que los recortes presupuestales en secretarías por desaparecer, considerados a partir de enero próximo, significarán la creación (no vean el vaso medio vacío, sino medio lleno) de diez mil nuevos desempleos. Y por allí saltan, declarativos, el Cordero de Sedesol y la Chepina de la Cocina de San Lázaro para asegurar que la administración calderónica no tiene ninguna carta bajo la manga, ningún plan B, para enfrentar la posibilidad de que el plan feliPillo presentado a la cámara de diputados sea rechazado. ¡Ése es Felipe el Valiente y ésa es confianza en uno mismo, sí señor!
El susodicho Calderón cumple mientras tanto con rituales que harto le encantan, entre soldados y tanquetas, armas e uniformes, con protocolarios discursos inflamados de referencias al honor, a la disciplina, al cumplimiento del deber y el sacrificio de la vida en aras de la Patria. Ayer le tocó encabezar una ceremonia de clausura e inicio de cursos en planteles militares y llamó a los futuros oficiales de las fuerzas armadas a tener plena conciencia de la responsabilidad que les corresponde frente a un México cada vez más lleno de retos y dificultades. El general secretario, Guillermo Galván, aprovechó el foro para encomiar el fuero militar y asegurar que no significa privilegio ni impunidad.
El mundo verde olivo tratará hoy de garantizar que el acto tradicional del Grito no se convierta en expresión de inconformidad con el encargado de la silla presidencial que peores resultados ha entregado en la historia moderna de México. Fiesta popular sin cabida para disputas partidistas o ideológicas ha sido hasta ahora esa representación pomposa, pero la noción generalizada del peligro en que la Patria está ha producido una acelerada reacción de inconformidad que los aparatos de sonido, luces y distracción tratarán hoy de eliminar o cuando menos atenuar. En Morelia, otro ocupante cascado del poder, Godoy Lonol (se vale sobarse) anda en plena campaña de convencimiento para que la gente se acerque a la ceremonia del Grito, que el año pasado acabó entre detonación de granadas, muertos, heridos y espanto colectivo. Nada serio se ha dicho respecto a culpables y móviles, pues solamente se apresó a unos fallidos aspirantes a actores que frente a cámaras “ocultas” recitaron con pésima técnica algunos apuntes de inculpación que les habían redactado, incluso en ciertos pasajes con involuntaria producción cómica. Pero el gobernador de Michoacán invita a la fiesta, faltaba más. Podría pasarle la receta a su colega de Guerrero, Zeferino Torre Roja, quien ayer hizo renunciar a su procurador general de justicia, Eduardo Murueta, un día después de que ciudadanos exigentes de justicia marcharon por las calles de Acapulco, sobre todo referidos al caso de Armando Chavarría, quien fue diputado local perredista y jefe político del Congreso estatal.
En ese contexto de absoluta descomposición institucional, los seguidores del único líder opositor persistente se reunirán hoy en el Hemiciclo a Juárez, para dar su propio Grito. Ese punto específico será protagonizado por Clara Brugada, a quien se le ha cedido el momento cumbre como forma de reiterar el apoyo absoluto del movimiento de resistencia civil pacífica a quien ha debido sobrellevar los amargos trances de la lucha electoral en Iztapalapa, particularmente la traición y desmesura de quien se había comprometido a renunciar a un cargo al que fue llevado por ese mismo movimiento y ahora pretende adjudicárselo como propio y, aún peor, abrirle las puertas a partidos e intereses totalmente distintos de aquellos que formaron la plataforma social y política que le dio un triunfo nominal en las urnas.
La reunión en el Hemiciclo servirá también para que López Obrador fije una postura amplia respecto a lo que está sucediendo en el país, entre otras cosas la disminución del ánimo combativo y la percepción de que las luchas tradicionales (el simplismo electoral, las movilizaciones por sí mismas, los discursos críticos) de poco van sirviendo ante un panorama cada vez más complicado, que requiere lecturas políticas precisas y planes de lucha concretos, no más palabras de buena voluntad transformadora ni convocatorias a tareas difusas que en el fondo podrían parecer sólo una forma de entretener.
Hoy, México está pasando de los silencios y los susurros a una expresión sonora que en las alturas tapiadas no pueden y no saben escuchar. El grito, los gritos de este México saqueado, acribillado y con poca esperanza, deben ser bien escuchados por el único líder con capacidad de movilización y combate. De otra manera, el activismo de siempre, las proclamas adivinables, las críticas de rutina, sólo irán abonando la impresión de que la lucha social necesaria ha sido entrampada en la obsesión electoral, en los cálculos de corto plazo, en la falta de visión profunda y completa. El grito. Los gritos. Y, mientras en San Luis Potosí el enojo social lleva a lanzarle huevos al gobernador Marcelo de los Santos, que al fin va de salida, ¡hasta mañana, en esta columna jornaleramente bailadora!
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