Julio Hernández
El chuchismo ha avanzado un grado en la toma de la burocracia política: Carlos Navarrete (versión masculina y políticamente mejor elaborada que la diputada Ruth Zavaleta, su antecedente en la otra cámara) ha arribado a la presidencia de la mesa directiva del Senado para dar muestra de institucionalidad, primero que nada, reconociendo a Felipe Calderón como presidente de la República (a pesar de los acuerdos de su partido en sentido contrario e irónicamente cuando el mencionado funcionario de facto está en sus peores momentos) y para servir de contraste envenenado que los medios de comunicación involucrados en la jugada habrán de descubrir y encomiar frente a las posturas de la otra izquierda, la rústica y atrasada, la que no sabe negociar y triunfar, la que derrocha su capital político a diferencia de los nuevos estadistas, modernos, dialogantes, de la magna y sabia escuela Chucha.
Pero Carlos Navaleta no llega a ese cargo solamente para extender un certificado de plena salud a los despojos del calderonismo. El horizonte de servicio a la carta pasa por las habitaciones del priísmo, en especial las del jefe político real del Senado, Manlio Fabio Beltrones, quien se ha hecho a un lado del máximo cargo formal de esa cámara para dejarla al buen colaborador que ha sido hasta ahora el mencionado perredista guanajuatense. Favor con favor se paga: Ruth Zavaleta se había hecho a un lado el 1º de diciembre de 2006 en San Lázaro para dar paso a Beltrones que así pudo cumplir con el ritual descuadrado que permitió a Calderón asumirse como gobernante legal y al priísta sonorense como vicepresidente virtual. Ayer por Manlio, luego por Ruth, hoy por Navarrete.
El manejo real de la política senatorial seguirá, obviamente, en manos del priísmo manliofábico, aunque el personaje Navaleta tendrá a su disposición un amplio catálogo de frases y actitudes teatrales que le permitan fortalecer la imagen del Buen Izquierdista Moderno. Entre más crezca Carlos (Navarrete), más se podrá explotar la comparación entre el destino de la oposición positiva y los malos resultados del izquierdismo activo en las calles y ríspido en los salones de la institucionalidad. Lo importante, en la estrategia del otro Carlos (Salinas), es restringir el ámbito de la competencia para que sólo queden participantes arreglados: sea Peña Nieto o Beltrones el candidato presidencial priísta, se necesita una oposición de izquierda domesticada para que convalide los resultados de la alternancia pripánica negociada. Una manera, elemental, de desplazar del escenario a la izquierda mala es inflando a la buena, dándole triunfos y concediéndole ganancias prácticas. Así sí gana la gente (de los Chuchos y del salinismo en sus dos principales precandidatos).
El Gran Caldero se prepara mientras tanto para su informe privado, en el salón de fiestas mejor conocido como Palacio Nacional, luego que los chicos malos del PRI le hicieron sufrir porque se le habían olvidado algunas lecciones básicas de constitucionalismo. Primero, al Congreso; después, al jolgorio particular, ha sido la plana que con lápices de tres colores le han mandado hacer en castigo por su acelere original. Y luego el niño Cesarín Nava, que le ha pedido a la oposición (es decir, a la mayoría en la cámara de diputados) que se porte bien, con altura de miras y que apoye el programa de reanimación económica que propondrá el lic. Calderón que según eso tiene el poder y no está en la oposición (no me defiendas, compadre, podría decir el arrinconado Felipillo). Por lo pronto, los medios electrónicos de comunicación acribillan al público con comerciales vacuos que pretenden dar cuenta de las presuntas grandezas cometidas en este año trágico, el último en que Felipe el Valiente se mandó sólo (a partir de ahora tendrá niñera de tres colores). Tan urgido está el citado Lipe que en la radio él es el locutor que narra las hazañas supuestamente realizadas por sí mismo. ¡Recuérdame!, pide el Gansito fuera de refrigerador.
López Obrador manda decir por medio de boletín que Juanito debe cumplir su compromiso, como si su desatada criatura estuviera para escuchar recomendaciones. Las andanzas del Hijo Desobediente son usadas, naturalmente, por los adversarios del precandidato presidencial de 2012 para enfatizar desviaciones y errores graves en la estrategia del líder máximo, y del lado del propio movimiento cívico no surge la autocrítica que permita remontar con decoro el pésimo momento que se vive por una traición lumpenesca. Juanito ha sido la exhibición descarnada, cínica y contundente del arribismo y el oportunismo que rondan en los altos círculos de ese movimiento y, sobre todo, en la asignación de cargos, candidaturas y responsabilidades. Juanito ha carecido del oficio político para enmascarar sus ambiciones y traiciones, pero la nómina de beneficiados electorales del lopezobradorismo tiene a otros juanitos, apenas encubiertos o abiertamente desertores.
Los indicadores económicos continúan, mientras tanto, dando forma a la tragedia que la gente sabe y vive en lo cotidiano. Pero las vías políticas se encuentran obstruidas a causa de tanta suciedad acumulada y la desesperación no encuentra una salida adecuada. No hay política real de izquierda ni compromiso social efectivo. Hay una sostenida vocación por lo electoral y una tendencia a las movilizaciones y los discursos. Las cosas van cambiando a gran velocidad y frente a la descomposición no basta lo masivo ni lo retórico, mucho menos las convocatorias juaníticas a formar otro frente amplio opositor, con los chuchismos tan sabidos y liderazgos de charrismo independiente. El proyecto Salinas de reconquista de Los Pinos va viento en popa, consolidando cacicazgos regionales y ofreciendo zanahorias de futuro a empresarios y grupos de poder. El PAN se allana, hundido en su corrupción explosivamente desatada y en la terrible ineficacia política. Y la izquierda... ¿hay, política y estructuradamente, izquierda? ¡Hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario