Matar a Calderón... ¿Matar a un muerto?
Ricardo Alemán en el Universal.
Fusiles del crimen apuntan a lo más alto
Calderón, presidente políticamente muerto
No pudo existir mejor momento que la Cumbre de Líderes de América del Norte para que la Policía Federal detuviera y presentara a Dimas Díaz Ramos —operador financiero del cártel del Pacífico—, a quien, según sus declaraciones, le habrían ordenado matar a Calderón. ¿Por qué es el mejor momento?
Porque el Presidente mexicano es reconocido dentro y fuera como el mandatario que le declaró la guerra a los poderosos cárteles de la droga. Y, claro, porque era el anfitrión de la cumbre que reunió a los mandatarios de Norteamérica. Calderón sortea amenazas de muerte en su lucha contra el narcotráfico, reportó la prensa extranjera que se acreditó para la cobertura de la cumbre de los presidentes Calderón y Obama, de México y EU, y del premier de Canadá, Harper.
Todos saben que en política no existen casualidades, que la captura y exhibición pública de Dimas y sus planes de matar a Calderón no son casualidad. Para efectos prácticos, habrían coincidido el hambre y las ganas de comer; la captura de Dimas en plena cumbre, con los bonos que ello reporta al Presidente mexicano.
Pero si volteamos la mirada al otro lado de la increíble casualidad, salta una interrogante elemental. ¿Por qué un cártel mafioso intentaría matar al presidente Calderón? Está claro que entre mafias toda diferencia se paga con la vida. Una pelea, discusión, deuda, rencilla, venganza, afrenta, insulto, apuesta, falla y hasta traición amorosa, se paga con la vida. ¿Qué debe el presidente Calderón a cárteles como el del Pacífico, como para que éste ordene su muerte?
Lo primero que rompe toda lógica es que las mafias de la droga y el crimen organizado levantaron hasta lo más alto sus fusiles: hasta Felipe Calderón. Si la amenaza directa es ya contra el Presidente, ¿qué les espera a los ciudadanos en general? Esa situación explica, por cierto, el perturbador crimen de la abogada Raquenel, en Monterrey, que por increíble que parezca sorprendió a muy pocos. “Se había salvado de muchas”, dicen conformistas. Como si eso fuera atenuante.
Cuando una sociedad pierde la capacidad de asombro ante hechos como el crimen de la abogada de narcos, o ante la amenaza de muerte al Presidente, es porque las cosas han llegado a niveles de verdadera preocupación. ¿Qué sigue? ¿Quién sigue?
Pero pervive la interrogante. ¿Por qué un cártel intentaría matar a uno de sus enemigos, como el presidente Calderón? Se puede argumentar todo lo que se quiera, pero nadie puede negar que el de Calderón es el gobierno que más les ha pegado a los cárteles de la droga. En todos los rubros: incautación de droga, armas, dinero; detención de narcos de primer nivel, secuestradores y bandas desmembradas… Todas las marcas han sido rotas por el gobierno azul. Y claro, también la de mayor número de muertos en las peleas entre bandas. Algunos calculan en 50 mil los muertos. Bueno, hasta se abultan las quejas contra violaciones a los derechos humanos.
Esas acciones podrían explicar que un cártel pretendiera matar al presidente Calderón. Pero lo que no parece tener explicación es que pocos —incluidos los cárteles— hayan entendido que Felipe Calderón es un presidente políticamente muerto. ¿Por qué? Porque luego de la derrota electoral del PAN en las pasadas elecciones, luego de que el PRI se convirtió en el partido hegemónico en San Lázaro, es muy poco lo que le queda por hacer al gobierno de Calderón.
¿Qué iniciativas, cambios, proyectos, reformas… podrá impulsar un Presidente cuya minoría en el Congreso es patética, cuyo partido está fracturado, cuyo gabinete ha sido incapaz hasta de lo elemental: producir un presidenciable?
El problema es que todos o casi todos —sean narcos, sean los partidos opositores, sus líderes; sean los malquerientes de Calderón y hasta los rabiosos que por puro odio lo quisieran muerto— equivocan la estrategia. El enemigo a vencer —salvo, claro, las venganzas enfermizas— no es el presidente Calderón, que para bien o para mal ya hizo lo que pudo o le dejaron hacer, y que levitará en los próximos tres años en su cargo. El problema está en la construcción del presidente que viene. Pero para ver y entender eso, hace falta quitar las telarañas.
EN EL CAMINO
¿Cómo les quedó el ojo a los adoradores gratuitos del presidente Obama —esos que le reclaman que apoye con más fuerza al hondureño depuesto Zelaya— que les haya dicho incongruentes? Sí, siempre gritaron que EU saliera de Centro y Sudamérica, y hoy piden que intervenga. ¿Qué tal con la congruencia?
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