Los cuatro tesoros verdes de la DBJ, para la ley "meritorios de ser legados a las generaciones futuras" lucen abandonados, talados, sucios, inseguros
Aguas turbias, verdosas, cubren la fuente monumental --convertida así en fuente de infección-- junto a las cuales las familias más que disfrutar, se exponen. Es el parque Francisco Villa, donde se han talado sin razón más de 600 árboles, al que se conoce como de Los Venados por sus dos fontanales con esculturas del cornudo animal… El parque de San Lorenzo tiene una iglesia construida por los dominicos en el siglo XVI, que es considerada tesoro cultural, y por su diversidad arbórea el lugar es un verdadero museo viviente. Pero sus banquetas están destrozadas y una de las canchas deportivas se ha convertido en basurero público… El Jardín del Arte Tlacoquemécatl es otro valioso vestigio de los viejos pueblos de Mixcoac, con su templo del Señor del Buen Despacho, la legendaria Fonda Margarita y una placa dedicada a Carlos Gardel. Hoy, grafiteadas sus bancas y escasos sus árboles y plantas, se lo diputan dos grupos de tianguistas… Y el parque Luis G. Urbina (Hundido), que con su reloj floral es uno de los más importantes íconos de la delegación Benito Juárez, se ha convertido en espacio libre para ejercer el sexo y la brujería, además de que padece plagas, aguas negras y rastros de grafiteros hasta en las réplicas prehispánicas.
Esos cuatro parques son nuestros tesoros verdes. Deberían estar impecables y ser orgullo de los juarenses; y sin embargo, lucen así. De acuerdo a la Ley de Salvaguarda del Patrimonio Urbanístico y Arquitectónico del DF tienen categoría de “espacio abierto monumental”, entendido éste como “un medio físico definido en suelo urbano, libre de una cubierta material, delimitado, proyectado y construido por el hombre con algún fin específico, en el que se reconocen uno o varios valores desde el punto de vista histórico, artístico, estético, tecnológico, científico y sociocultural que lo hacen meritorio de ser legado a las generaciones futuras”. Con esa categoría, se equipara a esos cuatro parques de la DBJ con Chapultepec y el Bosque de Tlalpan. Por ello, la legislación obliga a que cuenten con un “programa de salvaguarda” y recursos especiales para su mantenimiento. Nada de eso existe. Ernesto Philibert, director general de Servicios Urbanos de la Delegación, rechazó una entrevista que se le solicitó para conocer sus razones al respecto.
Lo que sí se pudo saber por la Oficina de Información Pública de la DBJ es que un subordinado suyo, Jorge Ceballos, quien ocupó la recién creada dirección de Áreas Verdes y Arbolado durante casi un año –del primero de enero al 15 de noviembre de 2008-- no tenía experiencia ni estudios sobre el tema cuando se le hizo responsable de los espacios verdes. No tiene título universitario ni había trabajado antes del 2006 en asuntos relacionados con la demarcación.
Su anterior encargo lo tuvo en Atizapán, Estado de México. Pero durante su gestión se talaron en Benito Juárez más de 6,500 árboles. Entre ellos fueron derribados 570 árboles de especies claramente protegidas consideradas “monumentos urbanísticos”: 321 fresnos, 229 cedros, 18 sauces y dos ahuejotes (oficio JD/OIP/1921/08, del 3 de diciembre de 2008). Por mucho menos que eso, el gobierno del DF suspendió temporalmente, el pasado 22 de noviembre, las obras viales en la avenida Palmas de la delegación Miguel Hidalgo, después de que vecinos protestaron por el retiro de 11 fresnos y cedros. La ley de Salvaguarda establece en su artículo 104 que esos árboles protegidos “solamente podrán ser sustituidos por elementos de la misma especie en caso de haber muerto, estar en peligro de muerte inminente o por haberse perdido en algún siniestro”. Ceballos es ahora coordinador operativo de Servicios Urbanos de la propia DBJ.
En el parque de Los Venados --ubicado a un costado de la sede delegacional-- desde abril del 2008 fueron talados 637 árboles. Al tiempo que corría la campaña nacional de reforestación del gobierno federal, la DBJ reconoció, a través del oficio JD/OIP/0972/08 de la OIP, que más de la mitad de ellos presentaban “deformaciones” pero no estaban enfermos, secos, pelones, heridos o inclinados. Se dijo ahí que “la principal causa del derribo (fue) la inclinación de los individuos arbóreos mayor al 20%, los cuales son considerados de alto riesgo”. Resulta que en el cuadro anexo las autoridades se contradicen, pues sólo reconocen 101 árboles derribados por esa razón, lo que contrasta con los 354 que fueron talados por estar “deformados por crecimiento deprimido”. De los 637 árboles talados en Los Venados, sólo 43 presentaban plagas, otros 85 tenían “daños en su estructura” y 46 estaban secos. En la edición impresa de Libre en el Sur de noviembre pasado, Jorge Ceballos aseguró, poco antes de salir desu cargo en Áreas Verdes y Arbolado, que los 6,578 árboles derribados hasta ese momento fueron “censados y diagnosticados por un personal certificado”. En diciembre, este periódico solicitó a la oficina de transparencia de la DBJ que proporcionara tales censos en un CD, opción que da el Instituto de Acceso a la Información Pública del DF. Y entonces se respondió con una evasiva legal: que como los censos no estaban digitalizados se entregarían en copia simple 30 mil 720 páginas… por un pago de 30 mil 720 pesos.
La invasión de perros llevados por entrenadores profesionales todas las mañanas provoca la destrucción de setos y jardines en el parque Tlacoquemécatl, según queja de los propios jardineros. Las heces fecales sobre los andadores lo hacen más evidente. También aquí llegó la obsesión taladora: 48 árboles cayeron, hasta junio de 2008, en un lugar de por sí escaso de arbolado y plantas. Como burla al mote de “jardín del arte”, las bancas y las canchas de basquetbol lucen grafiteadas. Una feria de juegos mecánicos, igualmente pintarrajeados, ocupa ya permanentemente buena parte del parque. Desde 1995 y al margen de los vecinos, por supuesto, tianguistas se disputan el espacio para vender los viernes, pleito que en diciembre pasado ya llegó a los empellones. La marchanta Irma Vilches acusó que los representantes de la DBJ pretenden expulsar a 40 comerciantes disidentes por no pagarle cuotas a la lideresa María de Jesús Martínez. Aseguró que cuentan con un amparo y que forman parte del padrón original que obtuvo el permiso para vender ahí. Martínez, por su parte, se justificó de manera escueta: “Las autoridades de la Delegación están quitando a la gente que no tiene permiso, pues ya ven cómo ha surgido tanto comerciante”.
Dan vergüenza las banquetas reventadas que circundan al parque de San Lorenzo, en Tlacoquemécatl Del Valle. Son prácticamente intransitables, sobre todo para personas mayores o discapacitados. A pesar de guardar una joya histórica y arquitectónica del siglo XVI, esté jardín ha sido abandonado por la autoridad delegacional. Recientemente, luego de meses de peticiones vecinales, le dieron una “manita de gato”, que no corrigió en nada sus males. Parcharon una banqueta, pero centenares de metros cuadrados permanecen levantados, disparejos, rotos. Pintaron los juegos infantiles, pero siguen siendo los mismos viejos juegos, algunos ya inservibles. Quitaron un contenedor de basura, pero ahora ésta se acumula en una cancha de voleibol. Pintaron las canchas, pero no les cambiaron el enrejado roto, incompleto. Y áreas enteras de jardines siguen secas, sin pasto. De entrada, la actual administración arrasó con 46 árboles –según consta también en documentación oficial--, lo que provocó la protesta de los vecinos. Y todavía se pretendió perforar ahí un pozo hidráulico de 270 metros, intento que fue frustrado por la tenaz resistencia ciudadana.
En julio del 2002, vecinos del parque Luis. G. Urbina (Hundido) se manifestaron en contra de la tala de más de 200 especies arbóreas que empleados de la Delegación realizaron sin tomar en cuenta la opinión de los residentes y autoridades de Medio Ambiente. La queja llegó a la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT), que envió una recomendación a los gobiernos delegacional y capitalino para que se elaborara un estudio sobre las condiciones físicas y biológicas que presentaban las diez hectáreas del parque. El 20 de marzo de 2003 la Secretaría de Medio Ambiente (SMA) emitió el plan de manejo, mismo que público y hasta la fecha aparece vigente en su página de Internet. Tanto Jorge Ceballos, entonces director de Áreas Verdes de la DBJ, como Alejandro Barrera, subdirector de Desarrollo, negaron en sendas declaraciones a Libre en el Sur que existiera ese plan. Mónica Alegre, subprocuradora ambiental de PAOT, confirmó sin embargo que el documento sí existe, y proporcionó a Libre en el Sur una copia. Aún así, la DBJ aseguró, a través del oficio JD/OIP/0093/09, que no conoce el plan de manejo de la SMA y de paso justificó que no es obligación tenerlo. Uno de los argumentos fue que la legislación protege a los espacios considerados bosques urbanos, para los que sí se elabora un plan de manejo, y en este caso el Luis G. Urbina es considerado solamente como “parque urbano”. O sea, uno más. Nada de que sea icono de la DBJ y que en la Ley de Salvaguarda sea considerado “espacio abierto monumental”. Y que entonces la autoridad sí está obligada a tener un “programa de salvaguarda” para cualquier obra de mantenimiento, restauración y revitalización que ahí se realice.
En consecuencia con sus evasivas, la autoridad delegacional no ha enfrentado las urgencias estipuladas en el plan de manejo de la SMA, como la insuficiencia de agua e iluminación, encharcamientos de aguas negras, abandono de las réplicas arqueológicas, impacto de contaminación y plagas en la vegetación. En el diagnóstico se enlistan tuberías oxidadas, deficiente infraestructura de los baños públicos y escaso personal de mantenimiento (actualmente sólo hay diez jardineros para dar mantenimiento a diez hectáreas). En el caso del encharcamiento de aguas negras que salen de los baños públicos y se estancan en el parque, el estudio explica que esto ocurre porque no se ha corregido la tubería ni arreglado la bomba dañada que permite conducir las aguas a dicho drenaje, convirtiéndose en una importante fuente de contaminación. Y ahí sigue el problema (ver foto). El documento pone que “se tiene registrado el robo de una reproducción original de la pieza arqueológica representativa de un Atlante de Tula, Hidalgo (…) y se han pintado grafitos en algunas representaciones de estelas arqueológicas”, además de que no se cuenta con la infraestructura visual para que el visitante se informe sobre la exposición permanente de representaciones arqueológicas de las culturas mesoamericanas. Tan vigente es el punto, que Libre en el Sur consignó en su edición impresa de enero pasado la afectación por grafiteros de una reproducción de cabeza olmeca, además de problemas más nuevos, como la presencia en los jardines de condones usados, heces humanas y objetos utilizados para brujería.
En entrevista con la reportera Sonia Peña, la subprocuradora de PAOT, Mónica Alegre, calificó de grave la situación actual de los árboles del Hundido, al presentarse plagas que antes no existían, como la del gusano barrenador. “Eso habla de que la salud de este arbolado está muy grave y se deben tomar medidas fuertes de trabajo”, advirtió. Aquel plan de manejo, emitido por la SMA desde el 2003, ofrece a detalle a las autoridades delegacionales una lista de acciones inmediatas para su cuidado, como la modernización del sistema de riego, mantenimiento y manejo de ornamentales, recreación y elaboración de composta y manejo de desperdicios, a fin de que el Parque Hundido mantenga su estatus como patrimonio urbanístico de la ciudad de México. Pero en la DBJ no lo conocen.
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