Alcohólico y criminal, Felipe Calderón, candidato de la derecha católica, llegó al poder en 2006 mediante el fraude en las urnas y por medio de una guerra sucia, que incluye el apoyo forzado de narcotraficantes como el chino Ye Gon (a quien los esbirros de Fecal lo amagaron para arrebatarle su dinero: "o cooperas o te damos cuello").
Para justificar su gobierno, dado que el PAN se negó en 2006 a llevar a cabo un recuento de los votos, que hubiera evidenciado el fraude, Fecal ha recurrido a un truco muy antiguo en la historia universal: inventar un enemigo invencible para que la sociedad se una contra él en favor del gobierno.
En la estrategia de Fecal ese enemigo es "el narco", al que fantasiosamente la publicidad oficialista dice que el gobierno le declaró la guerra. La idea es ridícula, pues en todo caso el tráfico ilegal de drogas es un negocio que requiere no sólo de operadores, que directamente lo lleven a cabo, sino, ante todo, de complicidades de militares, policías y otros funcionarios, que se benefician de él.
Pero hay un aspecto que es primordial: ¿está justificada la prohibición contra las drogas?. Evidentemente no lo está, pues nadie tiene el derecho de imponerle a otros lo que deben o no consumir, y por lo anto, si el consumo de las drogas no se debe criminalizar, tampoco puede haber una prohibición absoluta de su comercio, si bien éste debe regularse, pues se trata de sustancias que pueden tener efectos sobre la mente y sobre la conducta humana, de la misma manera que los tiene el alcohol, cuya prohibición, nacida de la torcida mente del puritanismo estadounidense, fue uno de los grandes desastrres en materia de políticas públicas.
Es una triste realidad histórica la persistencia de ese tipo de políticas intolerantes, como fue en su tiempo la prohibición del alcohol, y más antiguamente la que ejerció la Inquisición, llevando a la hoguera a judíos y otros disidentes, meramente por el hecho de no practicar la religión de la mayoría.
La decisión de consumir drogas o no, es un asunto personal, que debe asumirse bajo la propia responsabilidad, exactamente igual que la de practicar cualquier religión, o no practicarla, o gustar o no de un determinado alimento. No es algo que otras personas -médicos o funcionarios-deben decidir en lugar de uno, si bien su opinión acerca de los efectos de determinadas sustancias, puede resultar de interés para los interesados en consumirlas.
Por ende, la sociedad mexicana debería unirse, pero no para defender a Fecal, pues la legitimidad que así obtenga, como se ha visto, la usará para apoyar los proyectos del clero y de los grandes empresarios, sino para luchar contra la absurda penalización de las drogas.
Para ello, hay que vencer la hipocresía que lleva a pensar que el consumo de una droga es un asunto tan grave que para evitarlo debe intervenir el ejército con tanques, aviones y equipos sofisticados, cometiendo todo tipo de abusos, incluídos violaciones y asesinatos. ¿realmente es tan grave que alguien pruebe alguna droga?, ¿es lógico que un alcohólico persiga con saña a quienes acceden a otras drogas, como la mariguana o la cocaína?.
La estrategia mediática de Fecal se basa en consignas de los grandes medios, como la de evitar las críticas al clero y a la derecha, y concentrarse en los pleitos de los narcos, que siempre han existido, pero que ahora se magnifican (por exageraciones de lo smedios, y por el hecho de que Fecal, con su estrategia militarista está haciendo crecer el negocio del tráfico ilegal de las drogas, que sólo desaparecerá con la despenalización).
Por otra parte, las siguientes etapas de la estrategia Fecal son previsibles: una vez que con el cuento del narco, los medios lograron distraer la atención de la gente, haciendo que deje de tener una actitud crítica ante el gobierno ilegítimo, es previsible que en fechas cercanas a los comicios del 2012, empiecen a hacer una intensa propaganda en el sentido de que "Fecal triunfó en la lucha contra el narco", lo cual sería un cuento ad hoc para inducir a la gente a votar por el PAN, que tanto ha perjudicado los intereses del pueblo, con la desnacionalización de Pemex, las alzas a productos básicos, el ataque a la educación pública, la devaluación, etc.
Lo absurdo de la penalización de las drogas y la gravedad de sus consecuencias es evidente si nos preguntamos: ¿qué sucedería si a personajes autoritarios se les ocurriera algún día la criminalización del consumo y comercio del tabaco, del alcohol (volver a la llamada Ley Seca), o de otros estimulantes?. Pensemos en lo ridículo y trágico a la vez de una situación en que se movilizaría a la policía y al ejército para evitar que una persona se fume un cigarro, o se tome una copa de vino. Esto es lo que está sucediendo hoy con las drogas.
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