lunes, 2 de marzo de 2009

Bucareli. Jacobo Zabludovsky

En el cementerio mexicano de las buenas intenciones se acabaron las fosas. En la última fue enterrada la dignidad.

La señora Hillary Clinton estrenó su puesto de secretaria de Estado de Estados Unidos con un primer informe de derechos humanos donde se asienta que existe “impunidad y corrupción en todos los niveles del gobierno de México”. La pudrición en las policías estatales y federal sigue siendo un problema, pues “muchos policías están involucrados en casos de secuestro, extorsión y en algunos casos proveen de protección al crimen organizado y a los narcotraficantes. Las fuerzas de seguridad, actuando dentro y fuera de la ley, “mataron a muchas personas a lo largo del año. Un buen número de estos incidentes ocurrió en retenes militares… y demostraron un pobre entrenamiento de las fuerzas militares”.

En otros tiempos con mayores vibraciones patrióticas algún niño héroe del periodismo combativo habría pedido declarar la guerra a Estados Unidos por ofensas, intervención en nuestros asuntos internos y faltas a la buena vecindad. Cuando menos rompimiento de relaciones, retiro del embajador o nota de protesta. Porque la lista de agravios no acaba nunca: “secuestros por fuerzas de seguridad, abusos físicos, malas condiciones en las cárceles, arrestos y detenciones arbitrarias, corrupción, ineficiencia, falta de transparencia en el sistema judicial, confesiones coaccionadas mediante tortura, intimidación a periodistas, violencia doméstica contra mujeres perpetrada con impunidad, discriminación social y económica contra la población indígena”. Se mencionan con fechas, lugares y nombres asesinatos de niños y jóvenes civiles por miembros del Ejército, suicidios en cárceles sobre pobladas, tratos crueles y abuso físico.

Varios de los países examinados por los censores de Estados Unidos reaccionaron inmediata y violentamente. El presidente Hugo Chávez de Venezuela dijo que Estados Unidos no tiene autoridad moral para criticar, indignado afirmó que llamará a su embajador en Washington. Consideró “malintencionado e injerencista” el informe, lo rechazó y exigió a Washington que cesen estas prácticas “que siguen lesionando las relaciones” binacionales. China exige al gobierno de Estados Unidos que “deje de interferir en los asuntos internos de otros países… que deje de actuar como guardián de derechos humanos… que refleje sus propios problemas”. Bolivia dijo que “es una simplificación grosera”.


Argentina dio a su respuesta la máxima importancia: la presidenta, Cristina Fernández, llamó a su despacho al embajador de Estados Unidos para pedirle explicaciones y decirle que los comentarios “irresponsables” e “infundados” son una “interferencia inaceptable” que “no muestran el respeto ni la madurez que deben existir (en las relaciones) entre dos países”, que “se trata de un hecho de la mayor gravedad” y recordó “la triste historia (de la CIA) de interferencia en los países de la región”, en referencia al apoyo de esa agencia a las dictaduras de las décadas de los 70 y 80 en Argentina.

México ni pío.

Un silencio de mea culpa ha sido la respuesta mexicana a esta denuncia hecha por el nuevo gobierno de Washington. Podrán ser acusados de metiches, no de mentirosos. No hay manera de sustentar un asomo de inconformidad. Ni modo. La lápida sobre la tumba la pusieron el mismo miércoles pasado el procurador de Justicia de Estados Unidos y la administradora de la DEA al advertir que los cárteles mexicanos de la droga son una amenaza a la seguridad de Estados Unidos, la nación más poderosa del mundo. La secretaria de seguridad interna comentó ante el Congreso que la violencia desatada en México “es de un grado y nivel diferente que jamás hemos visto antes… algo que amerita nuestra máxima atención ahora mismo”. Vale preguntar si es advertencia o amenaza, porque en los mismos términos se dirigieron a Irán para prevenirle de medidas consecuentes a la fabricación de armas atómicas.

Si después de entregar este Bucareli hubo alguna respuesta del gobierno mexicano, puede haber sido instigada por el Informe de Estrategia Internacional de Control de Narcóticos 2009, anunciado el fin de semana, oportunidad del señor Barack Obama para abundar en los reproches a México.

Engalanadas coronas mortuorias, las frases se acumulan sobre los sepulcros. Pondremos punto final. No cederemos un centímetro del territorio. Son ellos o nosotros, no hay regreso. Falta una buena limpieza. No somos un Estado fallido. No se ha perdido el control del territorio a manos del crimen organizado. Y así.

Copio los obituarios respetables: se ruega no enviar (más) ofrendas florales.

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