miércoles, 18 de febrero de 2009

Columna: Asimetrías

¿Qué Queremos? ¿Y cómo?

El constante empobrecimiento de segmentos cada vez mayores de población no genera una acción para detenerlo, como si el modelo económico y político causante fuera aceptable. En esta percepción se apoya el PRI para retomar el poder, mientras el PAN apuesta a la abstención de voto de quienes están hartos de su corrupción e ineptitud.

por Fausto Fernández Ponte

"Ha muerto el dios mercado". Lula.

I

Un número grueso de mexicanos adultos (e incluso algunos niños y adolescentes) parece saber qué aqueja al país --es decir, al Estado mexicano con todos sus elementos constitutivos de pueblo, poder político (o Gobierno), territorio y soberanía--. Ese grueso sospéchase mayoritario.

Otro grueso importante de mexicanos parece ser indiferente al registro de la crisis que estruja al país, inconsciente de sus causales verdaderas, sus efectos y consecuencias y ajeno, además, a la suerte de los elementos constitutivos del Estado.

Diríase sin depegarse del discernimiento objetivo de la realidad --tanto la percibida por la sociedad como la que existe materialmente ajena a nuestra percepción-- que otro grueso, también muy denso, de mexicanos parece muy preocupado por el entorno.

Mas fuere cual fuere esa naturaleza de los grupos sociales en esta taxonomía arbitraria, lo que antójase verismo insoslayable es que los efectos de la crisis son padecidos por todos los mexicanos rasos que conforman los 106 millones de habitantes del país.

Concluiríase que, en términos generales, los mexicanos saben qué está pasándoles, dado que en mayor o menor grado padecen estrecheces actuales o porque éstas se asoman ya en el horizonte de las expectativas de movilidad --avance y progreso-- y dinamismo societal.

Persiste, con una tenacidad que adviértese creciente, cierta tendencia a la estratificación de esas expectativas de movilidad social. Esa estratificación es secuencial; deviene de la composición misma de la sociedad mexicana determinada por la base económica.

II

Esa base económica registra crisis. Esta crisis tiene orígenes que las ciencias políticas y sociales han identificado con precisión desde hace mucho tiempo, habiéndose diseñado mecanismos para pronosticar con exactitud sus comportamientos y, ergo, atenuar sus efectos.

Para ello, es importante considerar los andamiajes --mecanismos-- de relaciones internas y estables que articulan los diferentes elementos de una totalidad concreta, para corresponderse entre sí. Hoy no es el caso en México. Los componentes no se corresponden ya entre sí.

Así, los ciclos recesivos, inflacionarios y estanflacionarios de la economía, en sus ámbitos macro y/o micro, son previsibles, identificables y hasta evitables en mayor o menor grado. Pero ello depende no de agentes o vectores económicos propiamente, sino sobre todo políticos.

Regístrase, sin embargo, una excepción: aquellos mexicanos nacidos en los últimos 27 años --desde que se aceleró el proceso de descomposición del Estado tras varios sexeniois de lento devenir-- carecen de un telón de fondo histórico vivencial que les sirva de referente.

Esas referencias son esenciales para comprender este ciclo de crisis --su naturaleza, sus dimensiones, su duración, sus alcances prospectivos; su pedagogía en suma-- y actuar en consecuencia para prevenirla o modificar sus paradigmas y fuerzas internas.

Esos millones de mexicanois nacieron, precisamente, en esa etapa acelerada --virulenta-- del fenómeno. Y, predeciblemente, esos millones de mexicanos reflejan, así mismo, la composición y naturaleza estamentaria --clasista-- de la misma sociedad.

III

Y como esa composición estamentaria --la sociedad conformada en grupos, estratos y clases-- es desigual, los entreveramientos y traslapes de sus valores no se corresponden. Estratos bajos de las clases medias han adoptado, por aculturación inducida, valores de las clases altas.

Hágase la salvedad de que usamos las definiciones "clases medias" y "clases altas" en el sentido sociológico e histórico, sin connotaciones culturales --las de la cultura de la calificación--. Esos valores representan una cosmovisión cuyos asideros son los del mercado y el consumo.

Por ello, ante el insoslayable proceso de depauperación --proletarización-- de estratos medioaltos y medio-medios de las clases medias, éstas comparten los valores de preservar el modelo económico que les representa acceso fluido a satisfactores básicos, suntuarios y estatus.

Ello sugiere que los mexicanos realizarían acciones orientadas a alterar el rumbo hacia la desintegración y tratar de revertir ésta. Pero no hay consenso acerca de la inviabilidad brutal del actual modelo económico y político. Para no pocos mexicanos, este modelo es casi rescatable.

Sobre esa base de inferimientos se apoya el Partido Revolucionario Institucional para acceder otra vez al poder político del Estado, sin tener que compartirlo. Paradójicamente, Acción Nacional también sustenta su estrategia sobre una supuesta reticencia del mexicano al cambio de fondo.

Pero ello ofrece, de igual manera, una tercera opción prospectiva: abstenerse de votar en julio, porque en ciertas vertientes del núcleo electoral mexicano hay hartazgo de la ineptitud y corrupción de los personeros del poder. ¡Que se vayan todos!, parecería ser el mensaje.

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