sábado, 27 de diciembre de 2008

La escisión del PRD . JOSé GIL OLMOS

MÉXICO, D.F., 24 de diciembre (apro).- Muchas son las señales que apuntan hacia una separación entre el PRD y Andrés Manuel López Obrador, y si esto se concreta existe el riesgo de que la izquierda mexicana sufra un enorme retroceso, pues nada de lo que se había logrado desde 1989, cuando nació el PRD, logrará compensar una fractura tan profunda como la salida del partido de miles de simpatizantes del político tabasqueño.
Hace dos años, en una entrevista, este escenario se le planteó al senador Carlos Navarrete, quien forma parte de la corriente de Jesús Ortega, Nueva Izquierda, que tiene en sus manos la dirigencia nacional del PRD. En ese entonces dijo cosas que hoy vale la pena rescatar.
En principio, el senador de Guanajuato dijo estar consciente de que gracias al movimiento lopezobradorista el PRD, como representante de la izquierda mexicana, había logrado la mayor presencia legislativa de su historia.
"De no haber ocurrido lo que ocurrió en la campaña seguramente tendríamos una bancada mayor en la Cámara de Diputados y de Senadores, sin embargo, tenemos 29 senadores, 129 diputados, más los espacios que le dimos al PT y a Convergencia", dijo entonces Navarrete
Aseguró que esto significaba una enorme responsabilidad, pues este avance de la izquierda mexicana nunca se había visto desde que empezó, con el Partido Mexicano Comunista en 1919, avanzó con el Partido Socialista de México, se transformó en Partido Socialista y terminó siendo el PRD.
En ese entonces, cuando apenas empezaba a funcionar la LX legislatura, Navarrete ensalzó la figura de López Obrador al señalar que no podía ser soslayada la simpatía de millones de ciudadanos que votaron por él.
"En el mundo los líderes encarnan proyectos, no se puede hablar del arribo de la izquierda al gobierno en Francia sin Miterrand; tampoco en Chile sin Salvador Allende ni de los sandinistas en Nicaragua sin mencionar a Augusto Sandino o del Partido del Trabajo en Brasil sin Lula. Los hombres encarnan proyectos de nación y Andrés Manuel encarnó con su olfato, con su experiencia acumulada, primero un liderazgo partidario en 1997 y luego una forma de gobernar en el 2000. Sintetizó la aspiración partidaria, pero también la aspiración popular; 15 millones de votos no son cosa menor y pudimos haber obtenido mucho más de haberse dado una condición diferente en la elección presidencial", sostuvo.
Advirtió que si los legisladores perredistas no tenían apoyo de ese movimiento en las calles, terminarían arrinconados en las cámaras, "siendo tratados como un partido de tercera, sobre la base de que los contrincantes crean que ya estamos en plena normalidad democrática, que ya pasó el susto y que lo que sigue es acomodar las fichas simplemente".
Dijo que el gran reto era vincular ese movimiento popular en las calles, con el trabajo del PRD por las vías institucionales, en las posiciones de gobierno, en las cámaras legislativas y en el gobierno del Distrito Federal.
Pero que si no se lograba esa vinculación, el movimiento social en las calles, como el que encabeza Andrés Manuel, estaría condenado "a un futuro de esterilidad".
El reto para el PRD, insistió, sería representar a 15 millones de mexicanos en el Poder Legislativo y no alejarse del liderazgo de Andrés Manuel.
Bueno, pues a dos años de distancia, ni el PRD ni Andrés Manuel López Obrador lograron fundirse en un solo proyecto, y cada quien está tomando senderos distintos, echando a la borda el histórico avance electoral que tuvo la izquierda en la elección del 2006.
Después de un proceso de elección de la dirigencia nacional tan sucio, del que salio triunfador Jesús Ortega, la simpatía ciudadana por el PRD se ha retirado por completo. Pero lo mismo ha ocurrido con Andrés Manuel López Obrador, pues a las convocatorias de asamblea que ha hecho últimamente ya no responden los miles que lo hicieron hace un par de años.
Es posible que los "chuchos" -como se le conoce a la corriente de Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete - alcancen un acuerdo con López Obrador sobre las candidaturas a diputados federales. Pero esto no significará que vayan nuevamente juntos en un solo proyecto. Cada corriente tiene el suyo: el de Ortega-Zambrano-Navarrete es de negociación con el gobierno federal y todos los partidos políticos, mientras que el del tabasqueño es de confrontación.
Y esto, en los hechos, no es más que una escisión de la izquierda partidista, y con ello el regreso a los viejos tiempos en los que cada grupo luchaba por sus propios intereses, sin ninguna representación ciudadana.

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