El ajetreado año que termina ha sido calificado por diversos analistas como el peor en mucho tiempo. Por lo cual muchos estarán contentos de que termine; el problema es que el cúmulo de males asociados a él seguirá con nosotros, por quién sabe cuánto tiempo. En el plano nacional, destacan los siguientes temas, aunque desde luego la lista no es ni podría ser exhaustiva:
A) La inseguridad pública se disparó. No es que en años previos el problema no existiera, sino que cobró mayor fuerza. La inseguridad está directamente asociada con la corrupción de las múltiples e ineficaces policías en todos los niveles de gobierno y, crecientemente, la del Ejército (la revista Proceso de esta semana documenta cómo oficiales venden armas e información confidencial a diversos bandos del crimen organizado). Y de la mano de la corrupción viene la impunidad, que ha sido rasgo definitorio de nuestro sistema político, lo mismo con el PRI en el poder que con el PAN. Mientras no haya una política amplia y sistemática de rendición de cuentas, la corrupción policiaca seguirá como si nada. De ahí la futilidad de los esfuerzos gubernamentales por reducir o prevenir delitos del orden común, y la lacerante práctica de los secuestros (en todas sus modalidades).
B) Con la inseguridad derivada del narcotráfico la cosa es aún peor, en virtud de la enorme capacidad que tienen los cárteles para desafiar abiertamente al Estado (como lo muestran una vez más con la decapitación de ocho militares en Guerrero). El mercado negro de las drogas maneja miles de millones de dólares anuales, lo que permite a los cárteles corromper casi a quienes lo deseen (como a Víctor Garay, ex jefe de la Policía Federal Preventiva) y a otros los pueden eliminar (como a Édgar Millán, también ex jefe de la Policía Federal Preventiva). La estrategia elegida por Felipe Calderón no parece ir por buen camino; al menos ya se ha abandonado el lema de “Vamos ganando, aunque no parezca”, pero para ser sustituido por el del “Ni un paso atrás”, una decisión que refleja muchos pantalones, mas no muchas neuronas. El número de muertes derivado de la guerra contra el narcotráfico superó en más de 100% al registrado el año pasado. Por eso, pese a todas las “operaciones limpieza” que se quiera, de no reducirse esta tendencia en 2009 el número de víctimas será mayor (y así sucesivamente, año con año, hasta que la fuerza de la realidad nos obligue a cambiar de estrategia). Queda claro, en todo caso, que la viabilidad del Estado está en entredicho.
C) La crisis económica internacional estalló este año, aunque venía gestándose de tiempo atrás. No es una responsabilidad del gobierno mexicano, aunque no haber reconocido desde el principio su gravedad, quizá provocó que se retrasaran las medidas necesarias para amortiguar su perjudicial efecto sobre la economía nacional. Los daños palpables al día de hoy son una devaluación que por mucho tiempo había logrado contenerse, un importante número de plazas perdidas, la reducción ya palpable de remesas, y la amenaza de que se cierre esa importante válvula de escape a las tensiones económicas y sociales de México. Pero según los expertos, la crisis apenas inicia. No se sabe bien a bien dónde está el piso, ni cuando se tocará antes de emprender el ascenso a la recuperación. Dependiendo de las medidas que tome el gobierno mexicano, la responsabilidad que hoy se ubica fuera del país podría terminar aterrizando justo en el gobierno de Calderón. Situación que desde ya empieza a capitalizar políticamente la oposición (más el PRD que el PRI), sobre todo en medio de una elección intermedia con varias concurrentes, programadas en 2009.
D) La reforma petrolera fue quizás el logro más importante de este año en materia legislativa. No fue el único, pero sí el más controvertido y relevante. Cada quien tiene su lectura sobre este acontecimiento. Quienes favorecían una mayor apertura del sector al capital privado se quejan de que el proceso fue un “parto de los montes” e incluso contraproducente (por el costo político que tuvo que pagar Calderón). Para quienes se oponían incluso a la menor participación de capital privado fue una victoria. El caso es que, objetivamente, la iniciativa presentada por Calderón, que ni siquiera proponía un cambio constitucional, intentó ser aprobada de la única forma en que podría serlo, un fast track, que fue detenido por el famoso tribunazo del PRD. En virtud de lo cual, las fuerzas “nacionalistas” se agruparon (lo mismo en el PRI que en el PRD) para deslavar la iniciativa calderonista hasta dejarla irreconocible. Fue, a todas luces una victoria política de Andrés López Obrador que, sin embargo, éste se negó a reconocer como tal.
E) Finalmente, en materia de partidos políticos, lo más relevante fue la elección interna del PRD para renovar a su dirigencia nacional, que derivó en un pantano electoral (tanto por el fango como por el impasse político que representó). Así fue denunciado por ambas partes, por lo cual debió culminar en la anulación del ejercicio y su repetición más adelante. Con tantas irregularidades, aunadas a un resultado estrecho, era imposible descifrar la intención de la militancia. Así lo determinaron las instancias partidarias, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidió revalidar la elección, dando el triunfo a Jesús Ortega (cuando el Tribunal tenía todos los elementos jurídicos para confirmar la anulación a partir de los principios constitucionales). Eso dio pie al inicio de lo que parece una inevitable ruptura en el sol azteca, con consecuencias políticas y electorales imposibles de ponderar por ahora, pero que a todas luces serán perjudiciales para el polo izquierdo de la gama ideológica.
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