Ya empezó a chillar la derecha : quesque nos ha ido mejor con los republicanos : ¡ Sí, como no !
John McCain ha sido un aliado de los intereses del gobierno mexicano desde hace muchos años.
Lo fue durante la negociación del Tratado de Libre Comercio, lo ha sido en asuntos fronterizos, y sobra decir que la más liberal y benéficas de todas las propuestas de solución al enorme problema que significan los millones de mexicanos indocumentados que hoy viven en Estados Unidos llevaba el nombre del candidato republicano a ocupar a la Casa Blanca.
No hay ninguna duda que la elección de John McCain se traduciría en una relación bilateral mucho más sencilla para el gobierno mexicano. No sería raro. Los republicanos han sido, en general, mejores para los gobiernos mexicanos que los demócratas.
Fue Reagan el último en aprobar una amnistía migratoria y Bush I quien promovió el Tratado de Libre Comercio —Clinton de hecho lo atrasó.
En este sentido México es diferente al mundo, como lo es su especial relación con Estados Unidos.
Si no sucede algo completamente inaudito e inesperado Barack Obama será el próximo presidente de Estados Unidos.
Ni modo.
El presidente Felipe Calderón no está demasiado interesado en la política exterior. Nunca lo ha estado, no es lo suyo. Lo demostró desde el día que utilizó a la Secretaría de Relaciones Exteriores para cumplir una cuota de género, o en el hecho que hasta ahora no ha pisado Washington para visitar a Bush o que tardó más de un año en encontrarse con la comunidad mexicana en Estados Unidos. Esa falta de interés provocó que sus contactos con las campañas fuera limitado y que cualquier relación con la nueva administración comience el 5 de noviembre.
Estará cuesta arriba. Su contraparte, seguramente Obama, llegará con un mandato claro: la economía y en segundo lugar la guerra en Irak. México y América Latina estarán en un lugar secundario en la agenda de Obama.
A esta circunstancia hay que agregar que quien será el nuevo líder de EU no ha mostrado, ni en su historia, ni en sus discursos mucho interés en lo que sucede al sur del Bravo.
Obama, además, llega con el apoyo, y por tanto, el compromiso con los sindicatos estadunidenses, que en una crisis económica como la que se está viviendo en Estados Unidos, no serán muy amigos de los inmigrantes trabajadores mexicanos indocumentados.
Obama también ha expresado dudas sobre el Tratado de Libre Comercio y ha insinuado la posibilidad de revisarlo. En un escenario de recesión, donde los ánimos proteccionistas se exacerban, no sería raro que empresas y trabajadores estadunidenses exigieran que esa revisión se hiciera verdad con lo que se podría afectar al único sector de le economía mexicana que ha mostrado dinamismo en los últimos años.
No hay que descontar tampoco el asunto de empatía. McCain ha tenido desde hace muchos años un interés por México, la frontera, y los mexicanos en Estados Unidos; gracias a su origen en Arizona.
Obama ha crecido y se ha formado lejos de los mexicanos. Aún siendo de Chicago, donde la comunidad mexicana es grande y añeja, Obama nunca tejió demasiados lazos con ella.
Hay otra dimensión no descartable, en los años recientes, han aumentado las tensiones entre la comunidad negra y la comunidad hispana, en particular de mexicanos. No sería sorpresivo que ante el triunfo de un afroamericano estas tensiones se agravaran, sobre todo porque los negros, que dejaron de ser la segunda minoría hace apenas unos años, reclamaran como suyos derechos que, sienten, les han sido arrebatados por la “moda” de los hispanos.
Nada de esto indica que Obama será terrible para México y los mexicanos que viven en Estados Unidos, pero ciertamente hará las cosas más complicadas.
Hace no pocos meses, se decía en círculos cercanos a Los Pinos que después de las elecciones vendría un cambio en la Embajada de México en Washington, correspondiente al seguro reemplazo de Tony Garza y que se aprovecharía para hacer un cambio en la cancillería.
Más allá de las personas y de la evidente necesidad de, por fin, dar importancia a las relaciones exteriores; el gobierno de Calderón necesita pensar y decidir una estregia precisa frente al nuevo gobierno en Washington que contemple que será uno con la mente muy lejos de México.
El gobierno mexicanos enfrenta una paradoja única: si pudiera, votaría por el candidato perdedor, en contra de un mundo que en su inmensa mayoría ya ha votado por quien será el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos.
Desde el martes, Calderón tendrá que encontrar una manera de poner buena cara y unirse a la fiesta.
John McCain ha sido un aliado de los intereses del gobierno mexicano desde hace muchos años.
Lo fue durante la negociación del Tratado de Libre Comercio, lo ha sido en asuntos fronterizos, y sobra decir que la más liberal y benéficas de todas las propuestas de solución al enorme problema que significan los millones de mexicanos indocumentados que hoy viven en Estados Unidos llevaba el nombre del candidato republicano a ocupar a la Casa Blanca.
No hay ninguna duda que la elección de John McCain se traduciría en una relación bilateral mucho más sencilla para el gobierno mexicano. No sería raro. Los republicanos han sido, en general, mejores para los gobiernos mexicanos que los demócratas.
Fue Reagan el último en aprobar una amnistía migratoria y Bush I quien promovió el Tratado de Libre Comercio —Clinton de hecho lo atrasó.
En este sentido México es diferente al mundo, como lo es su especial relación con Estados Unidos.
Si no sucede algo completamente inaudito e inesperado Barack Obama será el próximo presidente de Estados Unidos.
Ni modo.
El presidente Felipe Calderón no está demasiado interesado en la política exterior. Nunca lo ha estado, no es lo suyo. Lo demostró desde el día que utilizó a la Secretaría de Relaciones Exteriores para cumplir una cuota de género, o en el hecho que hasta ahora no ha pisado Washington para visitar a Bush o que tardó más de un año en encontrarse con la comunidad mexicana en Estados Unidos. Esa falta de interés provocó que sus contactos con las campañas fuera limitado y que cualquier relación con la nueva administración comience el 5 de noviembre.
Estará cuesta arriba. Su contraparte, seguramente Obama, llegará con un mandato claro: la economía y en segundo lugar la guerra en Irak. México y América Latina estarán en un lugar secundario en la agenda de Obama.
A esta circunstancia hay que agregar que quien será el nuevo líder de EU no ha mostrado, ni en su historia, ni en sus discursos mucho interés en lo que sucede al sur del Bravo.
Obama, además, llega con el apoyo, y por tanto, el compromiso con los sindicatos estadunidenses, que en una crisis económica como la que se está viviendo en Estados Unidos, no serán muy amigos de los inmigrantes trabajadores mexicanos indocumentados.
Obama también ha expresado dudas sobre el Tratado de Libre Comercio y ha insinuado la posibilidad de revisarlo. En un escenario de recesión, donde los ánimos proteccionistas se exacerban, no sería raro que empresas y trabajadores estadunidenses exigieran que esa revisión se hiciera verdad con lo que se podría afectar al único sector de le economía mexicana que ha mostrado dinamismo en los últimos años.
No hay que descontar tampoco el asunto de empatía. McCain ha tenido desde hace muchos años un interés por México, la frontera, y los mexicanos en Estados Unidos; gracias a su origen en Arizona.
Obama ha crecido y se ha formado lejos de los mexicanos. Aún siendo de Chicago, donde la comunidad mexicana es grande y añeja, Obama nunca tejió demasiados lazos con ella.
Hay otra dimensión no descartable, en los años recientes, han aumentado las tensiones entre la comunidad negra y la comunidad hispana, en particular de mexicanos. No sería sorpresivo que ante el triunfo de un afroamericano estas tensiones se agravaran, sobre todo porque los negros, que dejaron de ser la segunda minoría hace apenas unos años, reclamaran como suyos derechos que, sienten, les han sido arrebatados por la “moda” de los hispanos.
Nada de esto indica que Obama será terrible para México y los mexicanos que viven en Estados Unidos, pero ciertamente hará las cosas más complicadas.
Hace no pocos meses, se decía en círculos cercanos a Los Pinos que después de las elecciones vendría un cambio en la Embajada de México en Washington, correspondiente al seguro reemplazo de Tony Garza y que se aprovecharía para hacer un cambio en la cancillería.
Más allá de las personas y de la evidente necesidad de, por fin, dar importancia a las relaciones exteriores; el gobierno de Calderón necesita pensar y decidir una estregia precisa frente al nuevo gobierno en Washington que contemple que será uno con la mente muy lejos de México.
El gobierno mexicanos enfrenta una paradoja única: si pudiera, votaría por el candidato perdedor, en contra de un mundo que en su inmensa mayoría ya ha votado por quien será el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos.
Desde el martes, Calderón tendrá que encontrar una manera de poner buena cara y unirse a la fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario