miércoles, 8 de julio de 2020

LA PELIGROSA SOMBRA DE LA ULTRADERECHA EN MÉXICO

Por Antonio Rosales
Tras la #MarchaDelSilencio (también conocida como Marcha Fifí en redes sociales), realizada este domingo 5 de mayo y convocada por Nosotros los chalecos/Los Chalecos México –que modificaron su nombre luego de que el pasado febrero, el movimiento izquierdista Los Chalecos Amarillos de Francia los desconociera–, resulta necesario analizar el penoso estado de la ultraderecha en México.
El triunfo avasallador de Morena en los pasados comicios, que aplastó y casi sepultó al resto de la partidocracia, no sólo en la Presidencia de la República sino también en gubernaturas, Congreso de la Unión, legislativos estatales y alcaldías, dejó al bipartidismo derechista (popularmente conocido como PRIAN), que se había repartido el poder durante treinta años, hecho cenizas.
Y las cenizas se encuentran demasiado desorientadas como para retomar el control del barco.
La incompetencia, la ineptitud, la violencia y una corrupción colosal y rampante, fueron tan solo algunos de los factores que pavimentaron la cuesta abajo por la que se desbarrancó de bruces el discurso de “estabilidad” que enarbolaba José Antonio Meade y el de “innovación” de Ricardo Anaya.
Amplios sectores de la población estaban/están (estábamos y aún estamos) hartos de esa eufemística “estabilidad” que sólo sirve para enmascarar el letargo-crisis de la economía mexicana; “estabilidad” protectora del desastre priista, y el de “innovación”, que hubiera sido otra forma de pesadilla si tomamos en cuenta que parte de la coalición que impulsaba a Anaya (PAN-PRD) fueron los mismos que firmaron el Pacto por México de Enrique Peña Nieto.
También fueron los mismos que se convirtieron en meras caricaturas de una falsa oposición, marchando siempre al son que les tocara el peñanietismo. “Innovación” y “estabilidad” que en políticas públicas nos habría llevado al medioevo, ya que ni Anaya, ni Meade se resistieron a hacer acuerdos con el Frente Nacional por la Familia, caracterizado por su homofobia y enemigo de las libertades de las mujeres.
La ultraderecha, a falta de la presencia casi absoluta a la que estaban acostumbrados en el sistema político mexicano, hoy se refugia en marchas “Fifí”, en grupos de Facebook que repudian a los migrantes, en un supuesto apartidismo que abandera los prejuicios más recalcitrantes de la derecha, y se expresa en vídeos con discurso virulento como los del empresario regiomontano Gilberto Lozano. Busque sus vídeos en Youtube e intente no traumarse.
Esa misma ultraderecha celebra que su número de manifestantes creció. Cierto, de los quinientos asistentes que asistieron a la Segunda Marcha Fifí de diciembre pasado en la Ciudad de México, se calcula que en esta ocasión se congregaron entre tres mil y cinco mil personas, de acuerdo con el portal Sin Embargo El Financiero.
Pero distan aún de los 15 mil asistentes que reportaron medios como La RazónPolítico.mx, El Imparcial y MVS Noticias, y ni en sueños son los “más de 50 mil asistentes” y después “más de 70 mil”, que aseguraron los Chalecos y su vocera Alejandra Morán, a través de redes sociales y entrevistas a medios de comunicación.
Por ello, resultó una joya del humor involuntario escuchar al expresidente Felipe Calderón asegurar en un vídeo que “cientos de miles” de mexicanos participaron en la marcha.
Craso error creer que con fake news se robustece un movimiento social –si así podemos considerarlo–, como lo intentó el exsenador (a ratos priista, luego panista, de nuevo priista y a veces, otra vez panista) Javier Lozano Alarcón con la fotografía de una manifestación de 2008. Cientos de usuarios de redes sociales, como el economista Sergio Saldaña, exhibieron el fraude:
Le sugiero a @JLozanoA corregir su foto de la #Marchadelsilencio, pues su foto (según de hoy) es previa –al menos– al 2010, donde Paseo de la Reforma: – No tiene Estela de Luz – Ni la torre BBVA – Los camellones aún tenían pasto (ahora son de concreto en forma de pirámides) #Fake
  • @SergioSaldanaZ, 5 de mayo, 2019.Mayor error pretender sumar gente denigrando a quienes votaron por Andrés Manuel López Obrador, considerando que el excandidato de Morena obtuvo 30 millones de votos, tiene más de 70% de aprobación de acuerdo a diferentes encuestas y es, quizás, el presidente con más votos en la historia reciente de México.
    En nada ayuda llamar “descerebrados”, “ignorantes”, “nacos”, “chairos”, “mugrosos” o gritarles “Regresate a tu pueblo” a los obradoristas, como hicieron algunos inconformes, cuando el graduarse de escuelas privadas no les ha servido de nada para no cometer garrafales errores de ortografía y sintaxis en sus pancartas, y cuando se presume mayor educación que “el pópulo” al que tanto desprecian pero no lo demuestran en su conducta.
    Tampoco sirve de nada intentar sumar simpatizantes partiendo del clasismo más burdo, criticando a los migrantes y a los beneficiarios de los programas sociales,  tachándolos de “chairos huevones” que “viven de nuestros impuestos”, cuando los sectores más desfavorecidos también los pagan a través de los descuentos obligatorios que se realizan a sus salarios, los cargos de IVA a servicios (agua, luz, gas, electricidad, internet, telefonía) y las compras más nimias que realizan cada día, como un refresco o unos chicles.
    Etiquetar de flojos a los sectores más vulnerables, con la infame idea de que “los pobres son pobres porque quieren”, en un país que rebasa los 50 millones de pobres y donde un título universitario no te garantiza salir de la miseria, no es la forma más inteligente de lograr nada, más allá de memes, críticas y burlas.
    El estado de la ultraderecha es vergonzoso porque, luego de haber sido el Zeus todopoderoso que controlaba todo en la otrora Nueva España (“Disculpe usted su Majestad”, dijeron muchos de ellos en marzo pasado, al rey Felipe VI), hoy es un bebé -“ternuritas”, les diría cierto presidente tabasqueño- que intenta ponerse de pie y caminar con firmeza, pero solo acaba tropezando y dando tumbos propios del primerizo.
    La diferencia es que el infante de carne y hueso despierta afecto y simpatía, mientras que la ultraderecha que está quejándose genera rechazo, cuando no pena.
    Pese a su escaso número, la sombra que es hoy la ultraderecha mexicana es peligrosa no por su músculo, sino por el desconocimiento y la violencia clasista que la alimentan de fondo. No es censurable la oposición, sino que la cimenten desde el prejuicio y el dogma. Argumentos hay y muy buenos; deberían utilizarlos. Pero los argumentos se desploman cuando parten de la falsedad.
    Decir que López Obrador es “comunista, socialista” y que ello lo hace peligroso, es una falacia argumentativa dantesca. Siento desilusionar a quienes aún no lo han notado, pero el presidente cambió mucho el discurso de izquierda radical que tenía en 2006 y el mismo se ha definido como un político “de centro”.
    Si bien su discurso pone en el centro a los pobres, en los hechos lo cierto es que no todas sus políticas podrán subsanar la enorme desigualdad de nuestro país y aunque López Obrador no quiera reconocerlo, el neoliberalismo aún no ha muerto.
    Y no señores, los comunistas/socialistas/anarquistas no son satánicos, ni comen niños. Al Padre Tiempo gracias, ya no tenemos a la conductora de TV Azteca, Lolita de la Vega, fomentando ese tipo de ideas, como en los años noventa. Urge elevar el nivel de la discusión, y dejar de lado esos conceptos propios del Yunque, el Muro o los cristeros; más adecuados para la Guerra Fría y la Guerra Sucia del siglo pasado, que para el siglo XXI.
    Decir que el actual gobierno ha generado “desconfianza” y “caída” de las inversiones es otra mentira, ya que las inversiones extranjeras aumentaron, la mayor parte de los bonos de deuda han sido adquiridos por extranjeros y el megafondo financiero Blackrock quiere realizar una mayor inversión, de la que ha hecho en Pemex y Banamex desde Enrique Peña Nieto.
    (Ojo aquí: Estamos en un momento surrealista y extraño, en el que la ultraderecha exige un neoliberalismo más desigual, entreguista, fascista y profundo, en el que la izquierda partidista cierra los ojos y aplaude algunas políticas económicas, que no están tan ajenas a lo neoliberal; y en el que los principios ideológicos ya es lo que menos importa en las pugnas partidistas “izquierda-derecha”).
    Mala apuesta decir que López Obrador es “un peligroso tirano”, cuando él dice una cosa pero su gabinete y el legislativo acaban haciendo otra. Tampoco es propio de un “dictador”, como lo llama la ultraderecha, aprobar la revocación de mandato y la pérdida de fuero, si bien es cierto las condiciones se prestan a debate y que se quedaron cortos al aprobarlo sólo para el presidente.
    Muy extraño ese “autócrata” que dibujan sus opositores, que rechaza la injerencia militar extranjera en un país sudamericano. Bastante suigeneris este autoritario mandatario –nótese mi sarcasmo, diría el periodista Vicente Serrano– que inició su sexenio con consultas populares (más allá de que éstas fueran vinculantes o no, lo cual es otro tema). Rara dictadura en la que la oposición puede manifestarse, a diferencia de las violentas represiones que sufrieron las manifestaciones contra Peña Nieto.
    Vaya, qué irónico es este occidentalizado mundo capitalista, que le dio el premio Nobel de la Paz a Obama tras Libia, y que jamás han osado criticarlo por ello. En cambio, llaman “dictador” a quien respeta la Doctrina Estrada. ¡Así las cosas!
    Es entendible y legítimo que los integrantes de la Marcha Fifíprotesten contra la violencia que azota nuestra tierra, con sus miles de muertos, desaparecidos y desplazados; violencia que todos padecemos en diferentes niveles. Lo que es censurable es que en su discurso soslayan como la desigualdad económica impacta en la delincuencia, y el Docenio Sangriento de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, con la Guerra contra el Narco como punto de partida.
    Condenable, sí, que el presidente piense que la exigencia de paz es sólo de los conservadores, pero más condenable es que sectores que jamás se preocuparon del 2 de octubre de 1968, el jueves de Corpus del 71, Ayotzinapa y Tlatlaya, hoy vengan a espantarse por una violencia que no repudiaron antes.
    Reprochable que el presidente evoque el pasado para justificar el presente, sí, pero también reprochable que los mismos políticos del PRIAN que llevaron a la patria a esta debacle, hoy salgan de forma oportunista a querer capitalizar un descontento del que ellos fueron los mayores responsables.
    Cuestionable que una ultraderecha que siempre condenó las protestas sociales y que poco dijo de la Guardería ABC, hoy pretenda imponer que su rebelión es la única que importa. Muchos de los mismos que no exigieron la renuncia del presidente por Villas de Salvárcar o los dos estudiantes del Tec ejecutados en marzo de 2010, hoy exigen la renuncia de AMLO por Tlahuelilpan y Minatitlán.
    ¿Qué futuro le queda a la ultraderecha, luego del derrumbe de sus intelectuales como Enrique Krauze? De poco les ha servido refugiarse en Francisco Martín Moreno o Macario Schettino, apodado Mc Ario en redes sociales en octubre pasado, luego de que éste esbozara que la inteligencia es “diferente” según la etnia.
    ¿Qué decir de una derecha y ultraderecha tan cercanas a Felipe Calderón, Vicente Fox, a los impresentables Javier Lozano y Fernando Belaunzarán, a la desangelada Margarita Zavala, a las reaccionarias #HijasdelaMx, a un Gabriel Quadri que desea un partido como el Vox de España, o a su activista de cabecera, la macabra señora Wallace, de la que ya muy poco podemos agregar?
    ¿Qué decir de quienes usan como única fuente de información a periodistas como Ricardo Alemán, Martin Moreno, David Páramo y Pablo Hiriart? ¿Qué decir de una derecha que contempla a Slim, al presidente de la Coparmex y a Juan Pardinas como presidenciables, pero que ignoró completamente a María de Jesús Patricio, Marichuy? ¿Qué decir de una derecha que necesita recurrir a personajes caricaturescos como el insufrible Juanito, a pesar de que éste ha sido abucheado en varias ocasiones en la Ciudad de México?
    ¿Qué decir de un sector aún enfurecido por la cancelación del Aeropuerto Internacional de Texcoco por “los empleos y la derrama económica que traería”, pero indolente ante las implicaciones ecológicas que hubiéramos padecido, el discrecional uso de las Afores para su financiamiento, y ante la represión en San Salvador Atenco, que le precedió?
    Cierto, quienes nos sentimos más cercanos a la izquierda que a la ultraderecha, podemos respirar tranquilos. Los reyes del oscurantismo y enemigos de las libertades –como la equidad, el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay, la adopción por parejas del mismo de sexo, la educación sexual y el Estado Laico– reposan en las sombras esperando captar cualquier atisbo de luz, para aferrarse al poder de nuevo.
    Los Juan Dabdoub y los Jorge Serrano Limón, que se escandalizan más por una mujer que aborta que por el deplorable estado de los orfanatos, están muy lejos de regresar a Palacio Nacional, al menos hasta el momento. No hay en el escenario una figura lo suficientemente fuerte en la derecha partidista.
    Pero, como me dijo un amigo, no hay que confiarse. Pueden recuperarse. Está en nosotros, los ciudadanos, hacer conciencia sobre lo que significaría regresar a ese pasado… Que la lamentable herencia que nos dejaron, nos sirva para no olvidar.

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