E
l corazón de la IV República es el combate a la corrupción/impunidad. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) considera que son el origen de la violencia y de la desigualdad que padecemos. Para indagar la posible efectividad de la futura campaña de renovación moral, creo conveniente compararla con una iniciativa semejante: la de Miguel de la Madrid Hurtado, presidente de México (1982-1988), quien intentó poner en marcha una idea similar con resultados muy negativos.
De la Madrid prometió: eliminar la corrupción, construir una sociedad más igualitaria y avanzar en el proceso de democratización. Afirmó que para lograrlo no bastaban leyes idóneas, sino voluntad política y una administración eficaz. En sus primeros meses de gobierno realizó acciones encaminadas a este propósito. Pero se encontró con grandes problemas financieros y muchas resistencias que terminaron por amedrentarlo y resquebrajar su voluntad política llevándose al diablo la renovación moral. Su sexenio es conocido como el periodo de las oportunidades perdidas.
La renovación moral que propone AMLO colorea todas las acciones de su gobierno. Confía en que al desarraigar estos vicios tomemos el camino de una verdadera nación desarrollada. AMLO, al igual que De la Madrid, plantea gobernar con el ejemplo y también menciona la necesidad de tener una voluntad política firme. Tendrá resistencias de las elites económicas y políticas y de los grupos criminales que generan violencia e inseguridad. Sin embargo, cuenta con un apoyo popular inédito, aunque no organizado; no tiene compromisos con los grupos de interés; y ya probó su voluntad y su valentía al resolver las distintas crisis como jefe de Gobierno de la capital.
La magnitud del desafío que enfrentará AMLO para erradicar la corrupción y la impunidad es enorme. Podría augurarse un buen resultado en el control de esas prácticas en los niveles superiores de la administración pública y también un cambio notable en sectores intermedios del aparato estatal y quizás despunte un paradigma distinto en las relaciones internas. Desarraigar la corrupción es difícil, pero se puede abrir un camino que llevará a la modernización del país y a la vigencia del Estado de Derecho.
Colaboró: Meredith González.
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