lunes, 29 de octubre de 2018

"Es la primera vez que nos toman en cuenta"

Proceso de participación ciudadana tranquilo

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▲ En los centros de votación no disminuía el flujo de participantes. Si de pronto había sólo cuatro o cinco personas en la fila era por la rapidez del proceso para sufragar.Foto María Luisa Severiano
Arturo Cano
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de octubre de 2018, p. 3
¿Hay vida después del aeropuerto? En muchos medios y en las redes sociales pareciera que no. En esos espacios la disputa Texcoco-Santa Lucía definirá no sólo el futuro del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sino el destino mismo de la patria.
En la calle imperó otra narrativa.
Cuando faltaban cuatro minutos para las seis de la tarde, los encargados de la mesa instalada a las afueras del Metro Etiopía anuncian que ya sólo quedan cuatro boletas, pese a que hoy mismo les llegaron 700 más. Varios ciudadanos que llegan rayando se van con caras de decepción.
Justo cuando el último ciudadano que alcanzó boleta la introdujo en la urna, los voluntarios que trabajaron los pasados cuatro días y varios ciudadanos que son testigos de la hora de cierre aplaudieron y se felicitaron.
Un hombre muy alto se plantó frente al grupo y preguntó:
–¿Santa Lucía, verdad?
–También hay para Texcoco –le respondieron.
–Bueno, ni modo.
No se necesita ser adivino para saber la tendencia, porque los votantes han ejercido su derecho a la vista de todos y porque en las bases de Morena –que nutre a los voluntarios de la consulta– prendió la consigna de yo prefiero el lago.
Votaran por una u otra opción, los ciudadanos que se acercaron a las mesas agradecieron el ejercicio.
Vine porque viajo mucho y me interesa dónde quedará el aeropuerto, explicó Alfredo Rivera, agente de ventas.
En todas las obras de estos gobiernos 50 por ciento es robo y la gente está cansada. Ahora sí que lo que diga López Obrador, pero si no opinamos, cómo nos quejamos después, dijo Javier, quien se presentó como camarógrafo de Televisa.
Gerardo de León Ostos, un viejo profesor de enseñanza superior votó pasado el mediodía, convencido de la necesidad de parar el negocio de Texcoco porque, dice, los terrenos aledaños al megaproyecto fueron adquiridos convenientemente para luego revenderlos a precios exorbitantes.
En los centros de votación no disminuía el flujo de votantes. Si de pronto había sólo cuatro o cinco personas en la fila era por la rapidez del proceso.
La tranquilidad combinada con entusiasmo que se vivió en las mesas de votación contrastó con el debate en medios y redes sociales, donde las explicaciones de los organizadores resultaron insuficientes para responder las críticas sobre los votos duplicados, la falta de secrecía y de control del material de la votación.
El propio presidente electo tuvo que salir a defender el ejercicio, en otro de sus mensajes sin filtro, a través de las redes sociales: Puede haber errores porque no se están gastando miles de millones de pesos. No voy a decir quién gasta tanto en hacer una elección y al final no son confiables. Esto es un proceso democrático, limpio, creíble, nadie se atreve a alterar el resultado de la consulta. Nadie lo va a hacer, garantizamos eso, que la consulta sea limpia y libre.
López Obrador respondió así a críticas como la de Vicente Fox (La consulta es una pendejada); de Felipe Calderón, quien en campaña contra el ejercicio incluso agitó el fantasma de la devaluación; de la bancada de la selfie (el PRI en el Senado), que incluso introdujo una iniciativa para que las obras de infraestructura no puedan ser objeto de consulta.
Claudia Ruiz Massieu, dirigente del PRI, calificó a la consulta de maniobra política para eludir responsabilidades, disfrazada de democracia participativa.
En todo caso, la polémica abre la puerta para que la mayoría de Morena en el Congreso impulse reformas para ampliar los espacios de participación ciudadana, cosa que han prometido varios de sus legisladores, algunos de los cuales han evocado la negativa de llevar a consulta la reforma energética y estimado que las leyes actuales están hechas para obstaculizar los ejercicios de democracia directa.
El presidente electo ha dicho que sus críticos tienen que irse acostumbrando a las consultas ciudadanas porque serán un sello de su gobierno. De hecho, no se trata de una línea nueva en el quehacer político de López Obrador. Cuando ocupó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal llevó a consulta el horario de verano, el segundo piso del Periférico, el aumento a la tarifa del Metro, así como la revocación de su propio mandato en dos ocasiones. La mayor participación que alcanzaron estas consultas fue de 10 por ciento. En esta consulta, el porcentaje será mucho menor, ya que el listado electoral supera los 89 millones de electores.
Los primeros tres días de la consulta acudieron a votar, según los organizadores, poco más de 700 mil ciudadanos. La meta anunciada por el presidente electo era de un millón de votos (cifra rebasada por escaso margen, según el reporte oficial).
Muchos dirán que son muy pocos, aunque para quienes participaron el ejercicio fue memorable. Es la primera vez que nos toman en cuenta, dijo, en una larga fila en el centro de Azcapotzalco, la joven project manager Brenda Ordaz.
En el parque central de esa alcaldía, un imitador de Juan Gabriel amenizaba la votación. Cuatro señoras mayores posaron para la foto con sus pulgares entintados. Una de ellas, Martha Navarrete, nunca se ha subido a un avión, pero dijo que acudió a votar porque tal vez a sus nietos les toque utilizar un nuevo aeropuerto.
Yo no quiero dejar de ser imparcial, si me lo permiten nada más esta vez: si se hacen esas pistas en Santa Lucía hay un ahorro de más de 100 mil millones, dijo López Obrador el 17 de octubre.
No hizo falta más, quizá porque Texcoco había perdido no durante los cuatro días de la consulta, sino el primero de julio.
Poco antes de las 10 de la noche, López Obrador abandona su oficina, feliz, y pide a los reporteros que esperen el reporte de los técnicos.
Los datos que lee Enrique Calderón Alzati confirman lo que la imparcialidad de nada más esta vez había anticipado: 69.95 por ciento por Santa Lucía y 29 por ciento por Texcoco.

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