domingo, 16 de septiembre de 2018

Se acabaron los abucheos y las rechiflas de cinco años: “¡Vete, Peña Nieto!”, fue el grito popular



En seis años, el Centro Histórico de la capital del país y Enrique Peña Nieto, Presidente de México, jamás se llevaron bien. Y hoy, con Andrés Manuel López Obrador cerca de tomar el poder, el Zócalo sólo pidió que el mandatario priista se marche. Fue la noche del adiós. 

Por Linaloe R. Flores
Ciudad de México, 16 de septiembre (SinEmbargo).- El desánimo. Enrique Peña Nieto ha dado el último Grito de Independencia de su Historia y pedido vivas ante un Zócalo que aún tenía espacio a la hora de su aparición, las 11 de la noche.
En traje oscuro, como acostumbró durante el Gobierno, ha ondeado por última vez la bandera nacional. Su esposa, Angélica Rivera, eligió un vestido rojo y largo. “¡Gaviotaaaa!” – reventó un hombre. Y todo volvió a la normalidad de noche de 15 de septiembre en México. Al iniciar los juegos pirotécnicos, la familia -los seis hijos de uno y otro- aparecieron en el balcón presidencial. Retumbó en esta plancha un popurrí que arrancó con El Cielito Lindo y siguó con “Si nos dejan” de José Alfredo. “¡Adiós!” – gritó una mujer. Ya había soñado Luis Miguel en los altavoces con su “México en la piel”.

 Todo ha acabado. Ni siquiera hubo abucheos o rechiflas o protestas. Los mexicanos que acudieron a la convocatoria, le han dado la espalda al Palacio Nacional y toman sus caminos. Un ejército de mujeres de limpia de de la empresa Jopran ha empezado a barrer. Ahí, donde apenas hace una hora Emanuel y Mijares animaron con sus canciones de los 80, se ha apagado la luz.
Así fue la última vez entre Enrique Peña Nieto y el Centro Histórico de la capital del país que gobernó de 2012 a 2018.

En traje oscuro, como acostumbró durante el Gobierno, ha ondeado por última vez la bandera nacional. Foto: Cuartoscuro.

En seis años, el Centro Histórico de la capital del país y Enrique Peña Nieto, Presidente de México, jamás se llevaron bien. Cada vez que se asomó al balcón presidencial y gritó: ¡Viva México! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria! la rechifla y el abucheo fueron la arenga. Este punto de México, pulso de la política nacional, fue el espejo donde el Primer Mandatario con la más baja aprobación de la Historia, de apenas diez puntos en los peores momentos, se vio obligado a reflejarse.
Lo quisiera o no.
Porque desde 2013, en su primer año de Gobierno, 40 mil maestros rurales de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación instalaron un campamento en contra de la Reforma Educativa, la primera de las cinco que impulsó.
Porque un año después, miles de gargantas le reclamaron la aparición de 43 normalistas perdidos en una carretera de Iguala, Guerrero.
Porque cuando las manifestaciones se dispersaban, tras ellas, quedaba la frase en letras blancas: “Fue el Estado”.
Porque borraban la leyenda, con chorros de agua y volvía a aparecer.
Porque aquí le gritaban sin cesar “¡Renuncia EPN!” tras conocerse el affair de corrupción de La Casa Blanca, la mansión en la que vive con su familia.
Porque en 2015, The Mexican Moment había sido un sueño.
Porque la prensa internacional le increpaba sus silencios por esas muertos que se le acumularon.
Porque las tragedias de Tanhuato y Tlatlaya ocurrieron aunque él nunca las mencionó.
Porque la revista “Time” le preguntó: “¿Saving México?”
Porque en 2015, le apareció ante los ojos un letrero pintado sobre camisetas blancas que decía: “Peña Asesino”.
Porque en 2016 a su Grito de festejo lo presidió una marcha de repudio.
Porque en 2017, esta plaza de la Constitución, ya no se llenó para la fiesta de Independencia.
Porque era Peña Nieto, una figura que dio pie a una industria de memes en las redes sociales, con sus lapsus como ese de “estamos a un minuto de aterrizar. A menos: yo creo que como a cinco …” cuando se dirigía a la tierra más afectados por los sismos del 7,19 y 23 de septiembre de 2017.
Porque cada año, fueron peores la rechifla, los gritos en su contra y el desánimo.
Porque de las gargantas salían: “¡Fuera Peña!” y muchos “¡Nos faltan 43!” y “¡Renuncia!”
En esta noche, cuando ha dicho por última vez ¡Viva! con la banda presidencial cruzándole el pecho, los porqués y los cómos de este Zócalo se agolpan. La madrugada de ayer se activó este mal llevarse entre el Presidente y el Centro Histórico del país. Anoche, la plaza de Garibaldi retumbó. No fue la emoción por la Independencia mexicana. Fue una balacera. En un local del Callejón de la Amargura, entre Honduras y Perú, hombres vestidos como mariachis dispararon armas cortas y largas en contra de personas que bebían y cantaban. Es el territorio de los cárteles de la droga la Unión Tepito y la AntiUnión Tepito. Tras la agresión se contabilizaron 60 casquillos percutidos. Hay cuatro muertos, dos de ellos -según el reporte de la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México- tenían antecedentes penales.
Ya en la tarde, el acarreo no iba bien. Si el año pasado cientos de hombres y mujeres descendieron de los típicos camiones del Estado de México e Hidalgo, hoy son apenas decenas. Y eso que con Peña Nieto, los símbolos se fincaron, se volvieron fuertes, inalterables. Pese a las críticas, el guión de los “invitados especiales” se repitió durante su sexenio hasta aniquilar la sorpresa. Ya nada pasaba. Ya todo se esperaba. Camiones con placas del Estado de México e Hidalgo se apostaban desde las 16:00 horas en las calles de Palma, Tacuba y 5 de mayo abarcándolas en su estrechez. Descendían hombres y mujeres con un engomado en el lado del corazón. Hombres parados en las esquinas palomeaban listas en hojas sujetadas con un clip. Con los años, poco les importaba ser captados por las cámaras. Palomeaban, revisaban, hacían el trabajo de control.
A veces, por Guatemala, daban vuelta filas de hombres y mujeres con indumentaria de pueblos originarios. Cargaban una bolsa de plástico con un sandwich y un refresco. Luego, eran los mismos a los que se veía en la parte frontal del Zócalo, resguardados por vallas verdes. Siempre fue bueno no intentar atravesar tales vallas. Para allá no podía pasarse a menos que se portara un brazalete rojo.
Era el guión del acarreo. El que protagonizaban cientos de personas anónimas que sí le respondían al Presidente cuando gritaba ¡Viva México!. El que era grabado con celulares para después desembocar en las redes sociales. Rostros que salían en la televisión. Que se agolpaban y luchaban para que aquello fuera una fiesta.
El año pasado, este espectáculo ocurrió tal cual. El Partido Revolucionario Institucional parecía fuerte, celebrativo. Había ganado -otra vez- el Estado de México, la tierra del Presidente con el candidato Alfredo del Mazo Maza, primo del Presidente. Incluso, ese mismo día tomó posesión.
Este 15 de septiembre de 2018, eso no ha ocurrido.
En seis años, el Centro Histórico de la capital del país y Enrique Peña Nieto, Presidente de México, jamás se llevaron bien. Foto: Linaloe R. Flores, SinEmbargo.
DE CÓMO EMPEZÓ A PRONUNCIARSE ESTE ZÓCALO
El Pacto por México fue firmado en 2013, en los primeros meses del sexenio, para impulsar cinco reformas estructurales en los ámbitos educativo, energético, financiero, económico y de telecomunicaciones. Una ambición que en 12 años no consiguieron los antecesores de Enrique Peña Nieto en la Presidencia de México, Vicente Fox Quesada (2000-2006) y Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), ambos emanados del PAN. Una ambición que Enrique Peña Nieto, ex Gobernador del Estado de México, logró en menos de dos años. Una ambición que en este mismo Zócalo empezó a hundirse desde el primer Grito de Independencia que dio Enrique Peña Nieto.
Muy de noche, en la tiniebla que a veces envuelve este pedazo de México, 40 mil maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación levantaron un campamento en agosto de 2013, poco después de la promulgación de la Reforma Educativa. Se tiraron frente a los portales, cuerpo a cuerpo, como uno solo. Así, bajo las luces de los fogones, organizaban manifestaciones en contra de la Ley General del Servicio Profesional Docente, enviada por el Presidente al Congreso de la Unión y avalada -bajo ese pacto- por Diputados y Senadores.
Según el texto de la ley, el destino iba a virar para los profesores mexicanos. De reprobar tres veces, serían sancionados. La primera penalización iba a ser la reasignación a otras tareas. La segunda, el despido.
Así transcurrieron 24 noches. Fue entonces que se planteó que Peña Nieto por primera vez diera el Grito en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Pero no. Los miles de maestros opuestos a la decisión del Gobierno federal fueron desalojados por el cuerpo de Granaderos de la Policía Federal. Y aquel año, el primero de Peña Nieto frente al Zócalo, gritó: ¡Viva México! y lo único que tuvo como arenga fue un sonido de rechifla y abucheo.
Este es el mismo sitio donde, con alegría de oreja a oreja, promulgó la Reforma Educativa. Este es el mismo lugar donde seis años después acudió al anuncio de cómo la revertirán. Cuando la promulgó, lo acompañaba el Gabinete y el logo del Pacto por México. En la foto final aparecieron los coordinadores parlamentarios del Congreso de la Unión, los presidentes de los partidos políticos y el entonces Secretario de Educación, Emilio Chuayffet Chemor. Seis años después, el mismo Presidente, el mismo Zócalo. Ya no hay logo del Pacto por México. A su lado, Andrés Manuel López Obrador, Presidente electo de México, anunció: “En tiempo y forma nosotros presentaremos las iniciativas para cancelar la reforma educativa y dar a conocer un plan distinto, con un marco legal ajustado a las nuevas circunstancias, pero se cancelará la actual reforma”.
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Los Gritos de Peña Nieto costarán 111 millones 826 mil pesos. En esta noche mexicana de septiembre de 2018 ello puede obtenerse con las fichas de los contratos que se firmaron por la celebración de 2013 a 2016. La Presidencia de la República no ha publicado los que corresponden a 2017 ni 2018; pero es posible obtener un promedio.
El primer Grito costó 17.4 mdp; el segundo, 18.9; el tercero, 19.1 y el cuarto 18.9. Para el quinto y el sexto se tomó en cuenta un promedio de 18.6 mdp. Son costos muy similares cada año, aun cuando a partir de 2015 se suspendió la cena para invitados en El Palacio Nacional. Ese año, la Secretaría de Hacienda anunció un recorte de 221 millones de pesos al gasto programable.
Y ahí, bajo este costo y desde el balcón de El Palacio Nacional con el Presidente Enrique Peña Nieto está su familia, los Peña Rivera. Ahí están Paulina (22 años), Alejandro (19) y Nicole (17) -del matrimonio que tuvo con Mónica Petrelini (Q.E.P,D) y también, Sofía (21), Fernanda (17) y Regina (12) -hijas de su esposa, Angélica Rivera-.
Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera Hurtado vivieron un amor que se escribió en las páginas satinadas de las revistas del corazón. Pero siempre en dos versiones. La versión oficial es que fue un flechazo, un golpe bien asestado de Cupido entre el entonces Gobernador del Estado de México y ella, actriz de telenovelas en Televisa, en ese momento la más popular por su interpretación de “La Gaviota” en “Destilando amor”. El relato extraoficial es que su unión fue resultado de un arreglo para que aparecieran como los protagonistas de un cuento de hadas en revistas de sociales y programas de espectáculos.
Verdad una u otra, este amor no salió bien ante los ojos de quienes acudían al Zócalo a gritar ¡Viva México!
En seis años, el Centro Histórico de la capital del país y Enrique Peña Nieto, Presidente de México, jamás se llevaron bien. Foto: Cuartoscuro.
Para las noches del Grito ella se enfundó en vestidos de Benito Santos o Dolce & Gabana. En 2017, repitió el atuendo por razones de austeridad, según adujo la Presidencia. Pero su popularidad, como la de su esposo, también descendió. Una encuesta del periódico Reforma expuso que el 70 por ciento no le creía después de que brindó la explicación en la que sostiene que la Casa Blanca es de ella y que pudo comprarla como resultado de 25 años de trabajo en Televisa. La investigación periodística de Aristegui Noticias dio con el conflicto de interés porque ella se retrató en la mansión para la revista Hola! En entrevistas, el Presidente ha reconocido que el hecho de que fuera ella quien saliera a dar explicaciones por un asunto del Gobierno fue un gran error.
Pero Angélica Rivera no dejó de posar ni de viajar. Después del escándalo de la casa blanca, acompañó a su esposo a un viaje por el Reino Unido. Volvió a la revista ¡Hola! enfundada de Alexandre McQueen, una de las firmas favoritas de la Duquesa de Cambridge. Y también en un un Valentino. No sólo la Primera Dama de México se vistió de gala para asistir a actos en Reino Unido. Lo hizo también Sofía Castro, su primogénita. Se retrató enfundada en un Dolce & Gabbana de 7 mil 275 dólares en las calles de Londres en imágenes que le dieron la vuelta a las redes sociales. Habían transcurrido apenas días de la visita a Londres, cuando imágenes de Angélica Rivera Hurtado en un recorrido en un centro comercial de Beverly Hills de Los Ángeles, California, fueron dadas a conocer por el programa de espectáculos “Suelta la Sopa” de la cadena Telemundo, asentada en Miami.
Pero si ella cometió indiscreciones, los hijos Peña-Rivera- hicieron de sus redes el escaparate de su vida. Sofía Castro publicó en Instagram su fiesta de disfraces mientras los padres de los 43 desaparecidos visitaban Los Pinos y por último, se permitió dar a conocer que Jon Boy, un reconocido tatuador de celebridades, había visitado Los Pinos para poner su tinta sobre Paulina y ella misma.
Pero eso es pasado. Y esta es la noche del adiós.
Al Presidente Enrique Peña Nieto este Zócalo, esta noche, no le ha devuelto nada.

Adiós 

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