lunes, 3 de septiembre de 2018

Historia inconclusa de traiciones



En los primeros meses y antes de conducirlo al exilio, se hizo todo para dejarlo aislado. Cooptaron a algunos de sus más cercanos colaboradores y otros se sintieron amenazados y bajaron el perfil.
Me vi con un supuesto amigo de Marcelo Ebrard en un restaurante de waffles. Estaba muy nervioso. Me había dado información durante semanas y me pidió ese día que no lo volviera a contactar. Nunca más lo hice. Una persona muy cercana a este ex amigo quedó acomodada poco después en el Gobierno de Miguel Ángel Mancera.
Uno de los generales del ahora Senador me contó, después de varias reuniones, detalles de la ruptura. Me dijo que una buena parte la había operado él, personalmente, y el sexenio le sonreía. Me dio datos de Ebrard de encuentros en la casona de Alfonso Reyes.
Pero me negó todo después, cuando le pedí que me dijera, con la grabadora encendida, algo de aquello; era para un texto que escribía. No lo negó, propiamente: le mandé una versión de cómo lo citaría en el texto y fue su secretaria la que me dijo: “El licenciado no recuerda haber dicho eso”. Entonces, supe, calculó la posibilidad del regreso de Marcelo: el sexenio estaba avanzado. Quería mantener su identidad oculta.
Su nombre queda guardado conmigo, pero los detalles de la historia son apasionantes para cualquiera que lo vea desde afuera: Ebrard sufrió algo parecido a una persecución de Estado.
Alguna vez, porque yo estaba escribiendo su biografía, le pregunté a Mancera casi palabra por palabra quién participaba en la persecución de Ebrard. Le mencioné una “operación Ebrard”. Me la negó. Me dijo que tal cosa no existía. Pero muchos de los cercanos del actual Senador me dijeron otra cosa. Uno de ellos me detalló que otro Miguel Ángel estuvo involucrado en llevar al Presidente de la República que Marcelo era el que estaba detrás de la “casa blanca”. Esta versión se extendió por el gobierno capitalino: que Mancera le dio datos a Osorio Chong para que pudiera culparlo ante Enrique Peña Nieto por el escándalo generado por la propiedad que Armando Hinojosa Cantú puso en manos de Angélica Rivera y por otra más, en donde estuvo la casa de campaña en 2011-2012.
Hay datos sueltos porque no se cuidaron. Me dijeron que en algún momento dos operadores muy cercanos a Mancera pidieron directamente a otros funcionarios que involucraran a Marcelo Ebrard en desvíos o en presuntos “acuerdos bajo la mesa” con obras.
“Me dijeron literalmente esto: ‘chíngate a Marcelo’”, me confesó recientemente un ex funcionario que conoce bien el entorno del Senador Mancera. De acuerdo con su versión, se le presionó en los primeros años de la administración para que “se chingara” a Marcelo.
La historia de traiciones contra Ebrard Casaubón involucra a periodistas muy conocidos; a Presidencia de la República; a Mancera y a su círculo más cercano; a Osorio Chong y a otro activo miembro del Gabinete presidencial: Luis Videgaray. Es lo que se dice. Es una historia terrible que no habría imaginado Luis Spota. Tenía como intención hundir las posibilidades presidenciales de Ebrard para afianzar a otros dos que querían asegurar su candidatura en 2018: los dos Miguel Ángel. O eso me dijeron.
La trama de traiciones tuvo un vuelco demasiado pronto y con un exceso de dramatismo. Marcelo está en la cresta de la política nacional y es uno de los individuos de mayor confianza y cercanía con el próximo Presidente de México. Osorio Chong no es sino una sombra amarga, un espejo de sus propios fracasos. Enrique Peña termina como el peor Presidente en muchas generaciones. Y Miguel Ángel Mancera… mmmh.
Sospecho que el culebrón de Mancera tendrá sorpresas en el futuro. Sospecho que también su entorno –los hombres más cercanos a él– podrían ser noticia alguna vez. Se habla mucho de una alcancía y propiedades adquiridas por medio de triangulaciones que tejen una telaraña espesa.
También me dicen que Ebrard no perderá tiempo en venganzas. Me parece difícil de creer: advierto francotiradores en las azoteas y sombras que se mueven con velocidad. Como si tomaran posiciones para dar, en el momento exacto, un golpe de precisión.
Albert Camus decía que dos hombres traicionados por una misma mujer son algo así como hermanos. En este caso, la mujer que comparten es la política. Mancera y Ebrard no serán hermanos, pero sí comparten un destino irremediablemente unido. Ahora Ebrard tiene el chirrión por el palito y esto –como cita Andrés Manuel y se dice en el beisbol– no se acaba hasta que no se acaba.

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