Beatriz Gutiérrez Müeller, historiadora y académica, amante de la poesía y promotora de la cultura y el arte, es también la esposa de Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de la coalición “Juntos Haremos Historia” y quien, a 18 días de los comicios federales del 1 de julio, lidera por entre 18 y 22 puntos las encuestas de preferencia electoral.
En entrevista con SinEmbargo, Beatriz habla de su rechazo por la idea de la “Primera Dama”, pero también de su miedo a convertirse “en una persona que no soy”, en el caso de que su marido obtenga el triunfo en las urnas.
No quiero, dice, “en el afán de ser lo que otros desean que sea, que de buenas a primeras juegue un rol que no calza con mi forma de pensar. Me considero una persona sencilla, dispuesta a aprender todos los días, no vivir aislada del mundo y de sus problemas y olvidar de donde vengo. Mis temores giran en torno a lo anterior. Tengo la impresión de que a las “primeras damas” (federal, estatal, municipal) se les fuerza a tener una actividad asistencial y de ejemplaridad, entre otras facetas, muchas veces con la intención de no romper una tradición que no se sabe de dónde salió.
Ciudad de México, 12 de junio (SinEmbargo).– La presencia de Beatriz Gutiérrez Müller en la campaña electoral se ha intensificado en las últimas semanas. La esposa de Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial por la coalición “Juntos haremos historia”, estrenó su cuenta en Twitter hace apenas unos días y ha sostenido interesantes debates con quienes atacan a su esposo, también lanzó la canción “Cuídame tú”, dedicada a los que luchan, y sorprendió con su discurso en Minatitlán, Veracruz, un alegato a favor de las mujeres.
Casada con el líder de Movimiento Re
generación Nacional (Morena) desde hace 12 años, Beatriz (Ciudad de México, 1969), es poeta, historiadora, académica, periodista, promotora de cultura, literatura y arte, y advierte que de ganar su marido la Presidencia de México terminará con la idea de la “Primera Dama”.
“Modificar la idea de ‘Primera Dama’ en México es difícil. Pero en algún momento se tiene que comenzar a erradicar, sobre todo si es sinónimo de privilegios, ostentación y abuso de poder”, dice en entrevista con SinEmbargo.
Autora de los libros “Viejo siglo nuevo” (Planeta, 2012) y “Dos revolucionarios a la sombra de Madero” (Planeta, 2016), se ha dedicado a la investigación y estudio de personajes como Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés, Giordano Bruno, Francisco de Quevedo o Francisco I. Madero. Beatriz es Doctora en Literatura.
La esposa de López Obrador confiesa que es tímida y que le ha costado asumir el protagonismo de su nueva etapa. Aunque se muestra entusiasmada e ilusionada por lograr un cambio para México, advierte que su relación con el poder ha sido siempre de “distancia”: “No empleo mis relaciones personales para usufructo propio”, remata.
Sencilla, disciplinada, discreta, curiosa por naturaleza, aguda en sus posturas, firme en sus convicciones, Beatriz Gutiérrez Müller sonríe con facilidad y dice que en caso de que AMLO gane las elecciones se propone cambiar el papel de la esposa del Presidente de México e iniciar una nueva era: “La esposa de un Presidente debe reconocer que esto ha cambiado y dejar a un lado la idea de que sólo es adorno”, remata.
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–El puesto de “Primera Dama” es uno de los más opacos y poco transparentes en su partida presupuestal y en la estipulación de sus funciones. Usted ha propuesto “poner fin al puesto de ‘Primera Dama'”, ¿qué ofrece en su lugar?, ¿qué funciones tendría?, ¿cómo modificar el imaginario tradicional sobre la esposa del Presidente?
–Propuse poner fin a la idea de “Primera Dama”. El puesto como tal no existe en la legislación mexicana. Es una figura tradicional en México que emula a la “First Lady” de Estados Unidos, el cual sí es una responsabilidad pública. No siendo pues una figura legal, no debiera ser el lugar para usufructuar el presupuesto público. ¿Qué funciones? De las que he podido escuchar, la esposa de un Presidente lo acompaña a ceremonias cívicas, a viajes internacionales, a giras de trabajo. Por otro lado, sería bueno que la esposa de un Presidente tome alguna bandera para, desde su lugar, promover alguna acción que beneficie a la población.
–De llegar a convertirse en la compañera del Presidente, ¿cómo impulsaría la agenda de género? Las mujeres son “un motor poderoso que el país necesita”, pero México les ha fallado, dijo usted misma. ¿Qué propone para impulsar esa presencia de las mujeres tan necesaria en un país convertido en tierra de feminicidios?
–Impulsaría la agenda de género con todo mi apoyo moral y presencial, siempre que se pueda.
–¿Cómo se imaginan que debe ser la esposa de un Presidente?, es una pregunta que hizo en su discurso en Minatitlán. ¿Cómo se imagina usted ese rol?
–Yo me imagino a una esposa normal, haciendo lo que hacía antes de que su esposo se convirtiera en Presidente, en Gobernador, en Alcalde. Incluso es hasta sano mentalmente. Todas las mujeres que acompañamos a nuestros esposos políticos tenemos mucho trabajo en casa o desarrollando nuestras actividades. Los hijos, por ejemplo, requieren atención y generar un ambiente estable para beneficio de ellos, porque un mandato constitucional dura un tiempo (un sexenio, en el primero de los casos) pero la familia dura toda la vida. Sin embargo, también me la imagino haciendo muchas cosas por México.
–El fundamento legal está sustentado en el artículo 80 constitucional: el poder recae en una sola persona. ¿Qué tipo de relación tendría usted con el poder de su esposo si llegara a la Presidencia?
–Yo tendría la relación que tengo ahora: soy una esposa que lo acompaña en las buenas y malas. A lo largo de casi 12 años de matrimonio, mi relación con el poder ha sido de distancia. No empleo mis relaciones personales para usufructo propio.
–“La compañera”, dice usted, debe participar “hasta un límite”. ¿Cuáles serían sus límites de ser la compañera del Presidente?
–Los que la Ley determina. Por otra parte, debe ser colaboradora en todo lo que pueda para auspiciar cambios positivos para el país.
Andrés Manuel López Obrador y su esposa Beatriz Gutiérrez durante un mitin con simpatizantes de Morena, realizado en Izúcar de Matamoros, Puebla. Foto: Saúl López, Cuartoscuro
–”La esposa debe hacer las cosas de manera diferente”. ¿De qué manera?, ¿cuál sería su agenda social?, ¿cuáles serían sus luchas?
–Las mujeres mexicanas no son las mismas que en los años 20, o cuando se conquistó el derecho a votar. Ahora, un alto porcentaje de mujeres no sólo trabaja en su casa (trabajo, por cierto, mal reconocido y no remunerado), sino que tiene una fuente propia de ingresos, con lo cual contribuye al peculio familiar. Además, participa más activamente en otro tipo de actividades: política, filantropía, activismo social, etcétera. La esposa de un Presidente debe reconocer que esto ha cambiado y dejar a un lado la idea de que sólo es adorno: aporta, cambia cosas, crea, lucha todos los días por un mejor país. No he pensado por ahora tener una agenda social ni una lucha específica. Primero ganamos, y luego planteamos estos temas. Pero sin duda, si en algo puedo aportar, será en torno a la literatura y las artes en general.
–“Sería imperdonable convertirse en lo que critica”, dice usted. ¿Convertirse en qué, por ejemplo? ¿A qué le teme? El poder cambia a las personas.
–A convertirme en una persona que no soy. En el afán de ser lo que otros desean que sea, que de buenas a primeras juegue un rol que no calza con mi forma de pensar. Me considero una persona sencilla, dispuesta a aprender todos los días, no vivir aislada del mundo y de sus problemas y olvidar de donde vengo. Mis temores giran en torno a lo anterior. Tengo la impresión de que a las “primeras damas” (federal, estatal, municipal) se les fuerza a tener una actividad asistencial y de ejemplaridad, entre otras facetas, muchas veces con la intención de no romper una tradición. ¿Cuándo surgió esa tradición de la “Primera Dama” que hace campañas por la Cruz Roja, que encabeza el DIF, que reparte despensas en momentos de crisis como fue el sismo del año pasado? No lo sé con precisión. No está mal si esto es ayuda a México en momentos críticos. Pienso que hay muchas dependencias del Gobierno federal que hacen o debieran hacer ese trabajo. Ahora, si esas dependencias cuentan con el apoyo de la esposa del Presidente para tener un mayor impacto, bien; pero si ese apoyo es meramente decorativo o inocuo, no tiene sentido prestarse sólo para la fotografía. Cuando se ayuda a alguien o al país, el trabajo profundo no tiene necesariamente que ser visible.
–Dice usted que no tiene “intereses políticos electorales” y que no será candidata a nada. ¿Cuál es su percepción del poder y cómo se piensa relacionar con esa nueva realidad en caso de ganar?
–Que yo recuerde, no he tenido a la fecha ninguna fantasía de ser candidata a nada. Cuando estaba en la primaria fui candidata a la reina de la primavera y quedé en segundo lugar. Desde que era reportera en Puebla, varias veces me mencionaron o propusieron ser candidata a algún puesto público, y me negué. Incluso, me he enterado de que he sido incluida en encuestas [en Puebla] recientemente. No me interesa postularme a ningún cargo de elección popular. Para que quede aún más claro, extendiendo lo expresado en Minatitlán: no quiero ser candidata, nunca. La política no es lo mío. Me interesa la “Política”, con mayúscula; es decir, tener mi posición, mi juicio, abonar a una idea, a una propuesta pero no postularme. No es lo mío porque, viviendo con un político, he tenido la oportunidad de “calarme” y no paso la prueba. No tengo las aptitudes ni el temperamento para ello, para rematar.
–Las últimas “primeras damas” de México han estado marcadas por la ambición de poder y la avaricia. ¿Deme su opinión sobre las últimas tres: Martha Sahagún, Margarita Zavala y Angélica Rivera.
–Me reservo mi opinión.
–Usted apela a “la fuerza de las palabras” para construir un México en paz. ¿Qué más ofrece conquistar con las palabras?
–Ofrezco todo lo que he aprendido para dar una opinión sobre un tema; mediar en todo ámbito en que sea necesario para el entendimiento de las partes y, a la vez, colocar al lenguaje, al diálogo y a la palabra como un imperativo para la paz pública.
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