A
l hablar de la elección de 2018, Marcelo Ebrard advirtió:
Si México no se sacude, no habrá cambio. No se refería a un estallido de violencia, sino a un cambio drástico en la consciencia. Entre el miedo y la esperanza, el pueblo deberá inclinarse por la esperanza y no por el miedo. Por primera vez en nuestra historia el voto abrirá camino a una transformación profunda.
¿Podemos hablar de insurrección electoral? Todo parece indicar que una clara mayoría expresa su repudio al mal gobierno de Enrique Peña y a una política económica basada en la desigualdad, incapaz de contener la violencia y de generar crecimiento. Los indicios están a la vista de todos: Andrés Manuel López Obrador ha logrado colocarse en una posición claramente mayoritaria. Las encuestas le otorgan más de 20 puntos de ventaja que resulta abrumadora a sólo 15 días de los comicios. Hemos visto romper el
techoque pronosticaban los expertos. López Obrador/Morena han sabido capitalizar a los inconformes; la intención del voto los favorece incluso en el Poder Legislativo. Detrás de los números hay una mezcla de nuevos electores: profesionistas liberales, campesinos, pequeños empresarios, universitarios, sectores importantes de la clase media, jóvenes y mujeres. Muy interesante es el voto joven: cerca de 5 millones acudirán a las urnas por primera vez, personas de 18 a 21 años que toda su vida han oído hablar de López Obrador y cientos de miles votarán por él.
El PRI y el PAN entablaron una alianza implícita o confidencial que ha durado 18 años. Ambos se han identificado en la política económica. La alternancia estuvo reservada a los partidos de derecha, pero en alguna medida se ha roto, como también el PRI y el PAN se han dividido. Algunos especulan que hubo
traiciónde Ricardo Anaya. La realidad es que el viejo sistema se está desmoronando.
La verdadera conmoción vendrá si AMLO triunfa. Habrá una verdadera revolución de expectativas, un despertar de clases y grupos que han sido sometidos desde tiempo inmemorial. No sólo las grandes estructuras sufrirán cambios, también la vida concreta de las personas. Los partidos tendrán que reorganizarse. Cambiará la relación entre los medios de masas y el Estado. La gente aprenderá a exigir y el nuevo gobierno tendrá que dar paso a ese impulso, apoyarse en él y a la vez responderle y acotarlo: un verdadero reto. (Colaboró Meredith González Acevedo).
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