sábado, 12 de mayo de 2018

Ricardo Anaya, candidato “sumamente preparado" y "gran orador”: ese mito genial

Ricardo Anaya en Tercer Grado, de Televisa. Foto: Televisa
@Manuel_Ibarra SDP Noticias
La aparición del aspirante panista a la presidencia en el programa Tercer Grado, lo desnudo de nueva cuenta en sus limitaciones y en su extraña relación con la verdad.

Desde los instantes posteriores a concluir el segundo debate, la mayor parte de la “opinocracia” mexicana decretó lapidariamente que Ricardo Anaya Cortés había sido el “ganador” del mismo, además de procramarlo, a los 4 vientos, escritos y digitales, prácticamente como “el mejor orador” de la historia reciente de México.

Aspiracional, simplona y fácil de impresionar, la opinocracia enquistada en los medios nacionales prefiere hacer marometas mentales en lugar de aceptar sus prejuicios abiertamente (en realidad, no creen que un hombre de origen “humilde”, de habla “extraña” y que estudio en escuelas públicas “merezca” ser presidente de México) y encumbrar a Anaya como la segunda venida no de Cristo, sino de Demóstenes o Julio César o cualquier otro de los oradores legendarios de la historia. 

Quizás la analogía más cercana a la fulgurante carrera de Anaya, la de un político que “salió de la nada” y terminó compitiendo por la presidencia de un país es Barack Obama. Pero la comparación se acaba ahí: mientras que el ex presidente de EU es un orador nato (pese a que sus discursos terminaron siendo simples promesas vacías rebosantes de retórica sobre “esperanza” y “cambio” que no terminaron por concretar en nada), Anaya no puede mantener ni siquiera el interés de sus propios correligionarios, como fue el caso reciente de un penoso acto de campaña celebrado en Tijuana, en donde lo fueron abandonando a mitad del acto proselitista.

Es por eso que la aparición de Anaya hace unas horas en el programa de Televisa Tercer Grado, lo desnuda en todas sus carencias y lo exhibe en su única virtud.
Las carencias de Anaya como orador y como candidato son muchas: no es emotivo en su discurso, no es convincente y además es incapaz de arriesgarse y dar una respuesta contundente. A prácticamente toda pregunta directa sobre sus posturas y sobre sus propuestas para un posible gabinete alega que existen “acuerdos” en su alianza y además, rehúsa a aceptar responsabilidad alguna en desastres como los incrementos a los precios de la gasolina.

También carece de experiencia en el gobierno teniendo como experiencia únicamente la de ser burócrata en Querétaro, luego legislador por la vía plurinominal y finalmente dirigente de un partido político como los puntos más importantes de su carrera política.
También sorprende que la opinocracia haga mutis con esa dificultad que tiene el falso queretano (en realidad nació en el Estado de México) con distinguir entre la verdad y sus mentiras. Negó ante los periodistas y comentaristas de Tercer Grado cualquier dicho sobre una alianza con Peña Nieto. Acto seguido, le pusieron el video con sus declaraciones y en lugar de reconocer que en algún momento consideró la idea, tiró su verborrea que cada vez suena menos convincente.

No mencionemos tampoco la mentira comprobada que dijo sobre un texto en donde López Obrador presuntamente atacaba a Alfonso Romo. Después de reconocer ¡en cadena nacional! que mintió y que tal parte jamás apareció en ningún libro, Anaya se las arregló para culpar a Carlos Loret de Mola de su propia mitomanía, a lo que este respondió con una expresión de sorpresa.

Quizás la única virtud de Ricardo Anaya sea, más que inteligencia, una astucia que lo hace volverse un tipo sumamente escurridizo en sus respuestas. Es muy difícil acorralarlo, sobre todo si se le permite que hable y hable, como es su costumbre. Pero sería un grave error confundir lo que popularmente se denomina como “verbo” o “labia”, con otro tipo de virtudes que el candidato del Frente no tiene, como carisma, facilidad de oratoria, preparación o inteligencia.

Es por eso que es a estas alturas ya es risible leer a la comentocracia aspiracional mexicana, representada a la perfección en este tuit, elogiando todavía la presunta preparación de Anaya. ¿Cuál preparación? ¿Pasarse casi dos horas de entrevistas evadiendo respuestas y quejándote del adversario que te saca 20 puntos de ventaja es "preparación"? ¿No dar ninguna propuesta sustentada que te definan como una opción realista y distinta al desastre económico y social que  representa el PRI es realmente estar “sumamente preparado”?

El que vea otro tipo de cualidades en el presunto chico maravilla no solo le miente a sus lectores: se está mintiendo a si mismo.

Como nación, no merecemos a esta opinocracia fallida e intelectualmente deshonesta. No en realidad.

Pobre país.

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