viernes, 18 de mayo de 2018

Anaya insaciable, locuaz y vacío

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Jorge Carriilo Olea
S
i repasamos los decires de los precandidatos de hace meses, encontraremos una línea transversal: un vacío. Lamentablemente ese vacío se ha sostenido en dos de los hoy candidatos. Atentos observadores creen que se están guardando cartuchos para una gran batalla y un glorioso final, pero no. Ya se vio que no hay nada que sostenga esa hipótesis.
Los vacíos son siempre peligrosos, son trampas o evasiones que se encubren con mañosos artificios. Es el caso de Anaya. Se exhibe como joven sugestivo, toca la guitarra, habla francés e inglés, lanza proclamas efectistas, amenaza, insulta, quiere atraer a la juventud haciéndose pasar como brioso rockstar al que también fascina la lucha libre y que, como ellos, es devoto de la tecnología más avanzada.
De su inexperiencia en materia pública nada habla, nada dice de cómo traicionó a Calderón, el que como linimento de un fracaso le prestó una subsecretaría. Tampoco habla de sus diabluras para fracturar a su partido ni de cómo expulsó virtualmente a la cándida Margarita. Todo lo cubre con una dialéctica retorcida que se basa en creer que su auditorio es hipnotizable. En otros momentos sus actos son un jolgorio que más que campaña electoral parece un festejo juvenil, sonido infernal, luces, guitarrazos, lucha libre.
Oculta a miembros de El Yunque, a quienes tiene confiadas serias responsabilidades. Esta siniestra organización de extrema derecha dice que su propósito es defender la religión católica y luchar contra las fuerzas de Satanás. Álvaro Delgado, periodista y escritor, lo define como grupo ultracatólico, anticomunista, antisemita, antiliberal y con rasgos fascistas, destinado a apoyar el reino de Dios en la tierra. Ese grupo tramitó ante la Arquidiócesis de México canonizar a Carlos Abascal ¿Por qué Anaya da cabida y oculta a esta oscurantista organización? Posiblemente sea su pertenencia a él como novicio rebelde, como lo fue del Opus Dei en su primera juventud.
Sus propuestas son muy novedosas: acabar con el autoritarismo, la corrupción, la impunidad, combatir al crimen organizado, respetar los derechos humanos, crecimiento económico y más lugares comunes (tomados de su página de Internet). Sus propuestas rebelan dos cosas, una lamentable y la otra muy preocupante: 1. La lamentable es que, promoviéndose como innovador, sea incapaz de plantear un compromiso concreto que resulte trasformador, brillante. 2. La preocupante es la ausencia de una definición ideológica en materia social. Mundo que no concibe, que no le importa. No está ni en sus preocupaciones ni en sus planes.
Su fondo ideológico no existe, carece totalmente de una base dogmática sobre ideas sociales, de oferta a las bases de la pirámide nacional. Y es natural, procede de un medio de desarrollo privilegiado, no conoce carencias, todo le ha sido dado y nunca ha estado comprometido con nada que no sea su ambición. Eso es parte de su peligroso vacío, un vacío que no conoce las exigencias éticas del compromiso político, de contenciones racionales, ajenas a su ambición.
Un personaje así, que ignora los límites para aquellos que ejercen el poder, que no sabe de los confines éticos, políticos y legales de la autoridad y que no sabe que existe una diferencia entre autoridad y fuerza, un personaje así, semejante al aprendiz de brujo, es altamente peligroso para el país. Supone que le sería confiado el respeto a las leyes, a la procuración de justicia, a los tribunales, ejercer la supremacía del mando de las fuerzas armadas, el uso justo y transparente del presupuesto, la conducción de las relaciones exteriores que tanto desprecia y tantos más recursos implícitos en la Presidencia de una nación. Esto no puede ser confiado a un ser inexperto y arrebatado por la ambición.
Los 15 millones de jóvenes entre 18 y 24 años que votarán por primera vez por un presidente, favorablemente han desarrollado un sentido crítico sobre la vida pública. Asociándose al festín rocambolesco de Anaya, muchos participan en sus actos, más no como convencidos devotos, no. Acuden sólo al festín, al relajo, que es tan propio en su juventud. Acuden sólo a oír injurias contra el poder, que es otra afición juvenil.
Aplauden que se anuncie la cárcel para Peña Nieto, que se acuse de todo a AMLO o de simplón a Meade, que se anuncien ruidosas venganzas contra cualquiera. Todo eso entra en el relajo. Al momento de sufragar habrá acabado la fiesta, sabrán votar en favor de ellos mismos, por su futuro que quieren esforzado pero luminoso. No los habrán engañado con injurias y rock.

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