Hace mucho tiempo que una única nacionalidad nos define: la del clasismo. Las sociedades se clasifican en adinerados y pobres, pudientes y jodidos. Desde que el mundo es mundo, entre la brutalidad y la compasión más humanitaria de la que nuestra especie es capaz, hay un punto de intersección innegable y es la diferencia de clases.
Este texto, queridos lectores, es una opinión, una interpretación, una libérrima mirada sobre el fenómeno anti AMLO que parece incendiar a una parte importante de los mexicanos. Resumiendo: es una mera apreciación, no se me vayan a poner espesos exigiendo pruebas científicas y marcos legales que sólo estamos en el sabroso y libre ejercicio de pensar.
Dicho lo cual, voy a transcribir el resumen de la novela “Esperando a los bárbaros” de J.M. Coetzee en editorial DeBolsillo para tratar de explicar mi personalísimo razonamiento.
“Un día el Imperio decidió que los bárbaros eran una amenaza a su integridad. Primero llegaron al pueblo fronterizo policías, que detuvieron sobre todo a quienes no eran bárbaros pero sí diferentes. Torturaron y asesinaron.
Después llegaron los militares. Muchos. Preparados para realizar heroicas campañas militares.
El viejo magistrado del lugar trató de hacerles ver con sensatez que los bárbaros habían estado desde siempre allí y nunca habían sido un peligro, que eran nómadas y no se les podría vencer en batallas campales, que las opiniones que tenían sobre ellos eran absurdas… Vano intento. El magistrado sólo logró la prisión y el pueblo, que había aclamado a los militares cuando llegaron, sólo logró su ruina”.
En este país hay más de cincuenta millones de personas en pobreza, algunos en pobreza extrema y alimentaria: son las clases bajas, los jodidos, los morenos, los que no hablan inglés, los que en cuatro generaciones no podrán comprar una casa propia ni un automóvil del año, ni acudir a universidades privadas. Son los bárbaros generacionales, el último peldaño en la casta social y para los que la movilidad de clase es un sueño inalcanzable.
Andrés Manuel, ese poco sofisticado tabasqueño que no habla inglés, que vivió por años en un modesto departamento de interés social en Copilco, que no tiene un Master of Business Administration (M.B.A.) en el Massachusetts Institute of Technology (M.I.T.) y que —al menos en el discurso— insiste en dar a los que menos tienen, representa a esa masa de jodidos de los que la élite política y, sobre todo, las clases media y alta tienen terror. No exagero.
Ya perdí la cuenta del número de veces que he escuchado a personas relativamente educadas decir que si votan por Andrés Manuel “les van a quitar sus casas y su patrimonio que con tanto trabajo han ganado”. Es interesante la declaración, ¿quiénes les van a quitar sus casas y sus cosas? ¿una horda de seres hambrientos que tomará posesión de lo que encuentre a su paso? ¿una horda de bárbaros comandados por López Obrador?
Ya perdí la cuenta del número de veces que los intelectuales que sí tienen un M.B.A en el M.I.T ningunean a AMLO por no estar a su altura académica, por no ser gente como ellos, por la “cerrazón e ignorancia” del tabasqueño que se come las eses y es un impresentable para el sofisticado y progresista país que todos queremos.
El sesgo clasista es notorio, ya ni ahondar en el asunto aquél de los prietos de Morena.
Ahora que el nombre de Vicente Fox ha vuelto a hacer ruido en las redes sociales con sus declaraciones al borde del desequilibrio mental, me puse a pensar cómo es que, en su tiempo, los mexicanos estuvieron tan orgullosos de este personaje y creo que todo apunta a su perfil de hombre empresarial, de estatura notable, piel clara y que sí hablaba inglés.
No me parece descabellado pensar que ese atávico “mejorar la raza” que permea la identidad de la clase media a la hora de clasificar personas para elegir pareja, también se haga presente en el rechazo instintivo a todo lo que represente la parte de “la raza” con la que no queremos identificarnos.
No deja de llamar mi atención que el terror a la posible presidencia de Andrés Manuel (algo que no ha ocurrido, que desde hace dos sexenios es pura proyección y nebulosa sin datos puntuales) pese más que la realidad palpable, dura y estadística que nos han legado el PAN y el PRI en sus respectivas administraciones.
Para muestra, un botón de los incontables atentados del PRI contra México:
En el portal de “México evalúa” hay una demoledora revelación que habla sobre la nueva partida secreta del presidente Peña Nieto, la caja negra que devora los recursos nacionales a placer: se trata del Ramo 23 que, a saber, se utiliza para “Contingencias y necesidades misceláneas. Está en su naturaleza encontrar los márgenes de flexibilidad que permitan activar la disposición y asignación de recursos justamente para atender imprevistos, emergencias o choques de distinta naturaleza. Entonces, la característica más importante de esta partida es la flexibilidad y discrecionalidad”.
Cito una parte del análisis:
“En el periodo que va del 2013 al 2017, el Congreso aprobó recursos para estos programas por un monto de 22 mil millones de pesos, pero el Ejecutivo les asignó 318 mil millones (catorce veces más de lo aprobado)”.
Regreso a donde empecé: ¿qué analizamos de un candidato o partido a la hora de elegir? ¿Podemos ver el cuadro completo o sólo aquél pedacito que “amenaza” nuestra identidad social que defenderemos con las uñas antes que entregársela a “los bárbaros”, a los que no son como nosotros?
@AlmaDeliaMC
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