+ La puñalada de la Línea 12
+ MAM y su deslealtad
+ MAM y su deslealtad
Por Martín Moreno
SinEmbargo
Cuando Marcelo Ebrard se levantó aquella mañana a desayunar, se encontró con la noticia en los medios: el gobierno de Miguel Ángel Mancera lo culpaba de las irregularidades, tanto de construcción como financieras, en la Línea 12 del Metro. Iniciaba así, para Ebrard, una pesadilla política que lo llevaría a un destierro dorado a París.
-Mancera ni siquiera me avisó por teléfono que venía esa investigación…-, se quejaba Marcelo con sus amigos ante la traición consumada de quien fuera procurador de Justicia del DF durante su gobierno. La puñalada, hasta el fondo, empujada por Mancera.
Ebrard se fue a París, y conocedor de las reglas de la política mexicana, guardó silencio ante la embestida que sabía se le venía encima. Mancera lo había traicionado, sí, pero también enfrentaba a otro enemigo más poderoso: Enrique Peña Nieto.
Por eso tuvo que huir del país.
Por eso tuvo que huir del país.
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Hace un par de años, en su columna en El Universal, el analista Ricardo Raphael escribió, a propósito del escándalo de la Casa Blanca de la familia presidencial, lo siguiente:
“No fui yo, fue Marcelo. Así cuentan que acusó Miguel Ángel Mancera cuando en Los Pinos le preguntaron quién había filtrado a la prensa (Carmen Aristegui) los datos sobre la Casa Blanca…”.
Mancera jamás desmintió aquella columna. Nunca lo negó. Y el que calla, otorga.
Y cuando le preguntaron a Ebrard sobre esa versión, respondió textual:
“No creo que sea una volada (mentira periodística). Debe tener bases…si Mancera hizo eso, estaríamos ante un problema muy serio de credibilidad de una persona”.
Desde entonces, el gobierno peñista emprendió una serie de hostigamientos y presiones en contra de Marcelo, orillándolo a huir literalmente del país, sabedor también que Peña Nieto y Mancera mantenían no solo una fuerte alianza política, sino también, una relación personal consolidada por la ambición de Mancera de ser candidato presidencial a toda costa, contemplando, inclusive, serlo por parte del PRI como externo. (A mayor detalle, ver columna De cómo perdió Mancera la candidatura del PRI SinEmbargoMX 17/I/2018 Martín Moreno).
Bajo fuego por los dos flancos – Mancera y Los Pinos-, Ebrard no tenía mayor margen de maniobra. Ni siquiera le permitieron ser diputado suplente en la elección intermedia. Salir a enfrentarlos le hubiera significado una derrota inevitable. Se jugaba su libertad. Y por eso huyó.
Pero en política no hay derrotas definitivas.
Y hoy, Marcelo Ebrard está de regreso.
Y va por la cabeza de un traidor llamado Miguel Ángel Mancera.
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“Yo soy de los pocos políticos mexicanos que han tenido fuego amigo y fuego enemigo al mismo tiempo…”, dijo Ebrard el pasado 2 de febrero, al ser presentado por AMLO como uno de los coordinadores electorales de Morena. Fuego amigo: Mancera. Fuego enemigo: Peña Nieto.
Aún más:
Entrevistado por Carmen Aristegui, Ebrard despejó toda duda: dijo que por instrucciones del secretario de Gobernación (Osorio Chong), se ordenó evitar que fuera diputado federal en 2015.
“Era un personaje que no era cómodo, compatible con la estrategia que estaban llevando a cabo el PRD y la jefatura de Gobierno”, confirmó el ex jefe de gobierno.
Fuego amigo. Fuego enemigo.
Miguel Ángel Mancera ignoró, sin duda, una máxima fundamental en la política, y en la vida: la traición se paga, tarde o temprano.
Fracasó, primero, en su proyecto personal: ser candidato a la presidencia y alcanzar así el poder suficiente para que la revancha de Ebrard no lo alcanzara. Se derrumbó.
Fracasó, primero, en su proyecto personal: ser candidato a la presidencia y alcanzar así el poder suficiente para que la revancha de Ebrard no lo alcanzara. Se derrumbó.
Segundo, hizo un pésimo cálculo con Marcelo Ebrard, a quien le debía completa la candidatura a la jefatura de Gobierno como cuarta opción – la primera era Alejandra Barrales, a quien Ebrard le perdió la confianza; la segunda era Mario Delgado, quien no creció en las encuestas; la tercera era Martí Batres, que no tenía empatía con Marcelo, y hasta el último, el chabacano Mancera, a quien Marcelo regañaba severo frente a todos durante juntas de trabajo por su poca seriedad y carácter liviano-. Lo traicionó, seducido por el poder que nubla a las mentes débiles. Pero le falló la apuesta.
Hoy por hoy, Ebrard está de regreso de la mano de AMLO, y Mancera va en declive.
Y si, como todo lo indica, Morena ganará la jefatura de Gobierno el próximo uno de julio, la suerte de Mancera – y de sus hombres: Serrano y los hermanitos Serna-, estará echada: les esperan días negros.
Mancera deberá pagar la traición contra Marcelo.
Ya lo veremos.
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FB / Martin Moreno
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