Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
21 de marzo 2015.- Querida Carmen: Contra todo pronóstico, el golpe que derribó a Julio Scherer García de la dirección general de Excélsior, el 8 de julio de 1976, inauguró uno de los ciclos más luminosos en la historia del periodismo mexicano.
Scherer fundó el semanario Proceso. Octavio Paz la revista Vuelta. Manuel Becerra Acostael diario unomásuno, Enrique Flores Cano, Nexos. Miguel Ángel Granados Chapa, Humberto Musacchio, Samuel del Villar, Óscar Wong y los estudiantes universitarios de La Guillotina emprendieron proyectos menos duraderos.
Vela que ardió por las dos puntas, unomásuno revolucionó todos los géneros y fue único e irrepetible, pero se derritió pronto y hoy no lo sobrevive ni el recuerdo de su prestigio.Fue tan grande el vacío que dejó aquel tabloide, que sus lectores y sus periodistas se asociaron simbólicamente y pusieron en circulación La Jornada, bajo la batuta de Carlos Payán, que en 1996 tomó Carmen Lira.
Al amanecer de la década de los noventa, en plena consolidación de la rapiña neoliberal, se produjo un hecho insólito: El Financiero, de Rogelio Cárdenas, adoptó una postura crítica, verdaderamente feroz, hacia el gobierno de Salinas de Gortari, y la mantuvo hasta que la devaluación de diciembre de 1994 lo obligó a claudicar.
Durante el tramo final de los setenta fueron célebres las crónicas audiovisuales de los reporteros y camarógrafos de Canal 13 –entonces todavía parte de la televisión pública– grabadas en los frentes de guerra de Nicaragua, donde casi en vivo y en directo nos mostraron el derrumbe de la dictadura de Somoza.
Los programas informativos de Radio Educación y Radio UNAM, a pesar de sus modestos alcances, ampliaron las opciones del auditorio crítico. Y en el espectro de las bandas comerciales, poco a poco se fue haciendo notoria la voz de José Gutiérrez Vivó. Luego apareció en el firmamento la pequeña y solitaria estrella de Carmen Aristegui, que hoy es punto de referencia obligatorio.
Hoy disponemos en abundancia de elementos documentales para demostrar que tras la caída y el inmediato resurgimiento de Julio Scherer, en 1976, la prensa mexicana tuvo un esplendor tan fulgurante como el que alcanzó durante la época de Benito Juárez y Sebastián Lerdo, que se prolongó heroicamente hasta bien avanzado el Porfiriato.
Sin ser demócratas, ni mucho menos, Juárez y Lerdo fueron respetuosos de la prensa disidente porque ésta les resultaba funcional para su proyecto político. López Portillo hizo lo propio básicamente por lo mismo. En ambos casos, valga decir, en ambos siglos, los periodistas disfrutaron de condiciones favorables para su trabajo, hasta que sendos proyectos políticos se desmoronaron.
Porfirio Díaz tomó por asalto la Presidencia de la República en noviembre de 1876, exactamente un siglo antes de que saliera a la venta el primer número de Proceso. No obstante, los periodistas comprometidos con la libertad de expresión, los que no aceptaron sobornos, subsidios ni cargos a cambio de sus elogios o de su silencio, enfrentaron acusaciones penales y demandas económicas, sufrieron amenazas, golpizas, encarcelamientos, destierros y asesinatos.
Más de cien años después, las cosas no son distintas. El ciclo luminoso del periodismo mexicano del siglo XX, que se prolongó hasta los primeros años del XXI, empezó a cerrarse con el golpe de Estado que sentó a Calderón en Los Pinos y concluyó con el relevo, no menos trágico ni fraudulento, de Peña Nieto, a quien si te fijas bien, el señor de las narcofosas le entregó una banda presidencial con los colores invertidos: el rojo de la sangre expuesto y bien visible junto a la yugular, mientras el blanco de la cocaína y el verde de los narcodólares quedan abajo.
Peña la sigue usando. Entiendo que toda alteración de los símbolos patrios sin permiso del Congreso constituye un delito, pero en este caso sospecho que estamos ante un pacto secreto entre ambos dictadores. Quizá con tu gran equipo de investigadores logres averiguarlo.
Pese a que el país vive los tiempos más aciagos desde la tiranía de Victoriano Huerta y las guerras civiles que se sucedieron después, muchas y muchos periodistas mantienen su compromiso con la defensa de la libertad de expresión y sufren golpizas (como Karla Janet Silva, en Silao), encarcelamientos injustos (como el de Pedro Canché, en la prisión municipal de Carrillo Puerto), de Quintana Roo), destierros (como el de Gutiérrez Vivó, refugiado en Estados Unidos), y homicidios como los que acabaron con la vida de Regina Martínez, corresponsal de Proceso en Xalapa, de Moisés Sánchez, el reportero taxista de Medellín, Veracruz, y tantos y tantas y tantas y tantos más.
Carmen Aristegui: te escribo con la certeza absoluta que el golpe que te expulsó del noticiero radiofónico más atendido e influyente del país, abrirá un nuevo ciclo luminoso en la historia del periodismo mexicano.
Ante la tristísima evidencia de que los diarios y las revistas de papel están en vías de extinción, la batalla por un periodismo libre, independiente y crítico, a la que antenoche convocaste, Carmen, se dará en los medios electrónicos, y luchará contra la televisión basura y las y los levantacejas a sueldo del crimen organizado que no es otro que el gobierno, y los magnates que usurpan en el radio el espacio que le pertenece al pueblo.
Te escribo esta carta a nombre de Polemón. ¿Eskiusmi?, te habrás preguntado cuando leíste el título de mi gustada y disgustada columna en su entrega de hoy. Pues mira, te cuento: Polemón es el diminuto portal electrónico que hoy abre sus puertas, y del que me haré cargo al frente de un equipo de profesionales del oficio más hermoso del mundo, donde a su vez participarán artistas de todas las disciplinas, que poco a poco se irán incorporando.
De hecho, a partir de hoy, Desfiladero ya no será un blog más, perdido como una sardina en el océano, sino una sección fija de Polemón. Y como un regalo para ti y para los colegas de Mexicoleaks, Polemón te entrega la copia de un convenio suscrito entre la Secretaría de Educación (Sedu) del Gobierno del Distrito Federal y la Fundación Sebastián, que ampara trabajos nunca realizados pero pagados “en dos exhibiciones” por un valor total de 2 millones 240 mil pesos.
Es indignante que mientras el regente Mancera trata de recortarle 150 millones a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la Sedu le obsequie 2 millones y pico a un maquilador de monumentos horrorosos, que goza de excelente salud financiera. Esta, querida Carmen Aristegui, es la nota “de ocho” del número inaugural de Polemón, un barquito que despliega sus velas y dirige la proa hacia las negras tormentas donde sin duda pronto habremos de encontrarnos.
Para despedirme quiero citar un párrafo de la famosa carta que Víctor Hugo le escribió a Benito Juárez el 20 de junio de 1867: “Usted llevó a cabo una guerra de gigantes, combatiendo a golpes de montaña”.
Te abrazo con rabia. Jaime Avilés.
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