Jenaro Villamil
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Muy orondos y sonrientes, los jóvenes dirigentes del PAN, Ricardo Anaya, y del PRD, Alejandra Barrales, anunciaron semanas antes de las elecciones en el Estado de México que sus dos partidos unirían fuerzas para “sacar al PRI de Los Pinos”… aunque no de Toluca.
Por supuesto, no le avisaron a los militantes ni a los votantes de ambos partidos, mucho menos a las distintas corrientes y grupos que forman parte de esos complejos y contradictorios institutos políticos.
El anuncio de Anaya y Barrales parecía una mala broma, pero ahora es un auténtico delirio. El domingo 25 de junio, el Comité Ejecutivo Nacional del PRD aprobó convocar a un Frente Amplio Democrático a partir de tres mentiras: no es un “frente” porque no incluye a organizaciones sociales reales y mucho menos a sectores intelectuales; no será “amplio” porque es claro que no se sumarán Morena ni el PT, ni el MC ni el EZLN-CNI, y tal vez hasta algún precandidato presidencial perdedor del PRI les aporte votos (¿les gusta José Antonio Meade para esto?); y menos es “democrático” porque su verdadera naturaleza es obstaculizar la llegada de Morena y de Andrés Manuel López Obrador al poder, en el mismo tono sectario que provocó el desafuero de 2005.
Es un frente de sobrevivencia y no de consistencia. Es reactivo y no proactivo. Es una clara demostración de la añeja cultura del Grupo Atlacomulco de cooptar y dividir a sus opositores para garantizar su permanencia.
No existe entre sus promotores una sola idea clara que sea sugerente para los ciudadanos. Y mucho menos parte de un balance autocrítico de las “alianzas” que desde antes han realizado PRD y PAN en los gobiernos estatales con pésimos resultados para los propios electores: ahí están los casos de Malova en Sinaloa, de Gabino Cué en Oaxaca, de Rafael Moreno Valle en Puebla, y de Miguel Ángel Yunes en Veracruz. Todos fueron expriistas que decidieron “volverse” democráticos y opositores con las mismas prácticas autoritarias, corruptas y persecutoras de sus críticos.
Exdirigente nacional del PRD, promotor él mismo de un frente opositor en 1997 que le arrebató la mayoría al PRI en la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo lo dijo muy claro en entrevista con Reforma: “No se trata de un movimiento ideológico que tenga un programa para el país. Se trata de una distribución de cargos públicos premeditada. Es simplemente un movimiento a favor no del cambio en el país, sino de una distribución de huesos”.
Muñoz Ledo subrayó que es “una perversión, el canto de cisne de la partidocracia. No hay ningún sostén de la sociedad civil; no conozco ninguna personalidad influyente, ningún movimiento respetable que esté apoyando esto”.
Desde el interior del PRD, la corriente Izquierda Democrática Nacional, encabezada por René Bejarano y Dolores Padierna, actual coordinadora de la debilitada bancada perredista en el Senado, consideró esto un “grave error histórico”, reprochó que no fueron consultados y emplazó a Alejandra Barrales a consultar a las bases.
En el colmo kafkiano de las pugnas perredistas, Barrales podría intentar “expulsar” a Padierna de la coordinación en el Senado, como antes lo hizo con Miguel Ángel Barbosa.
En su artículo en Excélsior, Jesús Ortega, el dueño de la franquicia mejor conocida como Los Chuchos, escribió un texto para argumentar a favor de este “frente amplio”.
Según Ortega, en 2018 se presentará “un escenario de polarización política entre extremismos que son nocivos para el país. Ni el priismo decadente y corrupto ni el populismo conservador le sirven a México”. ¿Se le olvidó a Jesús Ortega mencionar otro de los “extremismos” nocivos para el país como es el oportunismo que caracteriza a su corriente política? ¿De qué “populismo conservador” habla: el de Vicente Fox o el de Peña Nieto? ¿Por qué no le pone nombre a su auténtico adversario?
En el colmo kafkiano del cinismo, Ortega menciona que el Frente Amplio Democrático debe dirigirse a:
“A) Recuperar a los partidos de quienes los han convertido en propiedad privada” (¡Lo escribió sin morderse la lengua!).
“B) Contribuir a recuperar la condición de los partidos como instrumentos de la sociedad” (¡Lo dice quien ha hecho de la vocación paraestatal de los partidos su estilo de vida!).
“C) Demos pasos firmes e inmediatos para la conformación de un gran frente ciudadano, plural, diverso, multipartidista que enarbole un programa de transformación profunda del país, de cambio de modelo económico y de constitución de gobierno que garantice estabilidad y cohesión social” (esta parrafada llena de lugares comunes la puede firmar hasta el PRI)”.
El otro delirante ha sido el excandidato a gobernador del Estado de México, Juan Zepeda, el único aspirante que “celebró” el 4 de junio haber quedado en tercer lugar en esa elección. Si Anaya y Barrales pueden tener ocurrencias, Zepeda también: ya se autopropuso como candidato desde ese frente amplio.
“Hoy como está la propuesta (¿cuál propuesta? pregunta Perogrullo) del Frente Amplio Democrático y que en su momento va a elegir a un candidato, entonces ahí digo que sí, sí ya cambia el esquema porque ya no me confrontaría directamente con compañeros perredistas, porque ahí habría otros perfiles y ahí levantaría la mano”, expresó el lunes 26 de junio el exalcalde de Ciudad Neza que ya se creyó el propio autoengaño.
En el carrusel de las ocurrencias, el senador panista Roberto Gil Zuarth advirtió que no le parece “sensato” que el PAN deje o abandone la posibilidad de encabezar este frente opositor”. Como Gil Zuarth piensan la mayoría de los miembros de las sagradas familias que controlan Acción Nacional.
En el colmo del delirio, el político que “sacó” al PRI de Los Pinos en 2000, Vicente Fox, ha declarado que en este frente podría caber también el PRI porque:
“La esperanza de México no es quien ha estorbado el cambio por 17 años. México es primero, no echemos por la borda lo bueno que tenemos”, redactó en su cuenta de Twitter el mismo personaje que se ha convertido en un lamentable payaso de su propia historia.
En código panista, los más afectados de un frente de este tipo sería el matrimonio Zavala-Calderón que trata de retornar a Los Pinos, ahora a través de la exprimera dama. Paradójicamente, para el voto duro panista la única competitiva hacia el 2018 frente a López Obrador es la propia Margarita Zavala. Si ella abandona el PAN, entonces tendrían los propios militantes del blanquiazul la disyuntiva de seguir a Margarita o deshojar la alianza sin posibilidad de éxito con el PRD.
El frente amplio no oculta el “sello de la casa”: impulsar a un personaje como Rafael Moreno Valle, el exgobernador poblano que pretende demostrar ser el producto más acabado de la cleptocracia multipartidista. Moreno Valle pretende “garantizar” la seguridad lo mismo a peñistas que a los dueños de las franquicias del PRD y del PAN en varios estados, así como continuar con el modelo fallido de un telepresidente. Eso sí, con Moreno Valle, el Gober Bala, la mano dura estará garantizada también.
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