domingo, 19 de marzo de 2017
El placer de hablar mal de AMLO .- Álvaro Cueva
Perdón, pero, ¿en qué momento se acabó el sexenio? Falta más de un año para que Enrique Peña Nieto deje Los Pinos y casi todo lo que veo en las noticias tiene que ver o con Donald Trump o con las elecciones presidenciales de 2018.
¿De veras no está pasando nada más en México? Por eso hay tanta gente que duda, que se refugia en las noticias falsas, en las redes sociales. Aquí está pasando algo que, lejos de garantizar un clima de esperanza y paz social, invita a la sospecha. Por si esto no fuera suficiente, un alto porcentaje de las cosas que se difunden en la mayoría de las plataformas mexicanas tienen que ver con los supuestos errores de Andrés Manuel López Obrador.
¿Por qué tanta preocupación por este personaje? ¿Por qué nada más por él y no por los otros? No sé usted pero yo sí tengo muchas ganas de ver noticias, otras noticias, con otros enfoques. Creo que hay demasiada prudencia en el ambiente y que esta situación, en estos momentos de la vertiginosa historia de la comunicación nacional e internacional, va a provocar estragos en el futuro de los medios.
¿Cómo los van a voltear a ver las nuevas generaciones si, misteriosamente, todos tienen las mismas notas? ¿Cómo van a sostener su credibilidad si, salvo honrosas excepciones, no se está tratando igual a todos los personajes de todas las fuentes?
¿Cómo aspiran a tener una relación sana con quienes lleguen a gobernar nuestras ciudades, nuestros estados e incluso nuestra nación entera si ante estas distinciones no hay manera de que alguien no se vaya a querer vengar en un par de años? Y esto ni siquiera es un tema de gobernantes, de partidos o de gente que sueña con llegar a la presidencia.
Es algo que aplica para todas las notas de todas las fuentes. Le voy a poner un ejemplo: se fuga un señor de un penal en Sinaloa. ¿Y cuál es la noticia? Que se fuga, que era hijo de un capo y que se va a hacer una investigación entre funcionarios. Deténgase un momento para reflexionar en lo que le acabo de decir.
No le estoy poniendo el nombre de nadie porque es muy probable que usted jamás haya escuchado hablar de él, sobre todo a gran escala. ¿Cuáles son los mensajes que nos está mandando esta nota?
Que la gente se fuga de nuestras cárceles, que hay corrupción. El acento está puesto en el señor, en sus familiares, en el penal y en los funcionarios. ¿Ahí es donde se tiene que poner? La persona que se escapó era peligrosa.
¿Por qué aquí, a diferencia de lo que sucede en otros países, jamás se le advierte a la sociedad que, por estas fugas, la ciudadanía corre peligro? ¿Por qué no se sensibiliza a la gente de que, cuando esta clase de señores salen a la calle, la bronca no es que estén afuera, que la bronca es que existe el riesgo de que vuelvan a matar, a robar o a atentar contra la salud de todos?
¿Por qué no se habla de la importancia de recapturar a este hombre pero no para demostrar que nuestras autoridades son eficientes o incorruptibles sino por un genuino tema de seguridad colectiva? ¿Ahora entiende cuando le digo que aquí está pasando algo? Estamos perdiendo el sentido de muchas cuestiones en el mundo de la comunicación. Por lo mismo, el futuro pinta negro.
¿O usted qué opina? ¡atrévase a opinar! alvarocueva@milenio.com
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