En la guerra con uso de mercenarios más grande de la historia, el Estado Islámico necesitó armamento de calidad superior, planificación de muy alto nivel, tropas profesionales y la ayuda tácita de Estados Unidos. El objetivo, volver a ocupar Palmira
Valentín Vasilescu/Red Voltaire
Bucarest, Rumania. La ofensiva del Estado Islámico (Daesh, del árabe al-Dawla al-Isl?m?ya) contra Palmira, iniciada el 9 de diciembre pasado, tomó totalmente por sorpresa a la guarnición del Ejército Árabe Sirio en esa ciudad. Se desarrollaba entonces el asalto final en el este de Alepo por parte del Ejército Árabe Sirio y todos los medios rusos de reconocimiento desplegados en Siria estaban en función de aquella misión.
Es “extraña” la manera como los planificadores militares estadunidenses habían concebido el cerco alrededor de la ciudad de Mosul, en Irak, ya que dejaron un corredor libre a Daesh al noroeste de Mosul, en la carretera que conduce a Rabiya, el punto de paso de la frontera de Irak hacia Siria.
El 2 de diciembre, Estados Unidos ordenó a las tropas iraquíes reducir las operaciones de combate en Mosul, antes de ordenar el cese de la ofensiva el 11 de diciembre. Eso permitió que una columna de vehículos, entre los que se hallaban cierto número de blindados de Daesh, saliera de la ciudad. En medio de la noche, esos vehículos y blindados se dirigieron hacia el noroeste y cruzaron la frontera pasando por el territorio que ocupaban los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias –coordinados por instructores de las fuerzas especiales de Estados Unidos–. Los elementos del Estado Islámico llegaron a Raqqa [en Siria] sin encontrar el menor obstáculo, recorriendo en 10 horas una distancia de más de 460 kilómetros. Y, al día siguiente… estaban en Palmira.
La coalición contra el Estado Islámico dirigida por el Pentágono, que efectúa durante las 24 horas del día vuelos de reconocimiento sobre el territorio ocupado por Daesh, tanto en Irak como en Siria, firmó con Rusia un protocolo de cooperación sobre el intercambio de información vinculada al reconocimiento y los golpes sobre los blancos terrestres. O la coalición no detectó el desplazamiento de la columna de vehículos de Daesh de Mosul hacia Raqqa, y luego hacia Palmira, u “omitió” avisar a sus colegas rusos.
La ofensiva contra Palmira se planificó de manera altamente profesional, ya que Daesh dispone de oficiales de estado mayor del nivel de los ejércitos más poderosos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El desplazamiento desde Raqqa hacia la periferia de Palmira se organizó en varias columnas. Unos 4 mil yihadistas, trasladados en camionetas Toyota –artilladas con ametralladoras– y con apoyo de vehículos blindados, de artillería y tanques, se desplegaron en secreto, durante la noche, a lo largo de 200 kilómetros y entraron directamente en combate.
Daesh creó una correlación de fuerzas netamente favorable, maniobró y además atacó de noche con ejemplar eficacia. Esto demuestra que sus combatientes no son rebeldes sirios cansados del gobierno de Bachar al-Assad sino mercenarios bien entrenados, armados y permanente informados por quienes los apadrinan sobre todos los movimientos del Ejército Árabe Sirio.
Al disponer de información previa sobre el dispositivo de las tropas sirias en el terreno, días antes de la ofensiva varios grupos de comandos de Daesh se infiltraron en la periferia de Palmira haciéndose pasar por refugiados civiles. Los miembros de esos grupos se posicionaron cerca de los puestos de control del Ejército Árabe Sirio en los alrededores de la ciudad y esperaron la llegada de las columnas que conformaban la fuerza principal. Gracias a esos comandos, Daesh logró fácilmente abrir brechas para la entrada de sus columnas en Palmira.
A pesar de esas condiciones, los soldados del Ejército Árabe Sirio habrían podido resistir durante mucho tiempo si hubiesen estado equipados con dispositivos de visión nocturna, como los combatientes de Daesh. Dotados de un equipamiento superior y de información muy precisa, las subunidades del Estado Islámico maniobraron con total precisión, logrando envolver y aislar las posiciones defensivas del Ejército Árabe Sirio. Habría que preguntarse dónde compró Daesh miles de dispositivos de visión nocturna durante los últimos meses.
Desde que Daesh logró volver a ocupar Palmira, los expertos rusos desplegados en Siria han sacado las conclusiones necesarias y entregado a los soldados del Ejército Árabe Sirio que luchan por volver a liberar la ciudad dispositivos individuales de visión nocturna y equipos Fara-1, 1PN90-3 y Aistyonok que forman parte de la dotación de las brigadas de infantería motorizada de la Federación Rusa.
El radar portátil Fara-1 va acoplado con las ametralladoras de 7.62 mm, de 12.7 mm y de 14.5 mm y detecta, en condiciones nocturnas o en la niebla, combatientes individuales a 2 mil metros y vehículos a 4 mil metros, guiando así con precisión el fuego de la ametralladora. La cámara de termovisión 1PN90-3 también va acoplada a ametralladoras de 7.62 mm, 12.7 mm y de 14.5 mm y es capaz de detectar un combatiente aislado a una distancia de entre 200 y 500 metros.
El radar portátil Aistyonok se utiliza con las baterías de artillería de todos los calibres. Este radar reconstruye la trayectoria del proyectil enemigo y calcula las coordenadas de emplazamiento de la pieza de artillería que lo disparó en un radio de 20 kilómetros, aunque sea una pieza móvil. El radar sigue además la trayectoria de sus propios proyectiles y es capaz de aportarles correcciones después del disparo. Puede instalarse en vehículos y es similar al radar estadunidense An/Tpq-50.
Valentín Vasilescu/Red Voltaire
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