viernes, 11 de noviembre de 2016

Trump: exitoso Golpe de Estado contra los neofascistas (neocons)

  1. La Derecha excluida conquista el poder
Un golpe de Estado se hace cuando un sector excluido de la elite nacional decide desplazar a su rival en el poder, para cambiar el proyecto gubernamental en curso. Esta es la razón  del exitoso golpe de Estado de la derecha Trumpiana contra los neofascistas (neocons), realizado y disfrazado dentro del corrupto sistema electoral estadounidense. El control del Estado es el botín supremo de la lucha política, porque es la llave a la riqueza social (plusproducto). Por eso, está estrictamente regulado en las constituciones. Tal regulación  no es con fines democráticos, sino para garantizar que las diversas elites del poder –que componen la clase dominante–  tengan la misma posibilidad de llenarse los bolsillos con la riqueza social. Las elecciones en las democracias burguesas no son más que un mecanismo de regulación anti-monopólica, para impedir que el animal más poderoso usurpe la cubeta todo el tiempo. Para los ciudadanos de aprendizaje lento, que confunden ese mecanismo mercantil burgués con la democracia, es decir, la autodeterminación de los pueblos, la bota militar está presto para brindar ayuda didáctica en tiempo real.


  1. Sinergia subversiva del golpe
Para triunfar contra los dueños temporales del Estado se precisa de algunos requisitos: un demagogo carismático capaz de lavarle el celebro (brainwash) a la clientela; una narrativa de mercadotecnia, o sea, un sistema de mentiras sobre la prodigiosa mercancía de salvación, que sólo el líder vende (el monopolio de salvación); un sector estatal conspirador y golpista; el apoyo de una parte de la elite dominante; sectores de los medios masivos de difusión y confusión, particularmente la televisión y las redes sociales; un  sistema electoral que favorece a la plutocracia y, last but not least, un equipo adversario inepto. Todos estos elementos estaban presentes y los estrategas de Trump supieron usar su sinergia subversiva contra los “neocons”.
  1. Los facilitadores del golpe: FBI, Fox, Stone, Wikileaks
Cuando el 7 de octubre, el audio sexista de Trump, en que se ufanó de tratar a las mujeres  como viles objetos sexuales  — “grab them by the pussy”,  simplemente “agarra su vagina”–  se volvió viral; y cuando fue derrotado en el tercer debate presidencial, el 19 de octubre,  su campaña iba rumbo a la implosión. Por eso, el 28 de octubre, el republicano James Comey, Director del FBI, lanzó la intriga subversiva-golpista, de mandar una carta al Congreso, diciendo que se habían encontrado nuevos emails pertinentes para el caso del servidor privado de Clinton, e insinuando que se reabriría la investigación del FBI sobre su culpabilidad. Fox News y los republicanos potenciaron la noticia, aludiendo a un posible juicio político (impeachment) si ella llegaba a ser Presidenta y que si ganaba, era porque había un fraude electoral. Apenas dos días antes de las elecciones (sic), Comey revirtió el rumbo, diciendo que no había nada nuevo en los emails.
A cargo de este tipo de operaciones sucias estaba el asesor y amigo sexista y xenofóbico de Trump, Roger Stone. Stone ha reconocido públicamente, que ha estado en comunicación con Julián Assange (“backchannel communications”) y que un amigo común veía a Assange en la Embajada de Ecuador en Londres. No cabe duda que él fue el organizador de la larga campaña de publicación y potenciación de los Wikileaks, que se publicaron hasta el mismo día que se celebraron las elecciones presidenciales; y que fueron un factor clave en el triunfo de Trump sobre los “globalistas y partidarios de Clinton” (Stone). Ahora Stone puede festejar su tercer triunfo sobre los demócratas. El mago de la guerra sucia también había sido instrumental en la derrota de los candidatos presidenciales Al Gore y John Kerry.
  1. Inepta defensa de Clinton
El triángulo operativo de Stone, Assange y Comey, que logró invertir la tendencia hacia la victoria para los neocons, fue ayudado por la absurda estrategia de defensa de Clinton. La apología disponible estaba delante de sus narices. Clinton simplemente podía haber usado  dos argumentos: 1. Que Trump usaba el mismo modus operandi que ella, destruyendo documentos oficiales, mintiendo sistemáticamente, abusando del poder y actuando en forma corrupta y criminal con su “universidad” y fundación. 2. Que el mundo de la realpolitik y del big business funcionaba de esta manera y que Estados Unidos como superpotencia mundial tenía que imponerse. Parafraseando las palabras de su esposo: “It´s Darwin stupid. Its the survival of the fittest” – Es el mundo de Darwin, tonto, es la sobrevivencia del más adaptado.” La angustiada base blanca obrera de Trump   –ese constructo de los triunfos del New Deal de  Franklin Delano Roosevelt, el mítico “forgotten man” (Americano olvidado) o la silent majority (mayoría silenciosa) de Nixon–  hubiera entendido perfectamente bien, que en un mundo de lobos sólo se sobrevive actuando con colmillos. Pero, alejado del mundo real de los trabajadores, los elitescos neocons nunca captaron esta esencia de la campaña presidencial, concediéndole el monopolio de la demagogia respectiva para la clase media baja blanca al billonario capitalista Trump.
  1.  Trump y América Latina
La razón de ser de un golpe de Estado es la misma que la de iniciar una guerra: determinar el orden de post-guerra. Para Trump, esto significa tener que entrar en compromisos con el establisment republicano (Bush, Ryan, Cruz, Rubio) y los neofascistas (neocons), que son la fracción más poderosa de la clase política global en la actualidad. Trump es amigo personal de Netanyahu y de Macri, es decir, de la cabeza del terrorismo de Estado sionista a nivel global, y de uno de los títeres principales de la contrarrevolución monroeista en América Latina. América Latina, sin embargo, por su extrema debilidad, no es un problema para los Trumpianos. Por ejemplo, el sólo hecho del triunfo de Trump, sin declaración alguna del bully sobre el NAFTA y la supuesta muralla fronteriza, hizo caer al peso mexicano en un diez por ciento. Y a los gobiernos de Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba, no les esperan negociaciones, sino dictados del nuevo jefe imperial. La reacción de Cuba, de realizar maniobras militares nacionales, deja muy claro, que su liderazgo no tiene ilusiones sobre lo que hay que esperar de Trump. Ojalá que los demás gobiernos latinoamericanos tengan la misma lucidez y no crean en la torpeza de Correa, de que a América Latina le conviene Trump.
  1. Trump, China, Rusia y la economía
El problema real para Trump es la relación con Rusia y China. La afirmación de Trump de que Obama y Clinton son responsables del nacimiento del terrorismo islámico DAESH (ISIL),  es, por supuesto, correcto. De ahí, su apoyo entre los alrededor de 21 millones de veteranos militares en Estados Unidos, que saben que fueron sacrificados inútilmente en guerras frívolas del Capital. Es igualmente indudable, que la esencia política de los neocons, desde Bill Clinton a Obama, es la guerra de agresión (regime change) y una posible guerra nuclear con Rusia. Pero, es poco probable, que la nueva camarilla en la Casa Blanca tendrá el poder de renunciar al proyecto de dominación mundial del American Century, que Henry Luce lanzó en 1941 en la revista Life.
Si el posicionamiento electoral geoestratégico de Trump frente a Moscú ha sido realista y, de hecho, una posición de paz, su planteamiento frente a China es de una ignorancia e imbecilidad increíble. Washington no tiene ningún poder para imponerle a China cualquier cosa: sea en la economía, sea en lo militar. Debilitado al extremo su soft powerinternacional por el destape de la cloaca, que es su supuesta democracia; y dependiendo del financiamiento de sus déficits comerciales de China, desataría una gran inflación en Estados Unidos y una crisis económica mundial, si tratara de imponer aranceles a las exportaciones chinas. Internamente, con sus bajas a los impuestos corporativos, repitirá el fracasado modelo económico de George Bush que quebró las finanzas nacionales y causó la crisis global del 2008.
Nada de lo que se puede esperar de los golpistas anti-neocon, permite ser optimista sobre el futuro desarrollo político de la República Bananera Nuclear de Norteamérica. Y el monstruo híbrido que nacerá pronto de su maridaje con los neofascistas, será un Frankenstein nuclear con acento hitleriano. Alabados los que no votaron por su némesis.
 

Heinz Dieterich

Sociólogo, analista político, teórico marxista, asesor de Hugo Chávez, autor del “Socialismo del Siglo XXI” y más de 30 libros sobre la conflictos latinoamericanos. Nacido en Rotemburgo del Wumme, Alemania, y actualmente investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, en la Ciudad de México.

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