domingo, 27 de noviembre de 2016

Peña, el PRI, la chamarra roja y el Noa Noa

Peña Nieto presente en el VI Consejo Político Nacional. Foto: @CCQ_PRI
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- En la carpa instalada en la sede nacional del PRI los militantes parecían estar en una fiesta y cantaban las composiciones de Juan Gabriel como si no importara que su partido y su presidente Enrique Peña Nieto están en los niveles más bajos de popularidad de su historia.
Mientras entonaban los estribillos del Noa Noa, a los priistas nada parecía ensombrecer sus ganas de sentirse triunfadores, no obstante que todos los pronósticos estadísticos señalan que tienen pocas probabilidades de mantenerse en la Presidencia de la República para el 2018 y, aún si triunfaran, tendrían menos del 30 por ciento del electorado, por lo que ya no serían aquel partido hegemónico de antaño.
Una vez más los priistas que acudieron a la Sesión Solemne del VI Consejo Político Nacional, con motivo de su renovación trienal, se pusieron la chamarra o el chaleco rojo que Peña Nieto usó como distintivo de la “marea roja” una estructura electoral creada por su tío el exgobernador Arturo Montiel, para que su sobrino ganara las elecciones del 2012.
Hoy la sede nacional del PRI amaneció completamente blindada. Los filtros de seguridad se multiplicaron por cuatro y los miembros del Estado Mayor Presidencial responsables de la seguridad del jefe del Ejecutivo revisaron todo, hasta los cuadernos y las plumas, las bolsas y teléfonos, para quienes asistieron a la sesión del Consejo Político Nacional en la que tomaron protesta como consejeros personajes criticados y cuestionados como Luis Videgaray, José Murat, Víctor Flores y Humberto Moreira, además de buena parte de miembros del gabinete como Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Miranda, José Narro, Claudia Ruiz Massieu, Aurelio Núñez, Gerardo Ruiz Esparza, José Calzada Rovirosa y Alfonso Navarrete.
Como si fuera un torero, Peña Nieto llegó a la vieja sede del PRI y comenzó a saludar a los suyos en las gradas que lo vitoreaban como si aún estuviera en campaña.
Los aplausos no cesaban y los vítores de ¡PRI, PRI, PRI, Peña, Peña, Peña! retumbaron entre todos los asistentes en tanto que el conductor del acto lanzaba un mensaje de ánimo “cada mano que se levanta es un amigo del presidente. Estamos juntos para trabajar, renovados y con el compromiso de mover a México”.
Por más de 20 minutos Peña Nieto saludó a sus compañeros de partido que estiraban los brazos para tocarlo, para tomarse una foto con su líder, para abrazarlo y darle su apoyo.
La camisa clara de Peña ya estaba empapada de tanto moverse de un lado para otro de las gradas. El primer priista parecía estar en campaña y dejaba que lo abrazaran, que lo besaran o que le tomaran sus manos que no dejaban de apretar otras manos ansiosas.
Él mismo tomaba las cámaras y los teléfonos para hacerse una selfie en medio del remolino de brazos que no dejaban de agitarse buscándolo.
Se veía exultante saltando de un lado a otro de las gradas e incluso subiéndose a los barandales para saludar a quienes lo coreaban desde lo alto alzando el brazo, con el puño en lo alto o el pulgar hacia arriba como si hubiese triunfado en su gobierno que afuera del PRI tiene apenas una aprobación de 20 por ciento, mientras que el 80 por ciento restante rechaza las acciones reformadoras de su gobierno y la violencia que no para en todo el país.
“Aquí está nuestro presidente reformador, démosle el apoyo para mover a México”, decía una y otra vez el animador del evento que de vez en cuando le cedía el micrófono a una mujer que arengaba el apoyo del género femenino.
“¡Bienvenido a su casa presidente!”, le gritaron a Peña Nieto que agradecía lanzando saludos, besos y abrazos a los suyos, subiéndose a las gradas apoyado por los elementos del Estado Mayor Presidencial que lo agarraban para que no se cayera.
Casi al llegar al enorme estrado, Peña Nieto de plano quitó las vallas metálicas para abrazar a militantes en sillas de ruedas y a una anciana que no dejaba de gritar su nombre.
Las cámaras de fotografía, de video y de los teléfonos no dejaban de capturar las imágenes del presidente priista que sonreía y sonreía como no se le había visto en muchos días.
Por fin llegó al estrado, se puso una chamarra roja y saludó a quienes estaban en primera fila esperándolo, entre ellos el expresidente del partido, Manlio Fabio Beltrones, quien renunció luego de que el año pasaron perdieron 7  de 15 elecciones para gobernador.
Tras escuchar al líder del PRI, Enrique Ochoa, quien es su amigo, Peña Nieto dio un largo discurso en el que repitió sin cesar que ganarían las elecciones del 2018 porque, aseguró, lo que está en juego es el destino de México.
Por más de media hora Peña Nieto lanzó un largo discurso que llamo “refexiones” que al final se transformaron en propuestas de campaña para el 2018.
Pidió elegir primero el programa y después al candidato, dar a los ciudadanos razones y argumentos para conseguir el respaldo y ganar la presidencia en las próximas elecciones.
En varios momentos Peña fue interrumpido por vítores de los suyos que le dieron una vez más su apoyo como hace cinco años; lo hicieron en este mismo lugar cuando se registró como precandidato.
“Soy optimista”, dijo Peña a pesar de reconocer las críticas que hay a su administración.
“Vamos por todo para ganar. Rendirse va en contra de nuestro código militante. Este es el tiempo de demostrar de qué está hecho el PRI, avanzar con firmeza hacia adelante”, dijo el primer priista en medio de gritos de ¡Peña, Peña, Peña!
Así terminó su discurso Peña Nieto que dejó la sede del PRI lanzando el grito de campaña de ganar las elecciones del 2018. “Trabajaremos para ganar. Es el momento de tener la moral en alto, no se dejen convencer por aquellos que tienen actitudes derrotistas”, dijo por enésima vez vestido con la chamarra roja que en campaña convirtió en su símbolo de lucha.

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