jueves, 17 de noviembre de 2016

Metro: ¿privatización sobre ruedas? .- Miguel Ángel Velázquez

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Dejar caer para poder vender
El presupuesto federal, pretexto

U
na ulterior intención que nunca se ha descartado, pero que ahora cobra impulso, dada la situación crítica de las finanzas del país y los recortes presupuestarios que se aplicarán a esta ciudad, es sin duda la intervención de la iniciativa privada en rubros que comprometen la disposición de los servicios que debe entregar el gobierno a la gente.
Se llama así, llana y lisamente: privatización, y el asunto es tan grave que parece que las bandas de operación de los gobiernos se han ido achicando a tal grado que, cuando menos en apariencia, el único callejón de salida para no paralizar los trabajos gubernamentales es la participación, de una u otra manera, de la iniciativa privada en las labores propias del quehacer oficial.
El ejemplo que nos enseña hasta qué punto se puede llegar en ese afán de cumplir con las metas neoliberales se puede hallar en el desmantelamiento y posterior venta de casi toda Pemex. La estrategia que se utilizó para dar cauce a la participación de la iniciativa privada en ese recurso que alguna vez fue de la nación fue dejarla caer.
Se ha dicho hasta la saciedad qué tan importante era la participación económica de la paraestatal en la subsistencia del país, de todos los recursos que producía la empresa y que formaron parte, durante mucho tiempo, del pilar que sostuvo la economía de México.
A Pemex se le quitaban todos sus recursos y nada se le invertía. La empresa, así, fue cayendo en un deterioro cada vez mayor, cada vez más difícil de compensar, cada día más alejado de los presupuestos. Total, llegó el día en que el remedio era tan caro que sólo el dinero de los capitales monstruos podía evitar su desaparición total, y Pemex quedó reducida a casi nada, pero aún existe.
Algo muy parecido sucede con el Metro de la Ciudad de México. No sólo es el deterioro evidenteñ también se trata de la ampliación de las líneas que para su director, Jorge Gaviño, debe hacerse a como dé lugar, porque es imperiosa la necesidad de dar el servicio a muchísima gente, y para eso, advierte, la ampliación de la línea 9 se hará, incluso con la participación de la iniciativa privada.
Para Gaviño, por lo que se ve, la situación de la red no le importa. Su idea es sacar adelante la ampliación de la línea 9, a la que le podríamos llamar la línea neoliberal, para tratar de hacerla diferente a las otras, y desde luego para identificar a quienes tantos afanes empeñan para que esa parte del sistema se logre.
En fin, el pretexto ya lo dio el presupuesto federal, y ahora sólo queda meter en esa parte del Metro a la iniciativa privada, que no juega a perder, no es su naturaleza, y buscará obtener las ganancias que su inversión imponga, y que deberá pagar el usuario. Nada, el esquema perfecto.
De Pasadita.
Dos muy importantes situaciones se dieron esta semana: la jefa delegacional de Tlalpan, Claudia Sheinbaum, a la que se trató de impedir el paso a una reunión con los diputados de la Comisión de Cuenta Pública de la Asamblea Legislativa, burló, con discreción e inteligencia, lo que parecían retenes. Luego se le hizo esperar y esperar para que la comisión la recibiera, y al final no se pudo juntar el quórum requerido para que la reunión tuviera efecto, digamos, legal, pero sí llegaron algunos personajes, como el hijo del ex delegado Higinio Chávez, quien se enfrentó a la delegada. Bueno sería que en la Asamblea Legislativa se ofreciera una disculpa a la funcionaria por las ofensas de que ha sido objeto.
La otra: hay quien asegura que el destino del Invea está escrito y que no sobrevivirá, pero, por lo que se vio el martes pasado, aún se le mueven las dos patitas. Cosa de mirar el poder de convocatoria de Meyer Klip. Al informe del organismo acudieron el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera; Alejandra Barrales, Héctor Serrano, Manuel Granados, Édgar Elías Azar y Eduardo Rovelo, entre otros muchos. ¿Qué nos quiso decir Meyer?

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