Los afanes de la derecha
El trasfondo del tinglado
D
esde todos los rincones de la derecha se ha iniciado, ahora abiertamente, una lucha por reventar a la Asamblea Constituyente. El pretexto es la supuesta imposibilidad de concluir los trabajos en el plazo que se fijó en la reforma política para el Distrito Federal, y que vence el 31 de enero próximo.
Quiere la derecha, según circula por los pasillos de la Cámara de Diputados, que frente al cúmulo de iniciativas presentadas, el poco tiempo que se dio para analizarlas, discutirlas, aprobarlas o, en su caso, rechazarlas, lo mejor sería matar la asamblea actual y llevar los trabajos al recinto de los diputados para que allí se siga la labor, aunque lo más probable es que la pongan a dormir el sueño de los justos. Eso es lo que se pretende desde el ala derecha, según nos dicen.
El asunto es que lo que no quieren aceptar es que pese a todo la constitución podría ser aprobada. Desde luego, y eso se verá en muy poco tiempo, habrán de hacer lo necesario para dilatar, mediante el rechazo sistemático de cada uno de los artículos del proyecto de constitución, la posible aprobación del documento, con las enmiendas y las reformas que hubiera sufrido durante las discusiones que deberán tener lugar desde ya.
Y en el fondo la idea es que no habrá consenso entre los partidos para aprobar el texto. Los 67 votos necesarios, aseguran, serán prácticamente imposibles en algunos temas, porque para ellos librar un acuerdo social con reglas que les disgustan sería mostrar el atraso en el que viven las agrupaciones conservadoras, principalmente.
Así es que la apuesta, por lo pronto, es exigir que se amplíe el plazo para entregar la constitución, con eso basta, si se logra. Pero del otro lado de la moneda lo que podría ser exigible, en caso de que se trate de modificar la constitución, es que el texto, con las modificaciones a que hubiera lugar, se aprobara con una mayoría simple.
Eso podría, incluso, revertir un tanto la injusticia que causó que 40 diputados a la Asamblea Constituyente no fueran electos, y que de todas formas han pervertido el transcurso natural que podría haberse logrado si sólo 60 diputados electos fueran los responsables de entregar en la fecha fijada la constitución política de la Ciudad de México.
Si así pudiera darse el asunto, estaríamos hablando de que solamente con el voto de los diputados electos de Morena y del PRD se podría aprobar el texto que, por añadidura, cumpliría con escuchar la voz de las urnas, hacer efectivo el voto y hacer cumplir el mandato de la democracia que da el triunfo a quien o quienes, en este caso, han obtenido más sufragios.
De igual manera, sólo entre el PRD y Morena se alcanzan 51 votos, es decir, la mayoría simple, si las cosas van como hasta ahora, o sea, con los 100 diputados a la Asamblea. Eso sería democracia plena.
Damos por entendido que eso de la unión de las izquierdas parece imposible, pero lo cierto es que ahora más que nunca estos organismos necesitan hacerle saber a la gente que están pendientes de sus deseos electorales, y que no habrá confusiones que desvirtúen el camino que indicaron en las urnas. Así que si de modificar el texto constitucional se trata, pues que se cambie, pero para bien, para impulsar lo justo, y así devolverle toda credibilidad a la Asamblea Constituyente. Que así sea.
De pasadita
Hace unos días, una universidad con amplio crédito entre los hombres de leyes entregó un premio a la presidenta del PRD, Alejandra Barrales, y también al presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, Luis Wertman. El acto no pasaba de lo normal, aunque un viento helado recorría el lugar donde se entregaron los galardones. Un frío descomunal que amainó por la fuerza emotiva del discurso que la hija de Wertman leyó para platicar a los presentes cómo admiraba a su padre. Las lágrimas emocionadas de la pequeña seguramente fueron el mejor premio que se le otorgó a Luis esa noche.
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