El desastre priísta del 5 de junio ha terminado por vencer la compuerta del hipódromo de la carrera presidencial. En el propio PRI gobernante, a Peña Nieto se le sueltan los caballos, y el primero en la indisciplina es el mismo que estaba a cargo de controlarlos, el ahora expresidente del partidoManlio Fabio Beltrones. Algunos observadores lo marcaron como políticamente muerto: a un vivo colmilludo al que dejaron de ver porque se lanzó al galope.
El gobierno federal está tocado, ése sí, y los aspirantes lo huelen: con cada error y escándalo, Peña Nieto pierde aceleradamente las riendas para controlar la contienda. La semana pasada, señalé en este espacio que en Los Pinos no pueden dejar de ver que el tono de las campañas estatales recién terminadas dominará también las de 2018: “Los meteremos a la cárcel”. Ésa es la propuesta clave que esgrimieron los candidatos ganadores y que angustia a gobernadores salientes como César y Javier Duarte. Y que apanica también a la cúpula presidencial, porque empezando por Andrés Manuel López Obrador, que se alista para tomar el Zócalo este fin de semana, todos prometerán sus cabezas como gancho para el elector. Más cuando a la larga lista de delitos, crímenes y manipulaciones que ya tenían, acaban de añadir las muertes de 9 personas en la represión en Oaxaca: ¿cuánto más quieren quedar a deber?
También escribí que “el aspirante tricolor tendrá más incentivos que nunca para distanciarse de sus patrones”. El texto se publicó el 16 de junio y se confirmó con la jugada del propio Beltrones, el 20 de junio, ya que no renunció a presidir el PRI por vergüenza, sino por estrategia: tiene que alejarse de la coalición de los grupos Atlacomulco e Hidalgo para que no lo arrastren en su caída. Al exgobernador de Sonora no le faltan mañas pero sí ideas: como si ya se hubieran disipado las sospechas de que tuvo algo que ver en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, se refugió en una cita de él: “lo que los gobiernos hacen, los partidos lo resienten”. Colosio tampoco era ni tenía ideólogos y lo suyo era parafrasear discursos históricos y recitar obviedades como ésa: es el sentido mismo de la democracia de partidos que los partidos se hagan responsables por los errores de su gestión de gobierno. O sea, Colosio descubrió el agua caliente y 22 años después, Beltrones lo remeda, metiendo el dedo a la bañera y contándonos lo que se siente, como citando a Platón. Pero el sentido de su argumento es claro: él no asume la culpa, todo es responsabilidad de los malos gobernadores priístas, en particular de los jóvenes maravilla que, como dicen en el PRI, “salieron malitos”.
De pronto, Beltrones se relanza como mini-corriente crítica del PRI. La apuesta es liberarse a tiempo del desplome de la administración peñanietista y ganar calidad moral para hacer campaña atacándola, aunque sea del mismo partido y aunque durante años haya sido parte de ella. Confirma, en todo caso, que Peña Nieto y los suyos se hacen electoralmente cada vez más tóxicos y que si los propios precandidatos priístas se aprestan a hacerlos polvo, los de la oposición no podrán prometer menos que la justicia que hasta ahora se ha negado.
PESCADORES EN RÍO REVUELTO
Mientras, el país se hunde en el caos. El galope de Beltrones es síntoma del descontrol de Peña Nieto, cuya estrategia típica ha sido la de huir hacia delante: ante cada tropiezo, no reconocer errores ni dar marcha atrás para enmendarlos, seguir a pesar de todo, como si ser gobierno ahora los pudiera blindar para siempre.
Esta semana, eso se acabó: se sienta a dialogar con la CNTE –a la que hasta hace días presentaba como la encarnación de los males del país– y a escuchar a la COPARMEX: la habilidad de Peña Nieto y su equipo los condujo a tener que ceder al mismo tiempo ante la izquierda radical y la derecha extrema.
No se puede adivinar qué tanto les durará el sentido común. Ya los hemos visto flexibilizarse sólo para tomar aire y endurecerse de nuevo. Y de cualquier forma, las cosas siguen agravándose, con nuevos grupos sociales protestando, los problemas irresueltos –gravísimos- creciendo y los aspirantes presidenciales corriendo con anticipación a las campañas.
Es río revuelto. Y en río revuelto, no se sabe nunca quiénes son los pescadores que se llevan la ganancia. El 5 de junio, sin propuestas ni buenos candidatos –salvo Javier Corral en Chihuahua-, fue el PAN, que además no pudo ocultar su sorpresa por la acumulación de victorias. Se benefició de la caída del PRI, de la sumisión del PRD y de la incipiencia de Morena.
EDGARDO BUSCAGLIA Y LA DEMOCRACIA QUE NO DESPEGA
Pero los escenarios cambian en un contexto muy peligroso. La semana pasada entrevisté a Edgardo Buscaglia, un experto internacional en crimen organizado con diagnósticos graves y certeros de la situación del país. Conversamos durante una hora, pero Buscaglia habla tan rápido y con tanto contenido que parecieron tres. Cuando por fin terminé de transcribirla, tenía un largo texto que era necesario ajustar al espacio limitado del periódico: hubo que reducir demasiado cosas importantes.
Por ejemplo, lo que dijo sobre el sistema político mexicano, en el que simplemente no hay manera de competir con limpieza.
Las organizaciones criminales y las grandes empresas, a las que la ley les impide financiar campañas, son la principal fuente de financiamiento. Las primeras, entregando dinero sucio, o sea, originado en actividades delictivas y lavado de dinero. Las segundas, con dinero que tal vez sea bien habido pero cuya transferencia a las campañas es ilegal. Ya que México no vigila lo que las personas físicas y morales poseen (lo que Buscaglia llama vacíos de control patrimonial), es “muy fácil que un partido te dé diez pesos y que puedas recaudar mil pesos, cien veces más, a través de mecanismos ilícitos”.
Autor de los libros “Vacíos de poder en México” y “Lavado de dinero y corrupción política”, Buscaglia pasó años hablando con políticos de todos los partidos, para conseguir que le contaran cómo financian sus campañas: “me decían que entre un 80% y un 90% de los fondos que ellos recaudan como individuos, después de haber recibido el dinero de los partidos, es ilícito”.
A esto hay que añadir que, según estudios científicos, “entre un 20% y un 25% de los votos, en promedio en México, están sujetos a compra o a coacción o a condicionamientos a través de programas” sociales.
Es decir, el candidato que llega a una contienda tiene que asumir que una cuarta parte de los votos están ya adquiridos con juego sucio. Continúa Buscaglia: “en ese tipo de ambiente, una democracia no puede despegar. Es imposible. Una persona que no quiere financiarse a través de dineros sucios, supón que existe ese político en México que no se financia en un peso de dineros ilícitos ni dineros sucios, primero, no puede competir, tendría cien mil veces menos dinero que cualquier otro político que está recibiendo en un 90% dinero sucio; segundo, además de esa montaña que no puede trepar, tendría que luchar con ese 20% a 25% de fraude. O sea que para que él o ella gane por un, digamos, 10%, en realidad tuvo que haber ganado con 35% para compensar por el fraude electoral”.
El problema es tan grave, sigue, “que el voto limpio se está transformando de a poco en la excepción. La gente se olvida que el derecho al voto es un derecho humano tan importante como el derecho a la justicia, y ese derecho humano en México se viola sistemáticamente, sin que nadie se dé cuenta. Me da la sensación de que el ciudadano honesto es un poco como el sapito que lo metes en agua tibia y la empiezas a calentar de a poco y no se da cuenta de que el agua está hirviendo”.
Es por esto, continúa Buscaglia, que la mexicana es una sociedad adormecida: “Como este proceso duró 70-80 años de fraude, especialmente desde Miguel Alemán, sistemático, institucionalizado, la gente se ha acostumbrado a vivir con sus derechos humanos violados sistemáticamente y masivamente a través de, por ejemplo, la compra del voto, la coacción del voto, el condicionamiento del voto. Es una violación de un derecho humano. Ninguna democracia puede surgir así: cuando ya tienes estos niveles de dineros ilícitos, estos niveles de compra de votos, el voto limpio nunca le puede ganar al sucio, por lo tanto las personas que ganan las elecciones carecen de legitimidad. A veces injustamente, porque pudieron haber ganado bien pero siempre se les cuestiona el origen de ese voto”.
Él mismo fue testigo de esto en varios estados como Chihuahua, Veracruz y Tabasco, y en Chiapas, donde “lo vimos el año pasado, volando encima de flotillas de carros de la Policía Estatal que acarreaban y escoltaban decenas de camiones con miles de personas con los votos comprados”.
Ahí fue con personal de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE): “me invitaron a observar, cuando les detuvieron a fiscales federales y la Policía Estatal de Chiapas los comenzó a asediar. Lo vimos en la sierra de Chihuahua, las fuerzas federales no pueden operar, no pueden ni siquiera subir a determinadas áreas si no te llevan personas de esas mismas poblaciones. Es como Afganistán, yo llegaba a provincias, tenía que ir a determinado lugar y tenía que ir a pedirle permiso al señor de la guerra, no al gobernador formal. Acá estás empezando a ver eso en algunos bolsones territoriales donde se observa una pax mafiosa. La delincuencia organizada controlaba esa zona, pegada a Sinaloa, la gente votaba y generaba una simulación del voto legal. Ésa es la realidad, FEPADE no tiene ni helicópteros para llegar ahí, trabajan con un presupuesto operativo de 20 millones de pesos al año, algo que tú deberías decir ‘esto está premeditadamente ahogado para que FEPADE no pueda operar’. Hay un pacto de impunidad política en México que se manifiesta en la resistencia a modificar estos vacíos de Estado, que comenzarían a aplicar controles patrimoniales a estas obscenidades electorales que observé yo mismo, con mis propios ojos, no me las contaron en la academia. Y ahí estamos, sin ningún tipo de propuesta institucional por parte de un presidente que es un títere de empresarios, gobernadores que son títeres de quién sabe quién, estamos en estos vacíos de Estado que siguen generando un subsidio para que la violencia continúe, porque los vacíos de Estado generan un incentivo para que los grupos criminales compitan con violencia como pirañas para adueñarse de pedazos del Estado”.
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