No quiso responder ni una de las preguntas que le lanzaron… al aire.
Y es que no le fue nada bien al secretario de Hacienda en este evento, que por la naturaleza de sus responsabilidades es terreno suyo: estaba en su casa, con los suyos.
Agustín Carstens, gobernador del Banco de México (Banxico), fue quien realmente se llevó la Convención. Le ganó la partida a Videgaray, pues aquel se hizo merecedor de todos los reconocimientos y los más prolongados aplausos.
Y que habían iniciado la noche anterior, luego de una verdadera cátedra de política económica en la que Carstens distinguía las tareas específicas de los responsables de la política monetaria (el Banco de México) y los de la política fiscal (la Secretaría de Hacienda).
Cátedra que culminó con un nuevo exhorto a Videgaray Caso –así fuera implícito– para que jale parejo con el Banxico en la consecución de un marco macroeconómico sólido para el país.
“Los bancos centrales por sí solos no pueden llevar a una economía a una situación de crecimiento acelerado y sostenido con estabilidad financiera; es indispensable una adecuada coordinación con la política fiscal y las reformas estructurales”.
Eso fue la noche del jueves 10, en la jornada inaugural de la Convención.
Este viernes 11, uno de los participantes de gran reputación internacional, Robert Zoellick, expresidente del Banco Mundial (BM), aseguró sin empacho que “México es muy afortunado porque tiene al mejor banquero central, el número uno del mundo”.
Y más tarde, en la ceremonia de clausura, Luis Videgaray tuvo que aceptarlo y apechugar, al presentar a los miembros del presídium:
“Por supuesto, quiero saludar la presencia del doctor Agustín Carstens, gobernador del Banco de México. Creo que hablo por todos, Agustín, reconociendo que tu talento es multifacético y podrías hacer muy bien muchas cosas; pero donde te queremos y donde le haces más beneficio al país, sin duda, es en el banco central”.
Dijo eso porque Luis Robles Miaja, el presidente de los banqueros, tuvo un lapsus y al presentar a Carstens lo mencionó como “gobernador del Estado de México”.
Todo mundo soltó la carcajada, provocando el sonrojo y la vergüenza de Robles.
Pero siguió Videgaray:
“Como lo dijo alguno de los ponentes en la mañana, tenemos al mejor banquero central del mundo. Y yo lo firmo y lo confirmo”.
Y sobrevino la aceptación de todos los asistentes al pleno de la convención. Le brindaron a Carstens el aplauso más prolongado, muchos de pie, de los dos días de la reunión anual de los banqueros del país.
A Videgaray ya sólo le quedó afirmar tímidamente que sí hay coordinación entre la política fiscal y la política monetaria, para enfrentar la “gran incertidumbre, la gran complejidad que existe en la economía internacional”.
Y que describió así: “La caída brutal en el precio del petróleo, la incertidumbre sobre la evolución de las tasas de interés en Estados Unidos, un menor crecimiento mundial y particularmente una desaceleración relevante en el comercio internacional representan retos muy importantes para la economía mexicana”.
Aseguró –ya hablaba sin énfasis– que esos retos hoy “se están enfrentando con responsabilidad y de manera oportuna… (porque) tenemos las instituciones capaces de actuar de manera coordinada”.
Explicó: “La autoridad monetaria autónoma (el Banco de México), en un diálogo con el Poder Ejecutivo (en este caso, la Secretaría de Hacienda), para poder utilizar los distintos instrumentos de la política macroeconómica, destacadamente la política monetaria y la política fiscal, cada quien en el ámbito de sus competencias, y en absoluto e irrestricto respeto a la autonomía del Banco de México, pero sí trabajando coordinadamente”.
Concluyó, con poco ánimo y llevándose las críticas a cuestas en el sentido de que ha dejado solo al Banco de México:
“Por supuesto, vamos a seguir trabajando de manera coordinada con el Banco de México en la Comisión de Cambios, en plena consistencia con lo que expresó aquí el gobernador Carstens el día de ayer, para tomar las medidas que sean necesarias cuando se presenten situaciones extraordinarias en el mercado que pudieran presentar una divergencia de los fundamentos macroeconómicos que representaran un riesgo para las expectativas inflacionarias”.
La paradoja es que al terminar su discurso, cuando bajó del estrado y, como virtual aspirante presidencial –al que elementos de seguridad resguardaron e hicieron valla–, Videgaray, seguido por casi todos los que estaban en el presidium, hizo una suerte de paseíllo en el que saludó a cuanta persona se lo pedían. Selfies, muchas, incluidas.
Pero en cuanto salió del gran salón, prácticamente corrió, perseguido por los reporteros, a quienes no les hizo caso y, ya subiendo las escaleras que lo llevarían a sus habitaciones, los mandó a “disfrutar la playa”.
Y, ¡sorpresa!, el muy felicitado y muy ovacionado Agustín Carstens quedaba muy solitario, platicando de pie con otra persona… frente a la inmensa mesa que sirvió de presidium.
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