El capitalismo está dando a luz algo nuevo en su propio proceso de acumulación y México se ve afectado negativamente por el fenómeno.
El capitalismo es un sistema que no sólo admite interrupciones de sus ciclos sino que las necesita. El fluido del capital no es lineal como se supondría desde un estudio superficial sino que, aunque la acumulación tiene una ley general propia, su proceso carece de un tracto sucesivo. Los cambios en el proceso económico-técnico son los elementos que le brindan al capitalismo su vitalidad, sin ellos caería por sí mismo, lo cual podría ocurrir sólo en un extremo histórico.
El hecho concreto es que hoy en día el capitalismo está dando a luz a algo nuevo en su propio proceso de acumulación. Esto lleva a la crisis.
El alto crecimiento del producto en algunos países llamados emergentes se debió a su doble capacidad de captación de inversión extranjera para la producción industrial manufacturera y a su gran capacidad de producción y consumo de bienes primarios y de energéticos. Por ello, en la lista ha estado primero China pero también Brasil junto con otros pocos países de crecimiento extraordinario. Mientras, el estancamiento de las economías europeas se ha debido a una composición orgánica de capital demasiado alta en el cual el capital constante (así llamado en economía política) tiene un peso muy grande pues los insumos industriales se apreciaron en las últimas décadas empezando por los energéticos.
Ahora, como respuesta, las materias primas (incluyendo alimentos) van a la baja por lo que los productores van a la ruina relativa y los países consumidores van a financiar de tal forma su capital variable (salarios) y a sufragar una parte de su capital constante. En consecuencia, Europa se está recuperando al igual que Estados Unidos pero China y Brasil, junto con otros, reducen su ritmo de expansión.
¿Cómo queda aquí México? Pues tiene todo lo malo del fenómeno y nada de lo bueno del mismo. El petróleo se ha depreciado brutalmente mientras que los alimentos relativamente baratos presionan hacia un estancamiento de los salarios pero los campesinos que aún son un millón de productores no alcanzan a cubrir ni los gastos. Mientras, la baja en los precios de productos primarios está mejorando la composición orgánica del capital de los países de economías más industrializadas con lo cual se ha podido elevar en términos relativos los salarios y, con ello, impulsar los mercados internos que de éstos dependen, al igual que el empleo. Estados Unidos y Europa no van mal. México seguirá sin embargo en la misma lamentable situación de estancamiento crónico.
La reducción del precio del crudo ha pasado de una recaudación petrolera equivalente al 30 por ciento a menos del 15 pero lo importante no es el porcentaje sino los dólares que se han dejado de recibir por parte del Estado. Gracias a la reforma de hace dos años el fisco mexicano se ha defendido hasta cierto punto. Sin embargo, la inversión pública de México es de las más bajas en los países de su clase y el empleo no se expande porque el mercado interno se encuentra estancado (la mayoría de las nuevas altas al Seguro Social son de empleos informales que ya existían antes de la reforma mencionada). La enorme plataforma manufacturera de exportación ha creado un sector de obreros bien pagados que no alcanza a ser suficiente para promover una expansión del mercado interno porque, además, esos obreros consumen principalmente bienes manufacturados de importación; si no fuera por los alimentos del diario, sería casi como si vivieran en Estados Unidos. Sobre esta base es muy difícil sacar provecho a ese tipo de industrialización con tecnología globalizada que es la predominante en México.
En China baja la bolsa y, en consecuencia, lo mismo ocurre en otros países pero en México, cuando tal fenómeno se presenta, las acciones vendidas en los remates bursátiles se convierten al instante en dólares para ser depositados en cuentas denominadas en esa moneda dentro o fuera del país. Si hay mucha venta accionaria habrá mucha compra de dólares. A esto hay que agregar las operaciones con bonos de deuda pública y las de deuda privada. Los repliegues en estos renglones han significado la compra en el mercado cambiario mexicano de decenas de millones de dólares: el peso llegará a 18 pesos por dólar y contando. Que no se siga pensando como lo hace Carstens, de la manera más ilógica, que eso no afectará los precios internos: ya ha empezado a hacerlo. Que no se siga diciendo tampoco que es imposible una gran corrida financiera frente a la cual la reserva se haría nada.
El mundo está entrando en una nueva poda del capitalismo. Para México, el problema es que ésta como las anteriores no le favorece sino que, como antes, también le perjudica. El país se encuentra en una situación en la que su política económica, es decir, la de sus sucesivos gobiernos, no se ha hecho para aprovechar ningún cambio en la situación mundial y mucho menos para sacar ventaja de nuevas crisis que pudieran proveer las mejoras que el destino le ha negado a México.
Los brasileños podrían decir que le sacaron suficiente raja a los tiempos de buenos precios y expansión comercial, al menos en unos cuantos años sustrajeron de la pobreza a 30 millones, pero los mexicanos no pueden decir nada agradable y mucho menos esperanzador cuando tienen un gobierno anacrónico. Tenemos ya más de 20 años de estancamiento: del PRI al PAN y de nuevo al PRI; increíble.
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