La Orden Mexicana del Águila Azteca, entregada al rey, tiene el propósito de reconocer los servicios prominentes prestados al país o a la humanidad; entre los ejecutados, con la autorización del rey, se encontraban manifestantes y opositores al gobierno.
El domingo 17 de enero el presidente Enrique Peña Nieto entregó en Arabia Saudita la Orden Mexicana del Águila Azteca, máximo galardón que otorga el gobierno a extranjeros, al rey Salman bin Abdulaziz Al-Saud, quien dos semanas antes aprobó la ejecución de 47 personas por cargos de terrorismo y protestas.
La ejecución de los 47 reos, entre ellos el clérigo chií Nimr Baquir al-Nimr, provocó la ruptura de relaciones de Irán y Bahréin con Arabia Saudita, y diarios internacionales como el New York Times han criticado los “horrendos castigos” que aplica el reino contra blogueros o manifestantes opositores.
Pero la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) consideró que “es propósito del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos reconocer al Custodio de las Dos Santas Mezquitas, Rey Salman bin Abdulaziz Al-Saud, Rey de Arabia Saudita, por su valioso interés y notable voluntad para fortalecer las buenas relaciones entre México y Arabia Saudita”, de acuerdo con el Diario Oficial de la Federación del viernes 15 de enero.
La Orden Mexicana del Águila Azteca se entrega para “reconocer los servicios prominentes prestados a la Nación Mexicana o a la humanidad, y para corresponder a las distinciones de que sean objeto los servidores públicos mexicanos”, recordó la SRE al publicar el acuerdo por el que se otorgaría la distinción al rey saudí el domingo 17.
Esa noche Peña Nieto y Salman bin Abdulaziz se reunieron en la capital saudita, Riad, para conversar sobre las relaciones bilaterales de cooperación entre los países. En dicha sesión el rey entregó al mandatario mexicano la Medalla Rey Abdulaziz y el presidente condecoró al monarca con la Orden Mexicana del Águila Azteca, informó la Agencia de Prensa Saudita (SPA).
“Por lo visto, nadie informó al Presidente que condecorar al rey saudita era premiar a un violador de los derechos humanos“, publicó La Jornada en su Rayuela de este martes.
El 2 de enero fueron ejecutadas 47 condenados en octubre por el rey Salman. Entre las personas ejecutadas estaban Nimr Baquir al-Nimr, líder chií que encabezó el movimiento de la Primavera Árabe, y Faris al- Zahri, figura destacada de Al- Qaeda, ambos condenados por sedición desobediencia y posesión de armas.
Las ejecuciones generaron protestas en Arabia Saudita, Irán, Pakistán y Yemen, y el secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, mencionó que se encontraba “fuertemente consternado” por las ejecuciones.
De acuerdo con Human Rights Watch, las ejecuciones en Arabia Saudita suman 158 en un año, la cifra más larga desde 1995.
El sistema legal de Arabia Saudita coloca al rey como última instancia en la toma de decisiones de casos civiles y criminales. Al respecto, comentó The New York Times en su editorial del 14 de diciembre de 2015 que “es vergonzoso que las democracias que consideran a Arabia Saudita un aliado valioso se muestren silenciosos frente a terribles excesos“.
El presidente de la Corte de Quejas, Khalid bin Mohammed Al-Yousef, justificó y defendió la ejecución de presos citando un verso del Corán que “claramente ordena la ejecución o crucifixión o amputación de manos y piernas o exiliar a cualquiera que cometa subversión, asesinato o corrupción”, de acuerdo con la Agencia de Prensa Saudí.
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