A
vanza inexorable, el sexenio, y se consolida la posibilidad, y aun la probabilidad, de que AMLO obtenga el triunfo en la elección presidencial de 2018. La debilidad y descomposición de sus antagonistas y el mal gobierno de Peña se combinan con una insólita solidez del ex jefe de Gobierno de la capital: es el ejercicio de la ética de la responsabilidad ajustada a la ética de la convicción. Este es el secreto del crecimiento del proyecto que ofrece.
Para Max Weber la política tiene su propia ética, distinta a la que enmarca las demás actividades humanas, y que tiene su origen en el cristianismo. La ética de la política es distinta porque está determinada por el poder, y éste por el ejercicio legítimo de la violencia. No comparte los principios autoevidentes que definen el bien y el mal. Los políticos tienen que actuar con gran realismo, dice Weber, y aceptar el mal menor, incluso actuar de modo dudoso, riesgoso o francamente perverso. El fin, que es la misión encomendada, justifica los medios.
La visión de Weber no puede explicar la lucha y el triunfo de grandes políticos contemporáneos como: Gandhi, Luther King, Vaclav Havel, Aung San Suu Kyi, Aldo Moro, Dag Hammarskjöld, Nelson Mandela… No sólo renunciaron a la violencia sino ajustaron su conducta pública a sus convicciones morales y espirituales. Algunos fueron vencidos por acciones malignas de sus enemigos, pero su presencia hace dudar de la separación weberiana de la política y la ética humanística.
AMLO pertenece a esa corriente: no miente, no traiciona y no roba. Poco a poco su integridad va resquebrajando el cerco mediático y su prestigio aumenta incluso entre los más escépticos. AMLO pelea con una mano atada por sus convicciones, mientras que sus adversarios no tienen ningún freno con tal de mantenerse en el poder. Están sujetos a sus intereses y no a sus principios, y esto les da una ventaja táctica. Pero el que sacrifica los principios en aras de los intereses terminará por destruir ambos. Esto les da una desventaja estratégica.
AMLO no sólo debe actuar con rectitud sino convencer de sus propuestas a la mayoría y organizar a sus partidarios para que puedan defender su triunfo, es decir, para inspirarles el sano pragmatismo de la ética de la responsabilidad. Estas contradicciones darán un tono dramático a la lucha por el poder en los próximos años: casi toda la clase política intentará impedir la alternancia, aunque la decadencia del sistema la justificaría. Serán tiempos muy interesantes.
Twitter: @ortizpinchetti
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