E
s archiconocido que Bill Clinton en su campaña se escribía a sí mismo un recordatorio:
es la economía, imbécil. Tenía razón, la política económica es el corazón de la política-política. Cuando queremos saber qué rumbo lleva un régimen debemos preguntarnos quién gana y quién pierde. Adónde se va el dinero. El presupuesto depende de 25 por ciento de los ingresos petroleros. La renta será ahora compartida por las grandes firmas internacionales. También son ganadores los monopolios como: Femsa, Grupo México, Televisa, Peñoles, Cemex, Telmex. Pueden eludir al fisco, imponer su interés a los trabajadores y precios que son entre cinco y 10 veces mayores que en el extranjero. La industria automotriz es una maquiladora de marcas: japonesas, estadunidenses y alemanas. El gran atractivo es la mano de obra barata. Los trabajadores ganan mucho menos que sus colegas que laboran donde están las matrices de esas compañías. En materia turística el verdadero turista es el dólar. Los consorcios extranjeros disfrutan de un buen clima para sus negocios. Se endeudan consigo mismos. Pagan un tributo ridículo, salarios raquíticos y ejercen competencia desleal con los empresarios mexicanos. La Presidencia impulsa una iniciativa para crear las zonas económicas estratégicas y volver productivas áreas del sur históricamente rezagadas. Dada la escasa capacidad de inversión en México, la intención es convertir en meros enclaves extranjeros de riqueza con grandes pérdidas de recursos para el fisco y las economías internas. Pueden generar corrupción y riesgos a nuestra soberanía.
El acuerdo estratégico transpacífico, firmado en forma oscura por México, fue impuesto por Estados Unidos para enfrentar la competencia con China. Los especialistas independientes señalan que las ventajas no serán para nosotros. El TLCAN fracasó. Desgravando en forma unilateral productos y capitales extranjeros, hemos absorbido los costos y debilitado a nuestros empresarios, aumentado el desempleo y la economía informal. México ha retrocedido en cada variable económicas. En los dos últimos sexenios hemos caído siete posiciones en la economía mundial, reducido nuestro desempeño como exportadores, perdido atractivo para la IED, 20 lugares en competitividad y ha caído la confianza en las instituciones y en los políticos: ocupamos el lugar 124 de 140 naciones. Muchos críticos dicen que padecemos un liberalismo dogmático. Señalan que de la concentración de la riqueza uno por ciento se queda con 22 por ciento del ingreso y el país no ha crecido más allá de su demografía en 32 años. No es asunto ideológico, hay voluntad política de concentrar el dinero gracias a la impunidad y a la corrupción y confiar a la protección extranjera los intereses de una minoría. Después de fracasos acumulados en tres décadas la política económica no se ha desviado ni un milímetro.
Twitter: @ortizpinchetti
Mail: joseaorpin@gmail.com
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