Por: Serapio Bedoya Arteaga (@revistapolemon)
27 de julio de 2015.- Ufanábase AMLO, hasta no hace mucho, de que Gabino Cué no había sido un represor como los priístas que lo antecedieron. Eso quedó atrás. Doblegado por la furia impotente de Peña Nieto y la brutalidad de Chuayffet, Cué se alineó al fin contra los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (sección 22) y cerró el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca para destruir su contrato colectivo y borrarlos del panorama burocrático de un plumazo.
En consecuencia, AMLO rompió con Cue y llamó a los profesores de la 22 a dar la lucha contra la reforma educativa de Televisa aliados a Morena. Los dirigentes del sindicato lo rechazaron. No así las bases, que ya no confían en sus líderes.
Unos meses atrás, durante la campaña electoral por la gubernatura del estado de Guerrero, el candidato de Morena pidió a los padres de los 43 de Ayotzinapa y a los movimientos populares en rebeldía que lo ayudaran a llegar al poder y les ofreció a cambio que nombraran al procurador de justicia y marcaran la agenda de su administración.
Los movimientos declinaron la propuesta, se obstinaron en impedir las votaciones y lograron anular la elección en un solo punto de la geografía guerrerense, mediante un esfuerzo que le costó la vida a un estudiante y a un anciano maestro. Pero no cambiaron nada.
Durante sus visitas a Chiapas, AMLO ha reiterado su interés por desarrollar líneas de acción política conjuntas del EZLN con Morena. Sin embargo, la cúpula de la Norcorea del Sureste –que tan resueltamente apoyó a Vicente Fox y sobre todo a Felipe Calderón– prefiere regodearse en su narcisismo moral, que dejó plantado a todo un país en pie de lucha, pero desesperado y confundido, cuando acabó de necesitarlo para consolidarse como uno de los mayores atractivos turísticos del mundo maya.
Una vez, en mi presencia, Marcos le dijo a Régis Debray que “la guerra triunfará dentro de trescientos años”. Sólo han pasado 21. Para el budismo maoísta no hay prisa. Qué bueno. El problema es que el avance de las empresas mineras y petroleras sobre México prosigue con un altísimo costo en vidas humanas, territorios controlados por grupos armados complementarios del gobierno y del narcotráfico, desapariciones forzadas que tal vez rebasan ya las estadísticas de los nazis, multiplicación exponencial de la pobreza, desmantelamiento terminal de las instituciones y un horizonte que sólo promete lo peor de lo peor para todos.
La izquierda “antisistémica” –siempre funcional para el sistema– no quiere contribuír a intentar un cambio similar al que por medio de alianzas están impulsando Syriza en Grecia y Podemos en España. No es posible, en todo caso, afirmar que razones no le faltan para desconfiar de la vía electoral –pulverizada tras las elecciones de la semana pasada en Chiapas– ni de los miembros de la clase política incrustados inevitablemente en el aparato de Morena, que deben ser barridos por los nuevos actores políticos de la organización. El fracaso de Morena en Jalisco y el proceso interno que se está gestando para remover a sus responsables es un dato alentador.
Murallas medievales
En el ámbito opuesto al de los antisistémicos, la derecha en la ciudad de México y en el plano nacional se amuralla para cerrarle el paso a Morena. El regente capitalino escogió lo más granado de la “izquierda moderna” para impedir que en 2018 Morena recupere el control del Distrito Federal. Miguel Ángel Mancera renovó su gabinete con dos inverecundas señoras que apestan a corrupción –Alejandra Barrales y Amalia García– a cien kilómetros a la redonda, con una eficaz colaboradora del neoliberalismo que lo mismo ha servido a Zedillo que a Fox y a Calderón –Patricia Mercado– y con un cuadro del partido de Elba Esther Gordillo que en las elecciones de junio se alió con el PRD, no sólo en el DF sino en Tabasco y otros estados.
Ninguno de los nuevos integrantes del gabinete de Mancera garantiza que fluya el diálogo entre el gobierno de la ciudad y Morena, el partido que obtuvo el mayor número de votos entre los chilangos. En cierta medida, el regente emuló a Juan Camilo Mouriñocuando recién convertido en secretario de Gobernación de Fecal dijo: “hablaré con todos menos con AMLO”.Gustavo Madero y Carlos Navarrete, andan del brazo y por la calle rumbo a una suerte de fusión entre dos sectores del PRI (el PAN y el PRD) dizque para formar un bloque opositor al partido de Peña Nieto, pero en realidad no pretenden sino levantar otras murallas contra Morena. Murallas que serán colocadas delante de las sólidas murallas de la televisión y de las sórdidas murallas de las “autoridades” electorales.
El cerco en torno de Morena se estrecha. AMLO no sólo rompió con Gabino Cue sino con Arturo Núñez –cuya aceptación popular es inferior a la de su antecesor, el químico Granier, que está preso por corrupto– y no deja de ser notorio que durante la gira que realiza en estos días por Tabasco, el máximo dirigente de Morena ha endurecido su discurso contra Peña Nieto y su gabinete, al señalar que “el régimen se está cayendo a pedazos”.
Dentro y fuera de México, nadie respeta ya a Peña. En pocos días se le escapó el Chapo, la esposa y el peso, que no tarda en llegar a 17 por dólar. El ejército debería combatir al narco, “no matar niños”, dijo también AMLO en esta gira por su estado natal, en donde recordó que la figura de Peña se ha encogido de tal manera que “hasta le pusieron una lata de pintura Comex para que se vea más alto”, en obvia alusión a la burla que esa empresa le jugó en internet en plena visita de los reyes españoles.
Trece semanas consecutivas llevan, entre tanto, Luis Videgaray y Agustín Carstens sacando divisas del Banco de México para frenar la caída del peso sin lograrlo. Por eso, como una medida extrema para obtener dinero fresco de otras fuentes, van a reducir el IMSS y el ISSSTE a sus mínimas expresiones. En breve, si lo permitimos, ambos institutos dejarán de ofrecer servicios de cirugía y tratamientos de altas especialidades para combatir enfermedades mayores y de proporcionar medicamentos de alto costo. Al decir de una doctora amiga de Polemón que sabe muy bien lo que se viene, “dentro de poco el Seguro Social solamente va a dar aspirinas”.
El régimen, efectivamente, se está cayendo a pedazos pero encima de nosotros. Y se está cayendo circundado de murallas de pavor y de odio que protegen a la clase política y sobre todo a la dueñocracia pero impiden una salida política pacífica y no parecen darle espacio sino a la opción del cuartelazo (aunque ya vivimos en una dictadura cívico-militar desde el Fecalato, sólo que no no habíamos enterado).
Peña, el candidato que no supo decir los títulos de tres libros y que se escondió en el baño de una universidad porque fue incapaz de debatir con los estudiantes, hoy es un presidente arropado por las fuerzas vivas del PRI porque lo dejó la Gaviota. Pero ante el fracaso palmario de sus reformas devastadoras, y la debacle económica que éstas provocaron, su eficacia se reduce al tamaño de una aspirina.
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