.I Una de las dobles actividades políticas que Peña no sabe sistemática y metódicamente desempeñar por su falta de oficio como jefe de gobierno –y que no aprendió cuando fue desgobernador del Estado de México– es su obligación y responsabilidad de atraer inversiones y estimularas aquí con sus empresarios que siguen dolidos por su apresurada y autoritaria reforma fiscal-financiera. Así que en cuanto le informan que habrá algo semejante, como cuando se fue a Puebla para atestiguar que la automotriz Volkswagen agregará inversión que quintuplica con los bajos salarios a sus obreros, con todo y que estos son de los mejores pagados, de inmediato solicita que lo inviten para adornarse. Y cuando los de la cervecera alemana Heineken que compraron la productora Moctezuma anunció que invertiría 7 mil y pico de pesos, se presentó en el acto para elogiar el hecho. Y de paso usar la tribuna (¡cómo le fascina echarse malísimos discursos a la menor provocación!), para quejarse de que no es comprendido por los mexicanos. Palabras más palabras menos, se refirió a los 80 años de “estabilidad política”; pero calló que repartidos entre las presidencias priístas y panistas. Agregó, además, que se “ha consolidado la democracia”.
II. En la reunión en Los Pinos, la empresa montó un bar con las cervezas alemanas, y entre broma y seriedad les pidió que “ojalá lo dejarán como legado”. En el sexenio de Calderón hubo uno y en grande, pero con refrescos cocacoleros y coñac, ya que el panista padece adicción a esa mezcla; en tanto López Mateos prefería la cerveza Corona. Peña nos pasó la factura de que no comprendemos que esa estabilidad, democracia y confianza son un tríptico que atrae inversiones nativas y extranjeras para la generación de empleos. Y que esa estabilidad, no rota cada seis años, permanece como atractivo económico. Pero pasó por alto que su administración está presionada por varios frentes que acusan hechos desestabilizadores de carácter político y económico. Y que son nubarrones que bien pueden desatar una crisis general, al unirse los graves problemas que aquejan a la nación con los asuntos de Ayotzinapa y Tlatlaya.
III. Que Peña siga en “no entender que no entiende” (¿realmente qué le quisieron decir los periodistas ingleses?) no lo libra de que su frase “Mover a México” se haya revertido contra él; pues de los 118 millones de mexicanos, al menos 100 millones (40 millones desempleados, 50 millones en todos los grados desde la miseria a la hambruna y la pobreza, más 10 millones de indígenas), ya están en contra del peñismo. Y la estabilidad política, la democracia y la confianza de los extranjeros están siendo cuestionadas por el mal gobierno peñista, que pinta para ser el peor de los del priísmo y del panismo. Que Peña no comprenda ese malestar social y siga con sus medidas y nombramientos autoritarios, y que “no entienda que no entiende”, no impide que venga un tsunami de inconformidad política con base al ejercicio de la democracia directa contra la democracia representativa, que terminará por derribar la confianza.
*Periodista
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